Hablan los hechos

Desde hace más de dos semanas el ejército israelí lleva a cabo un operativo militar en la franja de Gaza, en territorio palestino, que ha dejado como saldo hasta ahora cerca de 600 muertos, miles de heridos, un montón de desplazados y cuantiosos daños materiales.

Dicho operativo es supuestamente para hacer frente a los ataques con cohetes de Hamás, una organización palestina que tiene el control administrativo de Gaza desde su triunfo en las elecciones de 2006. Israel, aunque dicen que trabajó en la conformación de este grupo para oponérselo a Al Fatah, el partido fundado por Yasir Arafat que actualmente controla el territorio de Cisjordania, se ha negado a reconocerlo como autoridad legítima en Gaza por sus posiciones radicales.

Esta nueva campaña militar israelí coincide con el acercamiento que se ha venido produciendo entre Al Fatah y Hamás, que después de años de agrias contradicciones buscan superar sus diferencias y conformar un gobierno de unidad nacional en los territorios palestinos, así como con algunas dificultades que ha venido confrontando el gobierno de Benjamín Netanyahu, acusado de actuar con debilidad frente a los palestinos por los sectores más radicales de la sociedad israelí.

Un poco de Historia

Es imposible comprender el conflicto israelo-palestino sin conocer su historia, aun sea someramente.

Empecemos, pues, por recordar que en la Conferencia de San Remo, Italia, celebrada por los aliados de la Primera Guerra Mundial en 1920, el Reino Unido de Gran Bretaña recibió un mandato especial para la administración del territorio de Palestina en nombre de la Sociedad de Naciones, como parte de las grandes modificaciones a que fue sometido entonces el mapa político del mundo.

Palestina estaba integrada por lo que actualmente es Israel, Cisjordania, la franja de Gaza, la ciudad de Jerusalén y Jordania. Este territorio se segregó de Siria, que pasaría luego a ser administrada por Francia. Del territorio Sirio también se segregó el Líbano, que bajo mandato francés pasaría a convertirse en una entidad independiente.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, en 1946, Gran Bretaña decidió reconocer a Transjordania como Estado árabe independiente, con una extensión territorial de unos 90 mil kilómetros cuadrados (77% del territorio que comprendía el Mandato de Palestina), ubicados al este del río Jordán.

En 1947 la Organización de las Naciones Unidas aprobó la resolución 181/11, que contempla la división de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío. A los judíos, que comprendían el 30 por ciento de la población total, se les adjudicó el 55 por ciento del territorio (compuesto en un 45% por el desierto de Néguev) y se le concedió a Jerusalén un estatus internacional especial bajo la administración de Naciones Unidas.

La resolución de la ONU estuvo bien inspirada si se toma en cuentas que los judíos eran copropietarios de aquellos territorios conjuntamente con los árabes. Aunque hoy el término “palestino” se asume como sinónimo de árabe, en tanto adjetivo gentilicio habría que convenir en que el mismo abarca tanto a árabes como judíos, que históricamente cohabitaron allí.

La confusión viene por el hecho de que el nombre de Palestina se comenzó a utilizar a partir del año 135, luego de la expulsión de los judíos y la fusión de las provincias romanas de Judea y Siria, que dio lugar a la creación de la nueva provincia denominada Siria Pelestina. La intención de los romanos era borrar toda memoria judía de la región como castigo por la rebelión de Bar Kojba, la segunda gran revuelta judía de Judea.

Sin embargo, la resolución 181/11 no resultó del agrado de los árabes de Palestina porque la cantidad de territorio asignado a las partes no tomó en consideración el tamaño de la población que las conformaban. Los judíos, además, se quejaron de que la mitad de la población en la parte del territorio que les tocó eran árabes, y al revés. Polémicos resultaron también los criterios geográficos utilizados para la partición.

De todos modos, cuando terminó el mandato británico de Pelestina en 1948, los judíos, dirigidos por David Ben Gurión, proclamaron la creación del Estado de Israel en el territorio asignado por la ONU.

Pero al día siguiente los países árabes vecinos (Egipto, Transjordania, Irak, Siria y Líbano le declararon la guerra y procedieron a ocuparlo.

El enfrentamiento armado duró más de un año, arrojando el siguiente resultado: Israel logró aumentar el territorio bajo su control de 14 mil 500 kilómetros cuadrados a 20 mil 850 kilómetros cuadrados (26 por ciento adicional); Egipto quedó con el control de Gaza, y Transjordania con el de Cisjordania y Jerusalén Este. Después de anexarse estos territorios Transjordania pasó a denominarse formalmente Jordania.

Sin embargo, es necesario aclarar que en el armisticio que se firmó en 1949 se estableció claramente que la línea de demarcación de los territorios que se trazó entonces “no debía considerarse en modo alguno como una frontera política o territorial” y que la misma “está marcada sin perjuicio de los derechos, reivindicaciones y posturas de ambas partes en el momento del armisticio en cuanto se refiere al arreglo definitivo de la cuestión palestina”.

La guerra provocó también cientos de miles de desplazados en ambas direcciones. Según Naciones Unidas más de 726 mil árabes tuvieron que refugiarse en Gaza y Cisjordania. Muchos de ellos intentaron retornar después del conflicto, pero se les ha impedido hacerlo a pesar de que Naciones Unidas aprobó una resolución en 1948, ratificada en 1974, que establecía el derecho de los refugiados a regresar a sus hogares o a recibir indemnizaciones.

En junio de 1967 volvieron a enfrentarse Israel y una coalición conformada por cuatro países árabes (Egipto, Siria, Jordania e Irak). Fue la denominada guerra de los seis días (entre el 5 y el 10 de junio), mediante la cual Israel se hizo con el control de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este, los altos del Golán sirio y el Sinaí egipcio.

En 1978, con la mediación del gobierno de Estados Unidos, presidido entonces por el demócrata Jimmy Carter, se firman los denominados acuerdos de Camp David mediante los cuales Israel devolvió a Egipto la península del Sinaí y se comprometió a iniciar un proceso de negociación para el establecimiento de un régimen autónomo en Gaza y Cisjordania. Dichos acuerdos pusieron fin al estado de guerra existente entre los dos países desde 1948.

Jordania e Israel, por su parte, normalizaron sus relaciones en 1994 con la firma de un acuerdo que contó con los auspicios del gobierno del presidente Bill Clinton, quien pretendía mejorarle el entorno a Israel como parte de su estrategia para forzarle a aceptar un acuerdo con los palestinos.

En efecto, ambas partes venían sosteniendo conversaciones secretas en Oslo, Noruega, desde 1991. En 1993 Israel y los Palestinos arribaron a un acuerdo mediante el cual el primero reconocía el derecho de los palestinos al autogobierno en la Franja de Gaza y Cisjordania y aceptaba el retiro de sus tropas de esos territorios, que pasaban a ser controlados por la Autoridad Nacional Palestina, aunque con competencias muy limitadas.

Se acordó que el estatus del gobierno palestino se negociaría en 1996. Los aspectos más polémicos, como el estatus de Jerusalén, la cuestión de los refugiados, las fronteras definitivas, los asentamientos israelíes en territorios palestinos y la seguridad quedaron excluidos.

Los acuerdos de Oslo fueron el producto de la lucha del pueblo palestino, que en 1964 fundó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), la cual recibió un amplio reconocimiento internacional como legítimo representante del pueblo palestino. En 1987 la OLP, bajo la dirección de Yasir Arafat, protagonizó un levantamiento general (intifada) en respuesta a la ocupación de sus territorios por parte de Israel.

El proceso siguió avanzando con la firma de otros acuerdos en 1995, pero se vio seriamente afectado por el asesinato ese mismo año en Tel Aviv de Isaac Rabín perpetrado por un joven de 27 años vinculado a la ultraderecha.

Las acciones de los grupos extremistas, tanto israelíes como palestinos, se erigieron en un serio obstáculo a la paz. Con la llegada a la Casa Blanca del presidente George W. Bush Estados Unidos echó a un lado su condición de mediador en el conflicto para volver a ser parte de él, asumiendo posiciones a favor de Israel.

Uno de los mayores obstáculos a la paz ha sido la posición de Israel de continuar con los asentamientos judíos en territorio palestino, una política que ha recibido la condena casi unánime de la comunidad internacional.

Los despiadados ataques que actualmente lleva a cabo Israel contra los palestinos y la posición de Estados Unidos y otras grandes naciones de apoyo a Israel retrotraen el proceso a uno de los puntos más críticos de toda su historia. Obviamente, el grupo de cabildeo pro israelí, el más poderoso de Estados Unidos, ha tenido mucho que ver con la actual posición del gobierno de Barack Obama, quien designó como su enviado especial para las conversaciones de paz en Oriente Próximo a Martin Indyk (dimitió a finales de junio pasado), un hombre que inició su carrera política trabajando para el AIPAC, la organización pro judía más poderosa de la unión americana.

El Infierno

Lo que más se parece al infierno aquí en la tierra es la situación que actualmente viven los palestinos en su propia casa, sobre todo en la franja de Gaza, un fragmento de Tierra Santa de 40 kilómetros de largo y 9.5 de ancho, donde viven “apiñados” 1.8 millones de personas, el 70 por ciento de las cuales ostenta la condición de refugiada.

Israel lleva a cabo un bloqueo de este territorio desde hace siete años, ejerciendo un férreo control de cinco de los seis puestos fronterizos, por donde solo pasa ayuda humanitaria, limitada a escasos productos. El bloqueo es responsable de la escasez de las cosas más elementales, como productos alimenticios, combustibles, energía eléctrica, detergentes, agua potable, medicamentos y un largo etcétera.

Según Naciones Unidas, la cantidad de personas que vive en la extrema pobreza se ha triplicado desde el inicio del bloqueo en junio de 2007. El 80 por ciento de los habitantes de Gaza vive de la ayuda humanitaria, una buena parte de la cual se pierde por los retrasos derivados de los controles israelíes. Según la ONU el 60 por ciento de los gazatíes vive en situación de inseguridad alimentaria.

Todos los reportes de prensa señalan como uno de los problemas más serios en Gaza la poca disponibilidad de agua, ya que el único acuífero del territorio se encuentra contaminado en más de un 90 por ciento. Los estudios realizados al respecto indican que Gaza será un territorio inhabitable para el año 2020, debido al problema de la falta de agua potable.

También es sumamente crítico el problema de la salud, ya que la falta de combustible impide el funcionamiento de las unidades de cuidados intensivos, los centros de diálisis, bancos de sangre, incubadoras, etc. Para colmo, los enfermos confrontan dificultades para procurar asistencia médica en otros lugares debido al cerco impuesto al territorio por los militares israelíes, que impone severas restricciones al libre tránsito. Se ha dicho que los gazatíes viven en una situación de cautiverio colectivo.

Los problemas en este territorio se han visto agravado por el cierre casi permanente del sexto puesto fronterizo que comunica a Gaza con Egipto, a través del cual los habitantes de la zona se abastecían de combustible y otros productos esenciales. Su cierre se debe a las quejas de Israel sobre tráfico de armas por parte del grupo Hamas.

Las víctimas de la operación militar israelí son en su inmensa mayoría civiles inocentes. Se trata de la cuarta campaña militar contra Gaza desde el año 2006, las cuales, por su efecto devastador, pudieran compararse con el tsunami que afectó Fukushima en el año 2011.

En esta como en las anteriores se aplica un castigo colectivo que para nada toma en cuenta la seguridad de los civiles y en donde se convierten en objetivos militares hospitales, escuelas, residencias, templos religiosos, depósitos de agua potable y toda la modesta infraestructura palestina.

Israel invoca el derecho a la autodefensa. Probablemente Hamás no ha ejercido una administración responsable del territorio de Gaza, pero el castigo colectivo, el asesinato de personas inocentes, son acciones claramente contrarias al Derecho Internacional.

Israel mantiene ilegalmente ocupados los territorios palestinos, sometiendo a su población a un inhumano castigo que se ha extendido impunemente por años. ¿Acaso puede semejante agresor, que cuenta con uno de los ejércitos más poderosos del mundo, invocar derecho alguno a la autodefensa frente a un adversario que ni siquiera cuenta con un ejército y que puede ser considerado con toda justicia como el agredido?

La actual campaña militar israelí contra el territorio de Gaza y sus habitantes tendrá que detenerse como las anteriores. Pero nada se habrá conseguido con ello, que no sea sembrar más odio.

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