Opinión

Es inocultable que la atmósfera de la estabilidad financiera internacional ha estado condicionada a la expansión y la transformación de las actividades financieras, fruto de que hoy en día existe un predominio a escala planetaria de los mercados financieros internacionales. El enorme crecimiento de los mercados financieros ha estado inflado por la capitalización mundial del mercado de valores y el peso especifico que tiene el capital financiero sobre el PIB de las economías desarrolladas y un porcentaje cada vez mayor del de las economías emergentes.

Pero es que el capital financiero suele concentrarse a nivel internacional en grupos reducidos, mediante fusión, o absorción, de instituciones bancarias que tienden a incidir en múltiples ramas de la esfera productiva para incursionar en las actividades económicas. Este dinamismo del capital financiero juega un rol fundamental en el proceso de globalización de los mercados financieros ya que de manera sistemática se moviliza entre la búsqueda del rendimiento y la incorporación de riesgos al mismo, lo cual se expande a los diferentes mercados extranjeros en su afán por la reproducción.

La literatura financiera suministra los argumentos teóricos que justifican que la globalización de la libre movilidad del capital se fundamenta en una macroversión del supuesto del mercado eficiente, el cual parte de que los mercados de capital libre de la intervención del Estado optimizan la determinación de precios de los activos de capital y la asignación eficiente de los recursos susceptibles de invertirse. Supuesto este que se fundamenta en la premisa de que los agentes económicos son maximizadores netos de riqueza y que el mercado suministra las informaciones con mayor calidad y eficiencia, por lo que esto va a incidir en una eficaz rentabilidad de los activos financieros.

Si bien ese enfoque ha convencido a muchos analistas y diseñadores de política económica, no menos cierto es que los acontecimientos de crisis de las últimas dos décadas han derrumbado dichos criterios. Como ejemplo palpables es que a raíz de la crisis financiera global del 2008 se ha demostrado que los mercados financieros no generan confianza si no son regulados, en adición está el hecho irrefutable de que en la actualidad la regulación global transita por una debilidad espantosa que deja al sistema financiero mundial en abierta fragilidad.

El flujo de capital que se moviliza en los mercados financieros, acompañado de productos e innovación financiera, han creado un ambiente financiero vulnerable, donde el peso de la herramienta reguladora muestra incapacidad de control y garantía del capital invertido por el público. Tal situación se explica en que las inversiones transnacionales han experimentado un espectacular crecimiento a raíz de la puesta en marcha de la desregulación financiera que ha tenido lugar en la década de noventa del siglo XX.

La expresión tangible de las inversiones en los mercados financieros es comprobable en el hecho de que en la última década de los noventa se pasó de un 47% de inversiones financieras a un 78% en 2012 y en el 2016 cerró con un 85.6% reflejando tal realidad una alta concentración del capital financiero especulativo que no se orienta a los sectores reproductivos de la economía. Esta movilidad del capital financiero de manera acelerada en etapas expansivas y se contraen en tiempos de crisis, generan grandes flujos de entradas o salidas masivas de activos que recalientan o enfrían la actividad económica, dando lugar a las denominadas burbujas financieras.

Para que se tenga una idea concreta de lo que esto significa, solo hay que observar que la inversión financiera transnacional creció hasta 2007 a un ritmo de cuatro veces más que el PIB mundial, esto es 233,5%, en tanto, el PIB lo hizo en un 130,6%. Pero resulta que posterior a la crisis financiera global, 2007-2012, el ritmo de crecimiento del PIB mundial no ha podido reencontrarse con su patrón de crecimiento promedio, realidad que permite llegar a la conclusión de que el capital financiero especulativo ha logrado una expansión inimaginable, mientras la economía mundial ha caído en un retroceso fruto de ese episodio de crisis financiera, con una contracción del 27% en la actividad económica mundial con oscilaciones significativas que han generado incertidumbre global.

La interpretación acerca del capital financiero es que en la actualidad los estados tienen una alta dependencia de los grandes flujos de capitales los cuales se están expresando a través del endeudamiento externo e interno, que hacen crecer la deuda pública. Los vasos comunicantes entre los estados y el capital financiero especulativo se gesta a través de los bancos de inversión que movilizan gigantescos recursos hacia el mercado para canalizarlo en la compra de bonos soberanos, la Bolsa de Valores y otros instrumentos de financiación internacional, lo que nos permite determinar que la estabilidad financiera está subordinada al capital especulativo, tanto en sector público, así como del sector privado.

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