La dinámica social en la cual se está desenvolviendo la vida institucional de la sociedad dominicana en los últimos tres años luce muy agitada, renovada y prometedora.
La aparición en el escenario institucional del país de las tres Altas Cortes (Tribunal Constitucional, Tribunal Superior Electoral y Tribunal Superior Administrativo) evidencian que en la República Dominicana se está produciendo el tránsito definitivo de la barbarie a la civilización.
Los actores sociales y políticos que cotidianamente interactúan en escenario nacional a partir de enero del 2010, con la proclamación de la nueva Constitución dominicana, estrenaron nuevos espacios en donde dirimir sus diferencias y contradicciones de forma civilizada y justa.
Con el funcionamiento de estos instrumentos institucionales ya comienzan a desaparecer los tiempos de la manipulación política, de las imposiciones groseras, los abusos de poder, la negación de derechos, los desgarramientos partidarios y confrontaciones entre particulares y empresas que tanto daño hicieron al cuerpo social dominicano.
Asimismo, el ejercicio tan dinámico que de estas instancias hacen los principales partidos políticos, las diferentes organizaciones la Sociedad Civil, los grupos empresariales, los sindicatos y grupos sociales de las más variadas gamas son la más clara y absoluta prueba de que en la República Dominicana avanzamos hacia la consolidación de una convivencia pacífica y civilizada.
Creo sin ánimo de exagerar, que la incorporación a la vida institucional del país de las denominadas “Altas Cortes” vienen a ofrecer a al país una oportunidad nunca vista de validación de sus derechos fundamentales rezagados y negados por décadas.
Imaginemos por un momento que sería de esta sociedad, en la actual coyuntura y contexto local y global que vive, con tanta agitación social, luchas de intereses, negación de derechos y otras cositas por estilo, la no existencia de estas Altas Cortes. Estuviéramos matándonos unos con otros.
Da gusto ver, como diferentes sectores políticos, sociales, gremiales, empresariales, de la sociedad civil y de otra índole, que en algún momento torpedearon el funcionamiento de esas instancias institucionales están haciendo uso intensivo de ella para dirimir sus diferencias en un ambiente civilizado.
Quiere decir, entonces, que dado el éxito de estas herramientas constitucionales el progreso y el avance de los pueblos muchas veces hay que impulsarlo sin mirar y hacerle caso a la jauría que no tiene ni el más mínimo interés, voluntad y visión de engrandecer el suelo que lo vio nacer.
Visto esto, hay que admitir que a pesar de los pesares, al menos, en el ámbito institucional la República Dominicana a registrado importantes avances que en términos formales que nos colocan como una nación moderna que consolida su democracia y sus instituciones.
Pero lo más importante de todo este proceso institucional transformador que está viviendo la sociedad dominicana es el nivel de conciencia ciudadana y empoderamiento que ha comenzado a experimentar cada dominicano sobre lo que son sus derechos fundamentales consagrados en la Constitución del 2010.
Definitivamente, la nación dominicana avanza, pero es menester entender lo que dijo Miguel de Cervantes, en su obra el Quijote de la Mancha, considerada la Biblia castellana: “Si nos ladran, Sancho, es señal de que vamos avanzando”.