Medio Ambiente

Por Cira Rodríguez César*

La caza furtiva, la trata y el movimiento ilegal de grandes volúmenes de varias especies protegidas y sus productos derivados por fronteras regionales, nacionales e internacionales es un problema extendido a nivel global que debe detenerse con urgencia.

Un informe reciente de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Undoc, por sus siglas en inglés) asegura que en los últimos 10 años esta modalidad del mercado ilícito se ha generalizado en 150 países, con afectaciones a más de seis mil especies de plantas y animales entre 1998 y 2018.

No obstante, en 2019 y la primera mitad de 2020 también se han continuado viendo varias incautaciones importantes de marfil, cuernos de rinocerontes, pangolines y palo de rosa.

Tal tráfico clandestino impacta directamente en las especies en extinción, por lo que entre las mercancías más consumidas se encuentran los derivados provenientes del tigre y las maderas preciosas.

Actualmente, estos productos se pueden encontrar de manera ilegal en mercados electrónicos especializados, provocando que su venta y compra se expanda con mayor facilidad y tenga alcances globales.

El reporte de esa oficina de la ONU sentencia que ‘los delitos contra la vida silvestre tienen implicaciones negativas para el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la seguridad y la salud pública’.

De acuerdo con esa entidad el tráfico ilegal de vida silvestre, no sólo incluye mamíferos, sino también reptiles, corales, pájaros y peces, datos recopilados de conjunto con la secretaría de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre, que registró casi 180 mil incautaciones hasta el 2017.

Tales cifras no recogen a miles de especies que no pudieron detenerse y las obtenidas en la caza ilegal, generalizada en varias partes del mundo.

Resulta relevante en el actual escenario de pandemia por la Covid-19 y sus graves consecuencias sobre la vida humana y la economía el impacto global de las enfermedades zoonóticas, para las cuales el comercio legal e ilegal de vida silvestre es un vector importante.

Según la Undoc, la interacción animal- humano, cada vez es más frecuentes y acrecienta la probabilidad de transmisión de patógenos entre ambas especies, por lo que resulta impostergable su control ya que la flora y la fauna conseguidas de manera ilegal está al margen de cualquier regulación sanitaria y expone a las personas a la transmisión de nuevos virus.

Estudios realizados por la Organización Mundial de la Salud exponen que las enfermedades zoonóticas representan hasta el 75 por ciento de todas las infecciones emergentes e incluyen al SARS-Cov2, causante de la Covid-19.

En tal sentido, la Undoc plantea que los pangolines, cuestionados como una fuente potencial de coronavirus, son los mamíferos salvajes más traficados en el mundo.

También asegura que sin interferencia humana en la captura, sacrificio, venta, tráfico, comercio y consumo de esa y otras especies, la evolución y transmisión del nuevo coronavirus hubiera sido altamente improbable.

Amenaza mundial desapercibida

Desde los rinocerontes y elefantes, los grandes felinos y tiburones, hasta los pequeños caballitos de mar, cientos de especies en peligro son víctimas de caza o pesca ilegal para su comercialización en el mercado negro.

Esa compraventa de animales y plantas es actualmente tan diverso, que ninguna variedad representa más del cinco por ciento de las incautaciones, tampoco hay un solo país que sea la fuente de más del nueve por ciento de los envíos capturados.

Hasta el momento se han identificado sospechosos de este tipo de trueque en más de 150 naciones, lo que ilustra que en realidad se trata de un problema mundial.

Organizaciones contrarias al tráfico de especies salvajes plantean que esta práctica es el cuarto comercio ilegal en el mundo con un volumen de negocio de 20 billones (mil millones) de euros anuales, por encima de la pesca ilegal (el 25 por ciento de las capturas entran en esta categoría) que alcanza entre nueve y 20 billones por año.

Además, ‘no solo impactan en la biodiversidad, sino que constituyen una amenaza para la salud humana’, sentenció la ONG Fondo Mundial para la Naturaleza, conocida por WWF.

Dicho tráfico es la segunda mayor amenaza para la biodiversidad mundial, después de la destrucción del hábitat.

En tal sentido, advierte que ‘será necesario replantearse la prevención y lucha contra futuras pandemias’ y para ello ‘es fundamental entender los procesos que pueden originar esta y otras epidemias globales que nos han afectado en los últimos años, asumiendo el vínculo entre la salud de las personas, los animales y los ecosistemas’.

Diferentes estudios científicos han demostrado que cuando la naturaleza se altera o destruye, se debilitan los ecosistemas naturales y se facilita la propagación de patógenos.

Vida silvestre en línea

La Undoc precisa en su informe que en la actualidad al igual que muchos otros mercados, el comercio de la vida silvestre se mueve en línea, por lo que la venta de reptiles como mascota se ve cada vez más en las redes sociales o en internet, pero con muchos cambios de plataforma cuando quienes las controlan son descubiertos.

Según los expertos se trata de un negocio particularmente difícil de atacar debido a su naturaleza oculta, los marcos regulatorios limitados e inconsistentes y las pocas capacidades especializadas de aplicación de la ley.

Además, estos flujos de compra-venta ilegales en muchas ocasiones terminan alimentando mercados lícitos, como ocurre, por ejemplo, con las pitones traficadas como mascotas, para que sus pieles se conviertan en bolsos y zapatos, su carne en alimento y sus órganos en medicina tradicional.

Otro tanto ocurre con el tráfico de los cuernos de rinoceronte y los pangolines, que aunque es ilícito internacionalmente, los volúmenes de incautaciones van en ascenso.

Y aunque este delito es grave por afectar la biodiversidad, la salud humana, la seguridad nacional, el desarrollo socioeconómico, y llenar los bolsillos de los malhechores, las cantidades que mueve son cada vez mayores.

Una tendencia para la cual, asegura la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito, hace falta un mayor compromiso político y cooperación entre países para interrumpir y desactivar a las organizaciones criminales.

· De Prensa Latina

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