Los griegos de los tiempos homéricos conmemoraban con un banquete la muerte de sus amigos. Todavía hoy muchos pueblos del mundo, incluso de América, tienen ese rito. Un poeta dijo que despedirse es morir un poco, de manera que en cierto sentido se justifica que en las vísperas de nuestra partida estemos reunidos aquí, comiendo. Sin embargo, nunca nada tiene un solo aspecto. En términos de volúmenes, nada se parece tanto a la vida como la moneda que tiene dos caras, y si como despedirse es morir un poco, recordar, y todos lo sabemos, recordar es vivir.
Nos iremos de México recordando a México, y en México y con México a todos ustedes. Más aún estamos en México y estamos recordando a México.
Excelentísimo señor Presidente: yo no voy a brindar por su ventura personal porque su ventura es la de México y México bajo su gobierno es venturoso. Tampoco voy a brindar por México. Voy a brindar por la esperanza y la fe de que en esta América, nosotros, los hombres de responsabilidades de realizar historia, gobernantes, industriales, escritores, artistas, puedan reunirse de tarde en tarde con este sentimiento fraternal con que nos hemos reunido los dominicanos y los mexicanos en el paisaje espléndido de México, porque si esto se logra, América realmente no tardará en ser una unidad.
No sé en qué medida de tiempo los resultados de esta conducta de los dominicanos con México se harán apreciar en la República Dominicana. De lo que sí estoy seguro es de que lo que hemos aprendido aquí, y entre ello no es lo más pequeño, el hecho de que nos queremos. Lo que hemos aprendido aquí dará su fruto allá. Por eso brindo, señor Presidente, porqu e usted ha contribuido con su generosa invitación y con su generosa oferta de ayuda técnica y cultural y de amor a la República Dominicana a este crear permanente y constante de América a que nos debemos todos los hijos de América.
Nos vamos mañana y desde ahora nos duele. Muchas gracias, señor Presidente.