Opinión

El problema central de la educación dominicana es que no es esencialmente una educación para la vida, agravado ese problema porque la calidad ha sido prácticamente desterrada de ella o se ha convertido en una especie que vive un agresivo y acelerado proceso de extinción y desaparición.

Y hablamos de calidad tanto desde el punto de vista material como desde el punto de vista moral y humano.

Decimos que la nuestra no es una educación de calidad para la vida porque no forma ni prepara al estudiante para enfrentar los diversos problemas que se le presentan a diario en la sociedad y en el hogar. Esto significa que el sistema educativo dominicano no asume al educando como sujeto en una perspectiva de transformación consciente, para que él sea en el futuro un agente de cambio y de renovación en la sociedad.

La educación dominicana sigue basada, lamentablemente, en el memorismo y de que el educando sea un almacenador de algunos “conocimientos” para pasar asignaturas y nada más. O sea que lo importante es el título aunque el futuro bachiller o futuro profesional no sepa nada de nada. Una educación así está cerrada de antemano a la creatividad y a la posibilidad de desarrollar una conciencia crítica frente a todo, incluso frente al conocimiento mismo, por lo que está anulada, a su vez, la posibilidad real de que el estudiante quede convertido en un verdadero agente de renovación y de cambio en la sociedad al terminar el período de los estudios formales.

Una educación así está condenada al fracaso y condena a la esterilidad, a la postración y a la frustración al educando, en tanto y cuanto no desarrolla en éste sus capacidades, actitudes y valores en el marco de una conciencia crítica, objetiva y transformadora, es decir, no convierte al individuo en un sujeto consciente que sea incapaz de dejarse manipular o manejar por otros.

Desgraciadamente nuestro sistema educativo se ha convertido en una fábrica de analfabetos funcionales. Y este amasijo de analfabetos funcionales es un campo virgen donde florecen y campean por sus fueros, reproduciéndose en escala ampliada, el clientelismo y el populismo.

Así, la mayoría de los bachilleres dominicanos, egresados tanto de las escuelas públicas como de los colegios privados, no hablan ni leen ni escriben correctamente el español. Pero esos males estructurales o de fondo que arrastra consigo el bachiller dominicano de estos tiempos se reproducen a nivel universitario, de tal manera que son innúmeros los profesionales que no están en capacidad de escribir correctamente un párrafo.

Mi condición de catedrático en la UASD me ha permitido tratar permanentemente, durante más de 20 años, con estos defectos de fábrica que arrastran consigo la mayoría de nuestros bachilleres, no obstante el hecho de que estamos en la era de la revolución científico-tecnológica del conocimiento y de la información.

¿Acaso no resulta paradójico y contradictorio que esos defectos de fábrica se den con más fuerza en la era de la revolución del conocimiento y de la información?

Lo que pasa es que la educación tecnológica o digital en menores no supervisada permanentemente por los maestros y por los padres y no conectada a la educación material y humanística conduce al fracaso: la generación de deformaciones y distorsiones de todo tipo en la formación del estudiante.

La tecnología digital, que es tecnología de punta, y cualquier tecnología, es positiva en sí misma, pero cuando no se maneja adecuadamente puede producir efectos negativos y contraproducentes en el individuo.

El maestro debe ser siempre un referente del conocimiento, pero también un referente moral. Ambas condiciones deben estar presentes siempre en un docente, pero también en los funcionarios del Ministerio de Educación. No puede ni debe haber una actitud de derroche, de despilfarro y de desperdicio de recursos, rompiendo todos los parámetros de racionalidad, sobriedad y austeridad, máxime cuando se habla desde la trinchera del gobierno y del Estado de que los recursos son exiguos, insuficientes y escasos.

¿Se pueden resolver en el mediano plazo estos problemas de fondo de la educación dominicana sólo peinando o llenando de escuelas todo el territorio nacional? La obviedad salta a la vista: no.

Llenar o peinar de escuelas todo el país es un hecho totalmente positivo, pero sólo con esto no se resuelven los problemas estructurales de la educación dominicana para convertirla en una educación de calidad y en una educación para la vida o viceversa.

Lo anterior significa que hay que trabajar permanente y profundamente en los contenidos de la educación, y para ello es necesario que la educación dominicana sea plenamente laica, que esté desembarazada, que esté libre totalmente de los dogmas y credos de cualquier religión.

¿Cómo ese posible que con ese terrible problema de menores embarazadas que viene arrastrando la sociedad dominicana desde hace tiempo todavía no se hayan tomado medidas a nivel del sistema educativo nuestro para afrontar esta aguda y mayúscula crisis humana y social por la que atravesamos?

Ello precisa, y otros problemas igualmente graves como el sida, que el sistema educativo dominicano se aboque a una trasformación curricular profunda que responda siempre al principio y al criterio de la rentabilidad social.

La mujer nunca ha sido ni debe ser vista jamás como un objeto sexual, por lo que nadie debe oponerse al uso de condones y a la planificación familiar.

Desde ya en los nuevos contenidos de la educación dominicana tiene que estar para toda la vida una asignatura de educación sexual. Esta materia hay que impartirla desde el tercer o cuarto grado de la primaria.

Paralelamente con la educación sexual en las escuelas los padres y madres tienen que prepararse para educar sexualmente a sus hijos, de tal manera que esa educación en el hogar sea un brazo de apoyo o complemento de la educación que van a recibir los niños en las escuelas.

En esto nadie debe abrigar ni prejuicios ni complejos ni miedos ni vergüenza, porque la vida sexual y amorosa es muy normal y natural entre los seres humanos y entre todos los demás animales: la diferencia estriba en que entre los seres humanos esta actividad es racional y consciente y entre los demás animales es instintiva.

¿Por qué tener miedo y vergüenza a hablar y a discutir con los hijos y con los alumnos sobre una actividad que es tan normal y natural entre los seres humanos y que todos somos producto de ella?

En el hogar y en la escuela y aún en los medios de comunicación se ve este tema como un tema tabú.

Pero esa transformación curricular tiene que incluir necesariamente la reeducación del maestro que permita transformar su mente, su mentalidad y sus esquemas de razonamiento y de pensamiento para que pueda adaptarse a las nuevas circunstancias y a los nuevos tiempos de manera efectiva y productiva.

El sistema educativo tiene que trabajar dura y permanentemente en la transformación, actualización y renovación de la mente del maestro a través de la instalación y funcionamiento de un programa permanente de capacitación y actualización.

Todo lo anterior quiere decir que estamos llamados a impulsar de manera inaplazable la revolución de la calidad en la educación dominicana no sólo para adecuarnos a los códigos de los nuevos tiempos signados por la competitividad en el contexto de la globalización, sino para ampliar progresiva, dinámica y sostenidamente la modernización, el desarrollo, el progreso y el bienestar de la sociedad y de la gente.

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