Hablan los hechos

En un período de 30 años (1986-2016), el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) habrá gobernado 16, el Reformista Social Cristiano (PRSC), 12 y el Revolucionario Dominicano (PRD), solo cuatro, aunque gobernó los ocho años anteriores, con los presidentes Antonio Guzmán, quien se suicidó 40 días antes de concluir su gestión, y Salvador Jorge Blanco, que fue condenado a 20 años de prisión por corrupción.

Sería necesario realizar un estudio ha profundidad sobre las razones por las cuales un partido como el PRD, que llegó a tener un significativo arraigo en la población, solo ha obtenido una victoria electoral a nivel presidencial en tres décadas, etapa durante la cual se han celebrado ocho elecciones consecutivas.

Ese partido retornó al poder en el año 2000, después de perder los comicios de 1986, que marcó la vuelta del doctor Joaquín Balaguer al solio presidencial por otros diez años, pero fue de nuevo desalojado del Palacio Nacional, al perder las elecciones de 2004, que significó el regreso del doctor Leonel Fernández a la jefatura del Estado, después de gobernar durante el periodo 1996-2000.

Sin pretender analizar a fondo las razones por las cuales el PRD ha gobernado solo cuatro años de los últimos 30, o decir que ha transcurrido una generación, sin que ese partido gane unas elecciones, como causa principal de esa constante perdedora puede señalarse como causal principal el hecho de que esa organización ha carecido de objeto o razón para procurar el Poder y merecer el respaldo de la mayoría de los electores.

Don Antonio Guzmán ascendió a la presidencia de la Republica durante una coyuntura histórica especial, cuyos elementos básicos se relacionaron con el reclamo colectivo de que se produjera una transición a la democracia plena con garantía de respeto a las libertades públicas, cuestión que el mandatario cumplió al enviar al Congreso una ley de Amnistía en favor de los presos políticos y un decreto que disponía el retorno de los exiliados.

A pesar de la trascendencia de ese logro político, el presidente Guzmán no pudo lidiar con su entorno partidario caracterizado por la anarquía y la indisciplina, por lo que, penosamente sus días terminaron al dispararse a la cabeza con un revolver en una habitación del Palacio Nacional.

La crisis interna del PRD tintó de fracaso al gobierno de Salvador Jorge Blanco (1982-1986), que sumido en una grave crisis económica y financiera se entregó de manera incondicional a los brazos del FMI, con la consiguiente consecuencia de la poblada de abril de 1984, con saldo de por lo menos 125 muertos.

La triste historia del gobierno del presidente Hipólito Mejía es muy reciente, por lo que solo se requiere decir que fue un periodo aciago con el colapso total de la económica que se reflejó en el agravamiento de la pobreza y la quiebra de la clase media, arrasada por un huracán de desorden que puso en bandolera a todos los indicadores económicos y de desarrollo humano.

Para explicar mejor lo ocurrido en 30 años de vida democrática, sería conveniente decir que los cuatro gobiernos del PLD han sido exitosos, aun cuando ha tenido que reconstruir sobre cenizas, como fue en 2004, porque el Partido y sus dos presidentes han tenido objeto, razón, motivo para trabajar día y noche por la consecución del Poder, en plena conciencia y compromiso de servir a sus conciudadanos.

Leonel Fernández y Danilo Medina son dos activos de gran valía que cobijaron su futuro político bajo el árbol frondoso del pensamiento de Juan Bosch y de la praxis un partido disciplinado, coherente, que ha podido celebrar ocho congresos nacionales y varias conferencias temáticas para consolidar su plataforma ideológica y programática.

Por esas razones el PLD gobernará 16 de los últimos 30 años de vida democrática y se proyecta que gobierne por los próximos 20. Por los mismos motivos expuestos, el PRD apenas ha gobernado un lustro. La clave está en la disciplina partidaria, la solidez ideología, la amplitud programática y, sobre todo, que los lideres posean objeto, interés, conciencia, vocación, siempre alejado de furtivas ambiciones personales o de grupo.

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