Del Partido

Para el Partido de la Liberación Dominicana, el diálogo, la concertación, la unificación de criterio nunca ha sido una reacción coyuntural, ni mucho menos un pretexto para solapar propósitos ulteriores.

En la esencia del PLD está la vigencia de los métodos democráticos de gestión, desde que Juan Bosch concibiera la idea de creación de esta colectividad política fundada en el año 1973, junto a un grupo de dirigentes con visión de futuro y vocación de servicio al país.

El de estos días es un ejercicio más de los que, en las lides políticas y las jornadas sociales, han desarrollado los músculos del partido morado de la estrella amarilla, orientado siempre a las mejores causas y al bienestar de las mayorías.

Afincado en claras posiciones, el partido de Bosch nunca ha rehuido la discusión, que siempre ha sido parte de su cotidianidad, y que desde los inicios se expresó a través de propuestas razonables para la solución de los problemas nacionales y la satisfacción de las necesidades del pueblo.

Esa es la historia, documentada en el ideario del ex presidente Bosch, y en el accionar de quienes le han venido sustentando sus anhelos de desarrollo y prosperidad para esta nación, sus mujeres y sus hombres.

El PLD, a través de la comisión que le representa en el más reciente escenario de discusión, ha dicho y reiterado su disposición a seguir dialogando sobre los temas propuestos con la predisposición a escuchar a todos los que entiendan tienen algo que aportar sin pretender suplantar instancias constitucionales a las que están reservados otros aspectos.

Los temas en discusión

El PLD persiste en la presentación, de común acuerdo con las demás organizaciones, de un Proyecto de Ley de Partidos y Agrupaciones Políticas, y el de Régimen Electoral, a pesar de que la oposición nunca estuvo interesada en el diálogo para consensuar dichas leyes como demuestran sus actuaciones.

Su retiro del escenario organizado por monseñor Agripino Núñez Collado, simplemente fue otra torpe jugada, de las que utilizan cuando no logran sus efectos las públicas y solapadas pretensiones, ni las campañas mediáticas, cada vez peor disimuladas.

El coordinador de la comisión designada por el Comité Político que representa al PLD en el dialogo, el ex vicepresidente de la república, Rafael Alburquerque, ha sido lo suficientemente explícito.

“Desde la primera reunión convocada por monseñor Agripino Núñez comenzaron a buscar pretextos. Primero fue que se convocaran a todos los partidos; luego, que se oyera a la sociedad civil; y luego, que está última participara en las reuniones en calidad de acompañante”.

Pero, “su fin único: era “que se negociara con ellos los nombres de las personas que integrarían la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral y la Cámara de Cuentas, en desconocimiento y violación a la institucionalidad democrática del país”.

El PLD quiere una ley de partidos y una ley electoral en las que todos aporten sus ideas, y con el respeto debido a la Constitución, y como siempre, en la selección de sus integrantes “se tendrá en cuenta la probidad, la integridad y la imparcialidad de quienes serán escogidos.

Pero esa actitud no es, ni será suficiente. Los opositores ahora quieren distraer al presidente Danilo Medina de sus responsabilidades gubernamentales para involucrarlo en un tema que es de la competencia de las cámaras legislativas: la elección de los integrantes de la Cámara de Cuentas, del Tribunal Superior Electoral y de la Junta Central Electoral.

El miembro del Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana, Franklin Almeyda, dijo que el PLD no tiene candidatos para la Junta Central Electoral, está y estará abierto al dialogo, y recordó que los perfiles para integrar el organismo de comicios están detallados en las normas que rigen su escogencia.

Porque “Una cosa es tú escuchar los planteamientos y otra delegar para que escoja quien no está llamado a escoger”. Como ponerse de acuerdo, tampoco significa aceptar lo que diga el otro sin argumentaciones válidas, legítimas ni sinceras.

Ciertamente que la oposición al PLD siempre ha errado sus pronósticos porque los ha formulado en base a premisas pésimamente fundamentadas, y ésta vez no es diferente.

Piden la intervención de un presidente al que se niegan a reconocer, pese a lograr el respaldo de más del 62% del electorado en unos comicios que no contabilizan impugnación en un solo colegio electoral, legitimados por los observadores y la comunidad internacional.

En el PLD enfrentaron a quien no era candidato, y posteriormente viraron contra el árbitro, la JCE, mientras la opción peledeísta se agigantaba hasta lograr una victoria aplastante.

El respeto a las minorías, no importa lo minúsculas que sean, es propio de la democracia, un tema en que los opositores nada tienen que enseñarle al partido morado, ni a su gobierno, efectiva garantía para que no haya ingobernabilidad en el país.

Sin espacio para el chantaje

Los grupos aplastados por la voluntad popular en los comicios de mayo, ya deberían asimilar las lecciones de las consecutivas derrotas y comenzar a actuar con sensatez por el fortalecimiento de nuestra democracia y la superación de nuestros males ancestrales.

Pero de ninguna manera pueden pretender que se les traspase lo que la población les ha negado de manera reiterada, precisamente por su irresponsabilidad, y mal desempeño cuando les ha tocado gobernar.

Actuando con el debido comedimiento y respeto a las instituciones, la constitución y las leyes, podrían situarse en una posición que les permita aproximarse al partido más democrático de la República Dominicana, el PLD, sustento de la gobernabilidad, la estabilidad y el progreso.

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