Opinión

Stephen Richards Covey, afamado escritor norteamericano, nació en Utah el 24 de octubre de 1932 y falleció en Idaho el 16 de julio de 2012. Es muy conocido en el mundo literario por su libro “Los 7 hábitos de la gente eficaz”.

Otra de sus obras relevantes lleva como título “El liderazgo centrado en principios”. En el capítulo 9 de este último volumen su autor enuncia: “El verdadero poder de liderazgo dimana de poseer un carácter honorable y del ejercicio de ciertas reglas y principios del poder”.

Destaca tres tipos de poder: uno basado en el miedo que infunde quien lo detenta, otro basado en el clientelismo o poder utilitario, y un tercero que descansa en el honor, el comportamiento ético, el compromiso de hacer lo correcto, la persuasión, la consistencia, la integridad. Ser íntegro implica para Covey: “armonizar honestamente las palabras y los sentimientos con los pensamientos y los actos, con la única aspiración de hacer el bien a los demás, sin la menor malicia ni deseo de engañarlos, de aprovecharse de ellos, de manipularlos ni de controlarlos; revisando constantemente el propio empeño a medida que se lucha por la congruencia”.

Stephen enarboló tres constantes en la vida de una persona: la inevitabilidad del cambio, el valor de los principios y una perenne capacidad para elegir nuestro accionar. El 30 de junio de 1909 nacía Juan Bosch, modelo criollo de hombre de letras, cuyas energías mentales serían empleadas en la hermosa empresa de ayudar a labrar un mejor futuro para su pueblo. La fuerza tiránica de Trujillo no fue capaz de quebrar la voluntad de luchar por cambiar las condiciones en que vivía su país, eligiendo el exilio antes que manchar el honor.

A su regreso del exilio comprendió la necesidad de educar y organizar a los hombres y a las mujeres de pensamiento y corazón sano dispuestos a abrazar los ideales a favor de una nación libre, próspera e independiente, tal cual lo soñara el patricio Juan Pablo Duarte.

Sabía que para el logro de tan sublime objetivo se requería hacer uso del poder político y para adquirir éste último hacía falta un instrumento que sería el Partido de la Liberación Dominicana. En el primer congreso del PLD don Juan decía: “Hay que hacer del peledeísmo una escuela de convivencia, que atraiga a los que en nuestro país desean integrarse en círculos amplios, serios y limpios de hombres y mujeres con preocupaciones patrióticas y sensibilidad social”.

En el tercer congreso partidario Bosch, al referirse a los Organismos Especiales comentaba: “…son profesionales de serios sentimientos patrióticos que se han organizado en el Partido para servirle a su pueblo, no para servirse a sí mismos, y al escribir las últimas cuatro palabras se repite para mí, como si estuviera viéndolo de nuevo, lo que leí en una habitación humilde de Managua escrito en negro sobre una pequeña tabla pintada de blanco, que fue esto; “El que no vive para servir no sirve para vivir”.

De haber leído la hoja de vida de Juan Bosch, probablemente Stephen Covey habría tomado al intelectual dominicano como el líder arquetipo de carácter y honestidad.

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