Hablan los hechos

De manera reiterada los investigadores y estudiosos de la vida dominicana a partir de la Ocupación Norteamericana de 1916 al 1924 aseguran que el personaje surgido en esa etapa bajo el nombre de Rafael Leónidas Trujillo Molina fue subestimado por sus coetáneos en el quehacer político, muchos de los cuales, en su pretensión de utilizarlo en sus proyectos, quedaron convertidos en sus servidores incondicionales.

Patético es el caso de Rafael Estrella Ureña, quien utilizó el respaldo militar y logístico del brigadier Trujillo para ascender a la Presidencia de la República tras desalojar del gobierno a Horacio Vásquez, descubriendo luego que era solo una ficha en el tablero estratégico del militar para adueñarse absolutamente del poder.

Desde que en febrero de 1930, herido por la deslealtad de sus aliados, Federico Velázquez filtró a la legación norteamericana en el país los proyectos de Estrella Ureña y Trujillo para tumbar al gobierno de Vásquez, el ministro Evan E. Young intentó convencer al brigadier, jefe del Ejército Nacional, para que se desvinculara de esos propósitos. De palabra, el general hizo creer al diplomático que correspondía a sus orientaciones pero en los hechos continuaba en sus prácticas desleales.

En el proceso, Young fue sustituido por Charles Curtis, quien incluso se trasladó a la norteña ciudad de Santiago el 22 de febrero de 1930 tratando de obligar a los rebeldes liderados por Estrella Ureña para que depusieran sus acciones en contra del poder legalmente constituido.

Otro diplomático norteamericano que viajó a Santiago de los Caballeros en labores disuasivas de los revolucionarios fue John Moor Cabot, quien primero dialogó con los líderes en la misma ciudad, y luego en la carretera por la que avanzaban triunfantes hacia Santo Domingo.

Como algo novedoso y sensacional para los comienzos de 1930, Cabot, un auténtico joven bostoniano de 28 años, residente en la calle Santomé de la Ciudad Primada de América, se trasladaba en carro deportivo de color rojo, convencido de que su presencia era capaz de frustrar los planes de Trujillo para alzarse con el poder.

Tanto Curtis como Cabot, tras comprobar la traición de Trujillo contra su Presidente, le visitaron en la Fortaleza Ozama para advertirle sobre los peligros que acarreaba su actitud para la paz y la tranquilidad de la República, obteniendo como respuesta una pose de falsa inocencia.

Como se percataron de que ya la burla de Trujillo a sus acciones diplomáticas eran más que evidentes, recurrieron a tratar de sacarlo del Ejército, pero sin haberlo consultado con el Departamento de Estado, en Washington. Todos sus esfuerzos fueron fallidos.

Los revolucionarios entraron a la Capital el 26 de febrero de 1930 y el 3 de marzo, tras la renuncia del Presidente Vásquez y el Vicepresidente Alfonseca, ascendía a la Presidencia de la República Estrella Ureña, cuyo gobierno fue reconocido por el Departamento de Estado de los Estados Unidos.

Más elementos de burlas a políticos y diplomáticos

Frustrados en su empeño por evitar el triunfo de la revolución que derrocó al Presidente Vásquez con el auspicio del propio jefe del Ejército, el ministro Curtis y el secretario Cabot se propusieron convencer al liderazgo político dominicano que impidiera una posible candidatura presidencial de Trujillo.

Los principales funcionarios de la legación norteamericana tenían pruebas de que su burlador buscaría la Presidencia de la República y que en el mismo gobierno que encabezaba Estrella Ureña se comportaba como el verdadero “poder detrás del trono”.

“Trujillo hacía y deshacía; otorgaba empleo y ordenaba medidas arbitrarias destinadas a abrir pasos a sus ambiciones, para el triunfo de las cuales llegó a un acuerdo con los líderes de las facciones partícipes en la pseudo revolución de febrero. Convínose en conformar la Confederación de partidos, sustentadora de la candidatura de Trujillo para la Presidencia y Estrella Ureña para la Vicepresidencia”, dice Luis F. Mejía en su libro De Lilís a Trujillo.

Reconoce el autor que los “verdaderos nacionalistas del tipo de Américo Lugo, Federico Henríquez y Carvajal y el Padre Castellanos, huelga decirlo, no prestaron concurso a aquella maniobra, destinada a entregar el mando al esbirro formado por la intervención”.

Desde Puerto Rico, en una evidente actitud depresiva, el derrocado presidente Vásquez envió una carta pública en la que anunciaba su retiro de la política. Sin embargo, al retornar al país a fines de marzo de 1930, ante la confusión política nacional, se reconcilió con su antiguo aliado Velázquez para promover su candidatura presidencial acompañado en la vicepresidencial por su seguidor Angel Morales.

Fue evidente la colaboración del ministro norteamericano Curtis con los dirigentes políticos que formaron la nueva alianza para enfrentar las aspiraciones del brigadier Trujillo. El grito de guerra de los abanderados de Velázquez y Morales era “No puede Ser”.

Ante el frontal rechazo de sus adversarios políticos, los diplomáticos norteamericanos y parte importante de la población, Trujillo recurrió a la represión militar y a la utilización de una banda de antisociales que bajo el nombre de “La 42” comenzó a perseguir a los opositores de brigadier convertido en candidato.

Un viejo “Padrino” de la Intervención impulsa al brigadier

Los opositores a Trujillo para las elecciones del 16 de mayo de 1930 encontraron unos sinceros aliados en los diplomáticos norteamericanos, empeñados en evitar que el general pueda presentarse como candidato presidencial. Incluso Estrella Ureña, su compañero de boleta, le pidió al ministro Curtis que hiciera saber a los dominicanos que los Estados Unidos no reconocerían un gobierno encabezado por el militar.

Probablemente a los políticos dominicanos contrarios a Trujillo se le olvidaba que si bien las tropas yanquis habían desocupado el país en 1924, del lado haitiano permanecieron hasta diez años después, y del otro lado de la frontera permanecían oficiales de alto rango de los que formaron militarmente al brigadier, y que no vacilarían en darle su respaldo ante una embestida diplomática en su contra.

Fue en esas circunstancias que Trujillo gestionó una reunión con el coronel norteamericano Richard M. Cutts, de servicio en Puerto Príncipe, quien había sido su superior cuando tuvo en el país como oficial de las tropas de Ocupación ente 1916 y 1924.

El brigadier aspirante a Presidente, en el encuentro con escenario en la fronteriza Elías Piña, contó su versión a su viejo superior en torno a sus conflictivas relaciones con el ministro y el secretario de la legación de los Estados Unidos en Santo Domingo, hasta el punto de describir al primero como su único obstáculo para llegar al poder en la República Dominicana.

En presencia de sus correligionarios Rafael Brache y Roberto Despradel, Trujillo contó a Cutts que Cabot había llegado sin anunciarse a su oficina de la Fortaleza Ozama y le había gritado: “General Trujillo, Usted nos ha demostrado que es totalmente incapaz de proteger la paz y la seguridad de la República”, y que en nombre de la legación le exigió la renuncia a la jefatura del Ejército.

Trujillo le habría dicho a Cabot que como sus acusaciones eran personales resolverían sus diferencias personalmente. Aquí al brigadier le salió el tíguere dominicano que llevaba dentro y de cuya condición se ufanaba en tertulias de amigos. Le insinuó al “gringuito” que estaba dispuesto a resolver con él al estilo del macho latinoamericano.

Según su versión, Trujillo le respondió al diplomático que él no tenía ningún derecho a dirigirse de esa manea a un jefe militar de un país independiente, en lo que contó, en su momento, con el respaldo del Presidente Estrella Ureña, quien lo habría definido como imprescindible para su gestión gubernativa.

Los diplomáticos norteamericanos se quejaban años más tarde de que fue la actitud de Estrella Ureña lo que les impidió evitar la candidatura presidencial de Trujillo en 1930. El último esfuerzo de Curtis y Cabot fue solicitarle autorización al Departamento de Estado para anunciarle al país que Estados Unidos no reconocería un gobierno del brigadier, a lo que se negó esa instancia del poder norteamericano.

Más de un investigador de la historia política dominicana tiene la certeza de que el coronel Cutts, viejo superior de Trujillo durante la intervención militar norteamericana de 1916 a 1924, intercedió a favor de su pupilo para eliminar del camino “el único obstáculo” para su ascenso al poder.

El empuje que cobró la candidatura Trujiillo- Estrella Ureña en todo el país después de la “cumbre secreta de Elías Piña”, podría tener una explicación en lo acordado entre el brigadier y quien fuera su oficial superior durante sus jornadas en la persecución de patriotas dominicanos durante la intervención norteamericana de 1916.

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