Hablan los hechos

Algún motivo tenían los seguidores de Alejandro Woss y Gil para celebrar su ascenso al poder a ritmo de merengue tras la huida a Cuba de Horacio Vásquez en abril de 1903. Pese a la grave situación económica, social y política en que vivía el país, los testimonios autorizados de que dispone la Historia dan cuenta de que, ya en el gobierno, se convirtió en un presidente bohemio.

Mientras sus funcionarios asumían los cargos públicos como empresas particulares, Woss y Gil se daba la “dolce vita” con exquisitos banquetes en casas de amigos capitaleños, en ambientes donde se disfrutaba de buena música, con canciones y poemas a las “musas” que adornaban los salones.

Se resalta que “la mayoría de los interventores de Aduanas distraían en provecho propio gran parte de las entradas fiscales y los funcionarios y subalternos, ante el ejemplo de los de arriba, entregáronse a una continua francachela”.

“No se puso empeño alguno – dice el historiador Luis F. Mejía – en remediar la situación del país, devastado, sobre todo la ciudad de Santo Domingo, por la última guerra. Hubo durante los breves días de aquel gobierno el mayor desorden en las finanzas”.

Añade que “el ministro de Guerra prodigaba el dinero a manos llenas y el de Hacienda se enriquecía, no obstante lo escaso de los fondos de que se disponía, mientras que los empleados no recibían sus sueldos, y el Presidente pasaba el tiempo en alegres libaciones con jóvenes intelectuales, indiferente ante el desorden implantado por sus amigos”.

Entre los amigos del Presidente figuraba nada más y nada menos que el novelista Manuel de Jesús Galván, autor de la famosa novela Enriquillo, a quien encomendó la delicada tarea de representar al país en el Tribunal de Arbitraje en Estados Unidos, con motivo de la reclamación de la Improvement, compañía norteamericana que había absorbido la deuda que tenía el gobierno dominicano con naciones europeas.

El viejo recurso lilisista, reforzado por la tradición entreguista de caudillos anteriores como Pedro Santana y Buenaventura Báez, bullía en la mentalidad de Wos y Gil, quien se proponía entregarle a los Estados Unidos las bahías de Samaná y Manzanillo, a cambio de un respaldo militar que le permitiera gobernar en la República Dominicana.

Dos poderosos grupos conspiraban para sacar a Woss y Gil del poder por las vías de las armas, como recurso extremo para truncar los planes del presidente bohemio. Por un lado se levantaba la revolución de La Unión y por otro la de La Desunión.

Corrupción del ambiente asfixia a Eugenio María de Hostos

El 11 de agosto del 1903, a diez días de llenarse las formalidades constitucionales al gobierno de Woss y Gil, murió en Santo Domingo el prestigioso educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos, lastimado espiritualmente por el fracaso de sus ideales de moral social, frustrado en su sueño de crear en el país una generación de ciudadanos capaces de vivir en democracia, con gobiernos defensores de los mejores intereses de la población.

Cinco días antes de su muerte, Hostos escribió en su diario que se sentía “poseído del fastidio de la vida”. Previamente había deplorado en el mismo diario la muerte de jóvenes que llegaron a ser sus discípulos, lamentado el derramamiento inútil de sangre inocente, tanto por inmadurez política como por las pasiones incentivadas por los caudillos de entonces.

Hostos había sido enviado a buscar a su exilio en Sudamérica tras la muerte del dictador Lilís para desarrollar una revolución educativa que incluía la fundación de la Escuela Normal. Poco tiempo después, la intolerancia le hizo vivir el entierro de sus discípulos.

“Por ahí acaban de pasar el cadáver de Cordero, el joven animoso, resuelto y desviado, que yo no pude contener en los bancos de la clase de Sociología, y a quien lloro como un extraviado y como a un desventurado”, escribió el maestro, refiriéndose al alumno muerto en combate, en lucha precisamente contra quienes impusieron a Woss y Gil en el poder.

Otro gran educador y civilista, el dominicano Pedro Henríquez Ureña, al enterarse en el extranjero de la muerte de Hostos, exclamó: “ese hombre murió de asfixia moral”.

“Civilización o barbarie”, era el lema del maestro antillano. De haberse conocido los criterios conductuales de hoy, psicólogos y psiquiatras habrían diagnosticado que Eugenio María de Hostos murió por una depresión provocada ante el convencimiento de que la primera había sido vencida por la segunda en la República Dominicana. Con frases lastimeras llegó a condenar el nocivo fenómeno del chisme en la vida dominicana, calificándolo como “la principal industria del país”.

Aunque Hostos dejó todo un discipulado en el país, sus alumnos, en su gran mayoría, terminarían adaptándose a las condiciones que impuso el poder, incapaces de llevar a la práctica sus teorías moralizantes, independentistas y liberadoras.

Con el paso del tiempo, Juan Bosch, un joven dominicano de generaciones siguientes, descubriría las doctrinas del Sembrador, comprometiéndose a sí mismo con su promoción, bajo el criterio de que podrías servir de base teórica para una sana concepción de la vida, tanto en lo individual como en lo social.

Bosch, escritor laureado, fundador del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), describió en su novela La Mañosa la anarquía política y social que provocaban en el país los constantes levantamientos guerrilleros en esa etapa de la vida nacional. También analizó en obras ensayísticas los orígenes históricos del desorden que frenaba el desarrollo económico y social del país.

Las revoluciones de La Unión y La Desunión

Los mismos nombres de los movimientos organizados para provocar el derrocamiento del lilisista bohemio Woss y Gil reflejan el divisionismo y la cortedad de miras de los políticos y revolucionarios de los primeros años del siglo XX, previos a la Ocupación Norteamericana del 1916.

Un ex sacerdote católico, Carlos F. Morales Languasco, encabezaba la Revolución de La Unión, con el apoyo de jimenistas disidentes, mientras que el propio ex presidente Juan Isidro Jimenes estaba al frente de la Revolución de la Desunión, con el propósito común de sacar del gobierno al lilisista Woss y Gil.

El 24 de octubre del 1903 Morales Languasco proclamó un gobierno en Puerto Plata integrado por jimenistas y horacistas, cuyas tropas llegaron quince días después ante los muros de la Ciudad Primada de América, haciendo tambalear el gobierno de las francachelas.

La protección procurada por Woss y Gil ante el gobierno norteamericano resultó fallida, por lo que se vio compelido a capitular, marchándose al exilio pocos días después. No obstante, “la revolución triunfadora entró por la Puerta del Conde completamente dividida. Cada columna lucía los distintivos de su partido y lanzaba vítores a sus líderes”.

Pero el ambiente belicista se mantuvo en todo el país, buscando cada caudillo y su grupo beneficios materiales en un nuevo régimen, hasta que por fin terminó la llamada “Guerra de la Desunión”. El autor del libro De Lilís a Trujillo, que en unas elecciones por mera formalidad constitucional, ganaron la Presidencia y Vicepresidencia Morales Languasco y Ramón Cáceres (Mon), juramentándose como gobernantes el 19 de junio del 1904.

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