China es actualmente el mayor inversor en Afganistán, en donde dedica 10 mil millones de dólares a la explotación de la mina de cobre de Aynak, una de las mayores reservas de metal del mundo. En los últimos años el comercio bilateral ha crecido a un ritmo promedio de 800 por ciento anual. Diplomáticos occidentales critican la creciente presencia china en Afganistán, asegurando que Beijing hace negocios mientras los países aliados financian la guerra contra el terrorismo y mandan sus soldados a morir. China, en cambio, defiende sus inversiones como un aporte a la reconstrucción del país.
El 7 de octubre de 2001, aprovechando la conmoción mundial provocada por los ataques del 11 de septiembre y el apoyo casi unánime recibido de su pueblo por el gobierno de George Bush, Estados Unidos, a la cabeza de una coalición de aliados, inició los bombardeos en Afganistán, denominado por algunos como la tumba de imperios.
En los primeros tres meses de operaciones militares fueron descargadas 10 toneladas de bombas sobre ese país, donde no había un solo objetivo cuyo costo se acercara al de uno solo de los misiles inteligentes utilizados en los ataques.
El objetivo confeso de esa intervención militar era derrocar al gobierno de los Talibanes, destruir las bases militares de los terroristas de Al Qaeda y apresar a Osama Bin Ladem, a quien se señalaba como autor intelectual de los atentados terroristas en Estados Unidos, y acabar con el tráfico de drogas.
Sin embargo, desde el principio quedó claro que la lucha contra grupos terroristas, distribuidos en un inmenso y sinuoso territorio y con probada capacidad para concentrarse y dispersarse rápidamente, no podía librarse eficientemente con esquemas de guerra convencional.
La lucha contra el terrorismo se utilizó de pretexto para poner en marcha el plan más ambicioso de Estados Unidos para consolidar su posición como única superpotencia tras la caída del Muro de Berlín.
Dicho plan contemplaba establecer en el mismo corazón del Asia Central una red de bases militares, justo en las cercanías de Rusia, Irán y China, para viabilizar la explotación de los recursos energéticos y minerales de la zona, particularmente el proyecto de construcción de un gasoducto que garantizara el transporte de este combustible desde la ex república soviética de Turkmenistán hasta al Mar Arábigo.
Pero esa era solo una parte del plan de Estados Unidos, que ya para entonces tenía claramente identificados sus principales competidores y un norte bien definido. La otra parte de ese gran plan era la ocupación de Irak, país que serviría de plataforma para la ejecución de un ambicioso proyecto de reorganización geopolítica de Oriente Medio, que abarcaba la ocupación de los países que integraban lo que la administración del presidente George Bush denominó “El Eje del Mal” (Irán, Siria, Libia, Somalia y Corea del Norte). Logrado esos objetivos y con el control de la mayor parte de los recursos petroleros del mundo y de las principales rutas de abastecimiento, Estados Unidos quedaría en condiciones de impulsar gradualmente la conformación del ordenamiento mundial del siglo XXI conforme sus intereses vitales.
El plan tenía lógica y lucía factible si se toma en consideración el tamaño del poderío militar norteamericano, la correlación de fuerzas entonces existente y las características de la zona a intervenir, que aportaría los recursos para financiarlo.
Las cosas, sin embargo, no han salido como este país esperaba. Trece años después del inicio de aquella aventura ninguno de los objetivos se han podido materializar, estando ahora las cosas peor que en sus inicios. Veamos:
1.- Estados Unidos nunca ha podido asumir el control pleno del territorio de Afganistán ni acabar con los grupos terroristas ni hacer del país un lugar seguro. De hecho, los talibanes, que pasaron por un proceso de recomposición, controlan gran parte del país y hoy en día el propio gobierno afgano exige a Estados Unidos el inicio de un diálogo serio con los insurgentes;
2.- El descontento de la población no puede ser mayor debido a los constantes ataques que terminan afectando a la población civil;
3.- El proyecto del gasoducto que uniría el Caspio con el Indico (Turkmenistán, Afganistán, Pakistán e India) tuvo que ser abandonado después de millones de dólares invertidos por las compañías petrolíferas debido al sabotaje de los talibanes y al boicot de Rusia y China;
4.- China es actualmente el mayor inversor en Afganistán, en donde dedica 10 mil millones de dólares a la explotación de la mina de cobre de Aynak, una de las mayores reservas de metal del mundo. En los últimos años el comercio bilateral ha crecido a un ritmo promedio de 800 por ciento anual. Diplomáticos occidentales critican la creciente presencia china en Afganistán, asegurando que Beijing hace negocios mientras los países aliados financian la guerra contra el terrorismo y mandan sus soldados a morir. China, en cambio, defiende sus inversiones como un aporte a la reconstrucción del país.
5.- Estados Unidos ha entrado en serias contradicciones con Pakistán, su aliado fundamental en la zona. Este país fue parte de la India y mantiene con ésta nación serios conflictos territoriales. Estados Unidos, en su afán de contener a China y distanciarla de India, ha decidido exponer sus relaciones con Pakistán procurando un acercamiento con el segundo país más poblado del mundo. India, sin embargo, ha respondido más positivamente a los esfuerzos de China por distender las relaciones indio-pakistaníes y crear un ambiente propicio para una colaboración estrecha con las dos naciones. Por otro lado, Islamabad, en abierto desafío a las autoridades norteamericanas, optó por impulsar el viejo proyecto de construcción del gasoducto de Solh para llevar gas desde Irán, pudiendo llegar hasta China. En adición a esto, el 18 de febrero pasado Pakistán cedió a la empresa China Overseas Holdings Limited el control del puerto de Gwadar, ubicado cerca del estratégico estrecho de Ormuz, en la salida del Golfo Pérsico, por donde pasa el 35 por ciento de todo el petróleo que se comercializa en el mundo. Estados Unidos impide que la compañía China asuma el control de dicho puerto, por temor a que Beijing construya allí una base naval, según se ha dicho.
6.- A finales de este año debe culminar la misión de la OTAN en Afganistán. Estados Unidos pretende mantener cierta presencia militar allí, pero el acuerdo en tal sentido con el gobierno afgano, increíblemente, no ha resultado muy fácil. El presidente Hamid Karzai ha exigido que Estados Unidos ponga fin a las operaciones militares que están causando centenares de muertos entre civiles y que inicie negociaciones de paz con los talibanes con miras a firmar un acuerdo de seguridad. El mandatario también se ha opuesto a otorgar inmunidad a los soldados estadounidenses. Durante un encuentro reciente con Karzai en la ciudad rusa de Sochi, donde se celebraban los juegos olímpicos de invierno, el presidente chino, Xi Jinping, dijo que “China apoyará con firmeza los esfuerzos realizados por Afganistán encaminados a salvaguardar la independencia, la soberanía y la integridad territorial nacionales, así como un proceso de reconciliación nacional dirigido y realizado por los afganos”.
7.- Mientras que Afganistán produjo sólo 185 toneladas de opio al año bajo el régimen talibán, según las estadísticas de las Naciones Unidas, desde la invasión liderada por Estados Unidos la producción de drogas ha aumentado a 3.400 toneladas anuales. En el 2007, el comercio de opio alcanzó una producción estimada de 8.200 toneladas, la más alta de todos los tiempos.
Tanto en Afganistán como en Pakistán hay un fuerte sentimiento anti norteamericano como consecuencia de los constantes bombardeos que afectan a la población civil. Esto es lo que explica la forma en que se le ha contado al mundo la historia de Malala, la niña pakistaní que sobrevivió al salvajismo fundamentalista, que incluso llegó a sugerirse como candidata al Premio Nobel de la Paz.
La realidad es que, mientras Estados Unidos, después de tantos años de esfuerzo en la zona, tiene que emplearse a fondo para mejorar su imagen presentando el rostro horrible del mal que dice combatir, Rusia, China, Pakistán, India e Irán imponen poco a poco sus intereses en toda el Asia Central. Y hasta el propio gobierno de Afganistán se le torna difícil a la administración de Barack Obama, que en realidad heredó todo ese desastre del gobierno de Bush.