SANTO DOMINGO, el 16 de noviembre de 1914, el Presidente de la República, doctor Ramón Báez, emitió un decreto en virtud del cual dispuso que el Instituto Profesional cambiara su nombre por el de Universidad de Santo Domingo.
Con la disposición la entidad académica volvió a sus orígenes que la consagran como la primera universidad fundada en América.
El 28 de octubre de 1538, el Papa Paulo III, emitió la bula In Apostulatus Culmine, en virtud de la cual le concedió la categoría de Universidad al centro de estudios generales Santo Tomás de Aquino, dirigido por los padres dominicos.
La bula expresa que la Universidad gozará de “todos y cada uno de los privilegios, indultos, inmunidades, exenciones, libertades, favores y gracias, que así en la Universidad de Alcalá como en la de Salamanca o en otra cualquiera de los Reinos de España”.
La Universidad Santo Tomás de Aquino, hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo, fue el primer centro dedicado a la enseñanza de educación superior establecido en América, lo que constituyó un acontecimiento de gran trascendencia histórica, cultural y científica para la isla de Santo Domingo en la primera mitad del siglo XVI.
La bula había sido solicitada por la orden de los Predicadores dedicados a la enseñanza desde el año 1510, donde mantenían el «Estudio General» en el Convento de los Dominicos. La Universidad inició sus programas organizados en cuatro Facultades: Teología, Medicina, Derecho Civil y Canónico, Artes: Las siete artes liberales.
La Universidad de Santo Tomás de Aquino gozó de prestigio académico en todo el continente. A ella acudieron durante tres siglos, religiosos e intelectuales para dedicarse al quehacer universitario: de aprender, enseñar e investigar los distintos aspectos del conocimiento humano.
En la Universidad de Santo Domingo se formaron jóvenes de la región, quienes luego contribuyeron a la creación de dos nuevas Universidades en el continente, la de Santiago de León, en Caracas, Venezuela, el 22 de Diciembre de 1721, bajo la cédula Real de Felipe V y la de La Habana, Cuba en 1728, por gestiones iniciadas por Fray Diego de Mendoza, Sacerdote Dominico que residió en Santo Domingo.