Opinión

Cuando hablamos de cuestiones financieras, es común ver muchas personas que afirman tener problemas con entidades bancarias o con personas que se dedican a los préstamos, con tarjetas de crédito o con inversiones que resultan ser engaños piramidales. En el mundo en que vivimos, es común encontrarse este tipo de situaciones, que no son más que el resultado de nuestra falta de educación financiera.

Como lo plantea la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), necesitamos “mejorar [nuestra] comprensión de los productos financieros, sus conceptos y riesgos” con el objetivo concreto de “adquirir mayor conciencia de los riesgos y oportunidades financieras, tomar decisiones informadas, saber dónde acudir para pedir ayuda y tomar cualquier acción eficaz para mejorar su bienestar”.

Escribía recientemente Alejandro Fernández W., de Argentarium: “El dominicano no le tiene miedo a la deuda […] resulta que de toda la región, según el Banco Mundial, la población dominicana es la segunda más propensa a buscar financiamiento con terceros.”

El problema es que cuando vemos los financiamientos que toman las clases más vulnerables, la mayor parte de las veces, son para cuestiones no productivas, a altas tasas y con una presión sobre sus ingresos que sobrepasa sus posibilidades. Es un círculo vicioso de la necesidad económica de una persona, que lo lleva a tomar malas decisiones.

Si estas son circunstancias comunes en las clases sociales más pudientes, imagínense en las clases más necesitadas y carenciadas. Aunque con montos menores, las personas en situación de pobreza están en constante lucha con este tipo de situaciones, lo que les impide desarrollarse y hacer las inversiones que requiere su familia.

Un estudio con una muestra de 919 personas beneficiarias de los programas sociales, es decir, personas en estado de pobreza o vulnerabilidad, que fuera realizado por el Gabinete de Políticas Sociales, plantea que: 36.8% de las personas de menos recursos nunca han ido a una institución del sistema financiero; 56.8% no dispone de cuenta de ahorro o crédito; y lo más preocupante, 93.7% nunca ha recibido orientación o capacitación financiera.

La reciente crisis económica internacional es una de las razones por las cuales debemos dar importancia a este tema de la educación financiera. Nunca antes en la historia mundial, las decisiones financieras de un colectivo, por reducido que sea, han tenido tanta influencia en la capacidad económica de una sociedad.

Además, en un país como el nuestro, donde la mayor parte de la población aún no está bancarizada, es decir, no tiene relaciones formales con el sistema financiero, es importante educar para la toma de decisiones inteligentes.

Para el caso de las personas de escasos recursos, la educación financiera debe apuntar hacia la planificación presupuestaria del hogar y de los micronegocios que emprenden. Además, debemos desarrollar capacidades en orientación laboral, incrementar el ahorro doméstico y el uso responsable del crédito.

Como afirma Argentarium: “nuestras escuelas, nuestras autoridades, nuestras instituciones financieras y nuestras familias deberían todas abocarse a socializar muchos de estos conocimientos básicos utilizando los medios disponibles más efectivos.”

En el caso del Gabinete de Políticas Sociales, iniciaremos con un plan piloto de 2,300 personas y 180 capacitadores en el Distrito Nacional, para luego ir ampliando hacia toda la población que impactamos en todo el país. Se trata de llevar conocimientos de educación financiera a las personas de escasos recursos, para que manejen mejor su dinero y, en buen dominicano, “les rinda más”.

El economista Mahbubul Haq, quién fuera Ministro de Finanzas de Pakistán, decía: “la privación de una persona no radica en lo que esa persona no posea, sino en aquello que le incapacite para poseer logros favorables”. En este caso, las personas de escasos recursos no toman decisiones correctas con los pocos recursos que tienen, por la falta de educación financiera.

Un componente importante de la educación financiera es el enfoque de género. Nos queda pendiente determinar qué porcentaje de mujeres tienen conocimientos financieros en contraste con el número de hombres. Esto es importante, por la responsabilidad que tiene la mujer hacia el hogar y los hijos, y su capacidad de tomar decisiones financieras que afectan el día a día del hogar. La OCDE ha determinado que las mujeres son más vulnerables que los hombres en cuestiones financieras.

Otro tema importante es la medición del nivel de conocimientos en educación financiera, de acuerdo a los indicadores de la OCDE, cuestión que abordaremos desde el Gabinete de Políticas Sociales. Este organismo ha determinado indicadores que son importantes para la preparación de otras políticas públicas sobre educación financiera.

Educar en estos temas es aportar al desarrollo económico de las familias del país, cuestión necesaria para el futuro de la nación. Cuando se toman buenas decisiones financieras, se toman buenas decisiones para la vida de la persona y se impacta positivamente en el desarrollo económico del país y el desarrollo humano de los pueblos.

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