Entre los pensamientos e ideario de Don Juan Bosch encontramos uno que poderosamente llama la atención, por lo que nos sentimos motivados a externar algunas inquietudes, por demás legítimas, como ciudadano que promueve la cultura de paz, y ante la discordia a que ciertos sectores políticos someten a la sociedad hoy día, sin prever que podríamos alcanzar la disociación.
Me refiero en particular al sencillo y profundo precepto que reza: “Nadie se muere de verdad si queda en el mundo quien respete su memoria”.
Este fue quizás el mayor ejemplo de vida de Don Juan, porque una garantía de la convivencia pacífica de los dominicanos, fue precisamente su moderna Constitución de 1963, su más valioso legado histórico, sin que ignoremos la continuidad de su ejemplo en la actualización del año 2010.
Ésta, que para algunos en un momento de nuestra historia representó un “simple pedazo de papel”, no menos cierto es que como consecuencia de su irrespeto vivimos reiteradamente la angustia, la desesperanza, el desorden institucional, el fomento de la corrupción, y el oscurantismo como política de Estado.
Pero, en contraposición también hemos vivido instantes gloriosos en su defensa pagados con sangre a borbotones.
Opiniones encontradas entorno al tema han creado un clima de intranquilidad e incertidumbre en la familia nacional, que no obstante ponen en evidencia la grandeza imperecedera de quien fuera el máximo líder de dos de los principales partidos políticos de nuestra democracia.
No porque yo lo diga, sino porque los más enconados enemigos de Don Juan hoy lo reconocen, tal y como se expresa en una frase atribuida al periodista Ramón Colombo: “Si en lo que vemos, si en lo que somos, si en lo que hemos alcanzado, si en lo que nos falta, si en lo que somos, si en lo que podemos ser, si en lo que luchamos, si en todo lo que es libertad de tránsito, de expresión del pensamiento, de trabajo; si en todo lo que es derecho ciudadano, derechos políticos, derechos constitucionales; si en cada hecho de libre protesta, si en cada demanda reivindicativa, si en cada conjunción de libertades soberanas está él”.
Por eso, para muchos dominicanos el mal denominado pedazo de papel resulta ser sagrado.