Opinión

Recientemente se celebró en el Centro de Convenciones de Miami la primera cumbre tecnológica de las Américas, eMerge Americas, que aspiraba a convocar toda la red latinoamericana relacionada con el mundo de la alta tecnología, en esa ciudad del Sur de la Florida.

En ese contexto, tres instituciones dominicanas, integradas por la Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE); la asociación de empresas que conforman el ClusterSoft; y el Parque Cibernético de Santo Domingo, que habían estado trabajando, en nuestro país, con la comunidad de empresas de tecnologías de la información y desarrollo de software, lanzaron la iniciativa o programa conocido como Dominicana Tech.

 

Ese programa consiste, en primer término, en estimular a jóvenes de talento de la República Dominicana, que serán identificados como «tech emprendedores», a crear y desarrollar empresas, en distintos ámbitos de la alta tecnología, con la finalidad de que se conviertan, no sólo en empresas locales dominicanas, sino en empresas globales.

En segundo lugar, el programa tiene como meta, la conformación de un fondo patrimonial, con recursos privados, que permita identificar y apoyar los mejores proyectos de innovación y desarrollo tecnológico, que tengan, al mismo tiempo, un potencial para competir en el mercado y tener éxito comercial.

Finalmente, lo que Dominicana Tech procura es generar un impacto en la economía nacional, al promover la atracción de inversión local y extranjera para el desarrollo de productos y servicios tecnológicos de alcance mundial; lograr la aprobación de un nuevo marco regulatorio que confiera incentivos al sector; estimular el registro de patentes y proteger el derecho de propiedad intelectual de nuestros productos.

De igual manera, impulsar la instalación de centros educativos de calidad para la formación de recursos humanos debidamente capacitados; construir la infraestructura adecuada para el funcionamiento óptimo de un ecosistema de innovación y conocimiento; y animar la aplicación de políticas públicas que posibiliten que durante la próxima década la República Dominicana sea reconocida como un centro global de desarrollo de alta tecnología.

Un secreto bien guardado

Naturalmente, al lanzarse la iniciativa de Dominicana Tech, ya nuestro país había realizado un encomiable recorrido que nos ha permitido conquistar algunos logros en el campo de la alta tecnología, aunque éstos, hasta la fecha, se hayan mantenido para la opinión pública nacional, como un secreto bien guardado.

 

El año pasado, por ejemplo, la ventas efectuadas por el país de productos y servicios tecnológicos, fue superior a los 400 millones de dólares. Eso significa que por ese renglón pudimos recibir ingresos mayores que los obtenidos con la exportación de productos tradicionales como el café, el tabaco o el cacao.

Del 2004 a la fecha, como consecuencia de haberse creado un Régimen Especial de Zonas Francas, se han instalado en el país 130 Centros de Contacto, o Call Centers, que ya están empleando cerca de 40 mil jóvenes, la mayoría de ellos bilingües y con formación técnica, los cuales trabajan en servir de apoyo a las labores de servicios profesionales establecidos fuera de las fronteras de nuestro territorio.

De esa misma fecha a la actualidad, se han incorporado cerca de 100 empresas de desarrollo de software y aplicaciones para teléfonos móviles, algunas de las cuales gozan de gran prestigio internacional. Eso, a su vez, ha permitido la contratación de centenares de ingenieros de sistemas y varios miles de programadores en esos nuevos establecimientos de servicios tecnológicos.

Inspirados por la Revolución tecnológica que estaba teniendo lugar en el mundo durante la década de los noventa, en el 2000, en la fase final de nuestro primer mandato presidencial, se construyó el Parque Cibernético de Santo Domingo, con la esperanza de que algún día llegase a convertirse en el Corredor Tecnológico de las Américas.

 

Con esa alta aspiración como meta, el parque se edificó, en lo inmediato, con el objetivo de diversificar nuestra economía, insertarnos en la entonces emergente industria de alta tecnología, incrementar nuestro PIB per cápita, mejorar nuestra productividad, reducir nuestros niveles de pobreza y promover una política de desarrollo sostenible incluyente.

Dentro del Parque Cibernético, logramos, entre otras empresas, la incorporación del NAP del Caribe, la cual ha sido un símbolo de éxito y un buque insignia de nuestro ecosistema tecnológico, al facilitar que la República Dominicana, luego de disponer de un centro global de acceso a internet, sea uno de los lugares del mundo con mayores niveles de interconectividad.

Actualmente, en el parque laboran más de 1,500 empleados, y nuevas empresas, en las áreas de biotecnología, tecnología de la información e industria del software, hacen esfuerzos por iniciar sus operaciones en ese centro.

En tiempos recientes, el NAP del Caribe ha duplicado la cantidad de espacio que utiliza dentro del parque para la realización de sus actividades empresariales.

Formación de recursos humanos

A pesar de los innegables avances obtenidos por nuestro país durante los últimos años en el área de alta tecnología, esos logros quedarían incompletos si no se hubiese prestado la debida importancia a la parte educativa o formación de recursos humanos.

En tal virtud, dentro del propio Parque Cibernético funciona el Instituto Tecnológico de las Américas (ITLA), con más de 2,000 estudiantes, la mayoría de ellos de origen muy humilde, los cuales, con becas del gobierno, cursan estudios en las áreas de Mecatrónica, Multimedia, Controles Automáticos y Manufactura, Robótica, Tecnología de la Información y Software.

 

Pero, a decir verdad, dentro del área educativa, desde nuestra primera gestión gubernamental, en la República Dominicana se ha venido trabajando en forma continua en la instalación de laboratorios tecnológicos en los distintos niveles del sistema escolar.

De igual manera, para enfrentar el desafío de la brecha digital, se instalaron Pequeñas Comunidades Inteligentes (LINCOS, por sus siglas en inglés), en comunidades rurales remotas. Luego, se construyeron proyectos como el de los Centros Tecnológicos Comunitarios (CTC), el de las Aulas Virtuales de Esperanza (AVE), con apoyo privado y el de las Bibliotecas Digitales.

Más recientemente, 16 universidades nacionales, con el apoyo del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, se han integrado al sistema del Parque Cibernético, y actualmente disponen, por vez primera en el sistema educativo nacional, de programas de incubación, innovación, emprendedurismo y desarrollo de planes de negocios.

Dos de esas universidades, ubicadas en Santiago de los Caballeros, se han enfrascado en la promoción de una iniciativa de Ciudad Inteligente. La Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PCMM), por ejemplo, se ha propuesto transformar a Santiago en un centro tecnológico de innovación, en las áreas de Ingeniería Industrial y Microelectrónica, en asociación con el Instituto Tecnológico de Rochester; y, por su parte, UTESA se encuentra en estos momentos en la construcción de un nuevo Parque Científico y Tecnológico.

Desde el 2005, el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), ha venido realizando una exitosa feria en el área de la tecnología, llamada «Intecnología», dedicada a crear y promover proyectos que estimulen el avance de la tecnología y la innovación en nuestro país.

En el 2012, un grupo de jóvenes dominicanos, a nivel de bachillerato, participó en la Primera Competencia de Robótica en los Estados Unidos, quedando en el puesto 16 de un total de 64 participantes. Con posterioridad, han vuelto a participar, obteniendo diversos premios y reconocimientos.

A partir de esas experiencias, se celebran en el país talleres de fabricación de robots. Diversos cursos de programación se llevan a cabo hasta nivel de escuela secundaria en varios liceos polítécnicos, y distintos centros de educación superior disponen de carreras en las diferentes áreas de alta tecnología.

A través de la empresa Matternet, un núcleo de jóvenes de alto talento ha encontrado la fórmula para la fabricación de drones, que ofrecen a distintas empresas para servicios de transporte de paquetes y mercancías; y otro grupo, visionario y emprendedor, tuvo la osadía de ir a China, constituir allí una compañía y empezar a fabricar tabletas electrónicas, que ahora han comenzado a colocar en varios mercados de América Latina.

En fin, con la iniciativa de Dominicana Tech lo único que se procura es poner todas esas energías y talentos en una sola dirección: la de convertir a la República Dominicana en un centro global de innovación y economía del conocimiento.

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