Berlín. Alemania ha cambiado mucho desde que su selección disputó la final de un Mundial por última vez hace 12 años, y al igual que la imagen del equipo.
En 2002, una selección eficiente pero aburrida avanzó sin mucha fanfarria hasta la última etapa del torneo, en la que perdió ante Brasil.
«Fue la última vez que una selección alemana en el Mundial reflejó la imagen que el mundo tenía de nosotros», escribió esta semana la revista Der Spiegel.
La situación es completamente distinta ahora para Alemania, que viene de arrollar 7-1 a Brasil y enfrenta el domingo a Argentina en la final de la Copa en el estadio Maracaná.
Los alemanes festejan a un equipo «que juega fluido, inteligente, elegante», dijo Gunter Gebauer, un profesor de filosofía que se especializa en deportes en la Universidad Libre de Berlín.
«La gente ahora tiene una imagen de alemanes mejores, o de una Alemania mejor, que es muy halagadora y sin duda no se justifica del todo», señaló Gabauer.
Todo comenzó en la Copa de 2006 en Alemania, cuando el entonces técnico Juergen Klinsmann implementó un nuevo estilo de juego y el país se dejó llevar por un patriotismo jamás visto desde la Segunda Guerra Mundial.
Italia venció a Alemania en las semifinales de aquel torneo, pero lo que se conoció como el «cuento de hadas del verano» hizo que el país se sintiese más cómodo con el patriotismo, elevó las expectativas sobre el nivel de entretenimiento de la selección y dejó una buena imagen en el extranjero.
También fue en un momento en el que Alemania empezaba a recuperarse de estrictas reformas que la convirtieron en la potencia económica cuando Europa estaba sumergida en crisis.