Opinión

Transcurridos ya cuatro meses, “nadie tiene una idea precisa de las dimensiones del cataclismo” que representa la pandemia provocada por el Covid-19. En palabras del periodista y sociólogo español Ignacio Ramonet: “La economía mundial se encuentra paralizada por la primera cuarentena global de la historia”. “Nunca se había visto la economía de todo el planeta frenar en seco”.

Uno de los efectos más perniciosos que dejará esta pandemia, después de los lamentables miles de muertos que ha causado por todo el mundo, serán los millones de personas que arrojará sin contemplación a la marginación en sus distintos niveles de pobreza y pobreza extrema, sobre todo en nuestra Latinoamérica, tenida como la región más desigual del planeta, donde se espera que solo en este año cerca de 30 millones de personas caerán en esta penosa condición.

Por otra parte, uno de los sectores más perjudicados con el cierre de las fronteras en la casi universalidad de países del mundo, lo es el transporte aerocomercial, cuya paralización igual generará más pobreza. Cerca del 90% de la flota mundial, estimada en aproximadamente 25 mil aviones, ha quedado en tierra, poniendo en riesgo de perder su empleo a un alto porcentaje de los 25 millones de personas (de las cuales 2.9 millones son latinas) cuyos salarios dependen de la industria de la aviación civil.

No se trata solo de que la pandemia ha provocado el inicio de una “crisis inédita”, sin precedentes en el dinámico y exigente sector de la aviación civil y el transporte aéreo, que cada año transportaba más de 4,000 millones de pasajeros entre los distintos puntos de la geografía planetaria; más bien, el fenómeno sanitario global ha colocado a esta industria prácticamente en un estado de colapso mundial. Las dimensiones y los efectos generados hace casi 19 años por los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 no suponen comparación con los desafíos que el Covid-19 le impone hoy a la humanidad.

No es para menos, con factores que ya antes dificultaban el negocio, como la competencia feroz y sin tregua entre líneas aéreas clásicas y otras de bajo costo; los altos precios del combustible; los obstáculos fiscales en algunos casos; los altos costos operacionales, ahora con pérdidas estimadas en miles de millones de dólares; así como las operaciones paralizadas, sin fecha exacta para reiniciar, situación que antes que todo, impondrá a muchos gobiernos e instituciones financieras ambiciosos planes de salvamento que eviten la bancarrota total o en cascada de importantes líneas aéreas del mundo.

Con el turismo como actividad hermana de la aviación, igualmente de “capa caída”, duramente golpeada por los efectos de un virus que ha obligado a las personas a recluirse en sus hogares, como enemigo declarado de los viajes y del turismo, lo que ha hecho que los dos sectores unan
propósitos, en el entendido de que uno depende del otro, y viceversa, a la hora de iniciar los planes de recuperación que les permitan volver a ser generadores de riqueza para nuestros países.

Entidades líderes del ámbito aeronáutico como la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), la Asociación Internacional de Transpore Aéreo (IATA por sus siglas en inglés), el Consejo Internacional de Aeropuertos (ACI), la Comisión Latinoamericana de Aviación Civil (CLAC), y la Corporación Centroamericana de Servicios de Navegación Aérea (COCESNA), conscientes del drama crucial que vive la industria, han iniciado contactos y reuniones virtuales con las autoridades aeronáuticas de los distintos países, tendentes a explorar todas las posibilidades de un reinicio gradual en la medida que las circunstancias sanitarias de cada nación vayan permitiendo la reapertura de sus fronteras aéreas.

Antes, sin la existencia de una vacuna contra el Covid-19, las líneas aéreas, en base a la cooperación, la coordinación y el liderazgo de la OACI y la Organización Mundial de la Salud (OMS), deben consensuar estándares de bioseguridad como claves para comenzar a devolver la confianza al público, y que este vuelva a viajar confiado de que no va ser contagiado, para lo cual será preciso, mientras tanto, como ya lo han decidido algunas líneas aéreas de forma unilateral, el uso obligatorio de guantes, mascarillas y la realización de pruebas rápidas antes de abordar, entre otras medidas preventivas.

El mundo moderno y la dinámica comercial no se conciben sin el avión como medio de transporte por excelencia para personas y cargas, por lo que su recuperación resulta prioritaria, y debe ser fruto de otro gran esfuerzo de todas las partes involucradas en el sistema, incluyendo de forma preponderante los gobiernos nacionales, y sus autoridades aeronáuticas y sanitarias

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