Río de Janeiro. (Servicios especiales Vanguardia del Pueblo). Arouca, exvolante de la selección brasileña y actual jugador del Santos donde se inmortalizó Pelé, concedía una entrevista para la televisión a un costado de la cancha, hace unos meses, cuando hinchas rivales comenzaron a gritarle «mono».
Luego de ese coro incesante, llegó otro grito: «¡Lárgate al África y encuentra un club, largo de aquí!»
La presidenta Dilma Rousseff, quien ha prometido un «Mundial sin racismo», abordó el tema.
«Es inaceptable que Brasil, el país con la mayor población negra después de Nigeria, tenga problemas de racismo», comentó.
Los tiene, y los brasileños comienzan a despertar para verlos.
Sin embargo, están muy acostumbrados a declarar que éste es un país libre de prejuicios, y el tema rara vez se discute abiertamente o llega a los medios noticiosos. Muchos sostienen el mito de una «democracia racial» porque el país jamás promulgó leyes de segregación.
«La forma brasileña de racismo es peor que el apartheid porque se basa en un engaño», consideró Elisa Larkin Nascimento, directora del Instituto de Investigación y Estudios Afrobrasileños en Río de Janeiro.
«Hay una negación», agregó. «Mucha gente, particularmente de la clase pudiente, niega que haya racismo. Con esa postura, uno se queda sin nada de qué hablar».
Durante las últimas décadas, Brasil ha comenzado a implementar programas que obligan a asignar cierto número de plazas laborales o educativas a los negros; en las escuelas se enseña la historia de la diáspora africana, y en el gabinete se creó un puesto encargado de atender el tema de la equidad racial.
«El mayor salto fue lograr que la sociedad hablara del racismo y se percatara de que efectivamente existe en Brasil», dijo Larkin Nascimento, quien escribió el libro «La sociedad del color: identidad, raza y género en Brasil».
Colonizado por los portugueses y hogar de una variada mezcla de inmigrantes europeos, Brasil importó unos cinco millones de esclavos —10 veces más que Estados Unidos. En 1888, se abolió la esclavitud, un cuarto de siglo antes de que lo hicieran los estadounidenses.
Los negros en Brasil devengan aproximadamente la mitad del dinero que obtienen los blancos, y hay sólo un ministro negro en el gabinete de Rousseff. El primer juez negro de la Corte Suprema —Joaquim Barbosa, quien llegó a presidir el tribunal— anunció recientemente su retiro.
Las portadas de las revistas rara vez muestran un rostro negro. Las películas suelen incluir elencos mayoritariamente blancos, lo mismo que las populares telenovelas.
La selección actual de Brasil está conformada en un 90% por jugadores negros o mestizos. En cambio, los hinchas en los estadios del Mundial —e incluso en la temporada de liga— son predominantemente blancos.
Pelé, el astro máximo del fútbol brasileño, llegó a ser apodado «La Perla Negra». A comienzos del siglo XX, no hubiera podido jugar, pues los afrobrasileños estaban excluidos de este deporte, introducido al país por los europeos.
Ahora, los negros siguen marginados de este deporte en cierto modo.
«Nadie como yo entraría jamás ahí para mirar», dijo Joacy de Silva, un hombre negro que hurgaba en un tacho anaranjado de basura el miércoles, a unos 25 metros de una de las entradas al estadio de Maracaná, donde España enfrentaba a Chile.
Silva metió la cabeza en el bote, que despedía un hedor de comida descompuesta. Emergió de nuevo para concluir su comentario.
«No puedo decir que estoy enojado», dijo. «No sé, yo tengo mi vida y los ricos tienen la suya».
Es raro observar a personas de piel oscura entre los clientes de un restaurante lujoso, en los elegantes centros comerciales o en los aeropuertos. En cambio, es común verlos trabajando en la limpieza o en la cocina.
Pocos soñaron siquiera con comprar entradas para alguno de los 12 estadios mundialistas, cuya construcción o remodelación tuvo un costo de 4,000 millones de dólares, de los que el 80% provino de recursos públicos.
Incluso es difícil precisar quién es negro en Brasil. Los brasileños se identifican a sí mismos. Una persona de piel más clara puede elegir ser negra, pero otras pueden desmentirla.
En la Universidad de Brasilia, dos mellizos idénticos solicitaron su admisión, ocupando los lugares reservados para estudiantes negros. Uno fue rechazado, cuando las autoridades escolares determinaron que no pertenecía a esa raza.
«Aquí no existe el sentimiento de que alguien pertenezca a la comunidad negra», dijo Larkin Nascimento, quien es blanca y nació en Estados Unidos pero ha vivido en Brasil durante más de 30 años. «Aquí hay personas negras que afirman ser blancas y hacen todo lo posible en la vida para que se les considere así».
Antes de la abolición de la esclavitud, tal vez el 80% de la población brasileña era de raza negra. A mediados del siglo XX, una política gubernamental dispuso el reclutamiento europeos, japoneses y personas de razas distintas a la negra, y se diluyó la predominancia afrobrasileña.
En una encuesta aplicada hace varias décadas, el gobierno brasileño pidió que la gente describiera el color de su piel. Se topó con 150 descripciones, incluidas las de blanca como la nieve, blanca rosada, blanca-marrón, rojiza, castaña, medianamente negra, tostada, trigueña, oscura o quemada.
«¿Quién es negro?», preguntó Larkin Nascimento. «Si vas a los hoteles o restaurantes de lujo, sabes quién no está ahí. Puedes verlo. «La policía, cuando realiza redadas en las calles, sí sabe quién es negro».