Hablan los hechos

El término ideologia se refiere a las ideas, y desde que se inicia su sistematización como la “ciencia de las ideas” en el siglo XVIII, este producto del cerebro humano es su componente principal.

La “ideología” entonces trata de organizar la producción de pensamientos del cerebro de los seres humanos, a través de la composición, análisis y deducción; manteniendo un hilo conductor que los organice y de un sentido práctico.

Por razones obvias, la palabra ideología ha estado vinculada a la actividad política, desde que se usó por primera vez en medio de la Revolución Francesa, por parte del Senador Destutt De Tracy en 1796, quien posteriormente escribió un libro sobre el tema titulado “Elementos de Ideología” en 1801.

Para nada es casualidad que el término ideología, y sus estudiosos llamados “ideólogos” hayan surgido en medio de la revolución francesa, ya que este hecho histórico es la culminación de todo un movimiento de pensadores europeos, que agitaban dentro de si el cuestionamiento a la represión de las ideas de parte de la Iglesia, cuya expresión política estaba representada en la monarquía.

Las ideologías y la ilustración

No hubiera sido posible llegar a la discusión y organización de las ideas, una ciencia natural según sus creadores, sin que primero existieran en los siglos VXII y VXIII, los pensadores que dieron lugar al movimiento llamado la Ilustración primero en Inglaterra y posteriormente en Francia y el resto de Europa.

La evolución del pensamiento humano dio sentido a muchas de las ideas planteadas por las reflexiones de los filósofos clásicos y contemporáneos, y derivó hacia la necesidad de que la naturaleza pudiera ser explicada usando la razón, y más que eso, hacer de este conocimiento un objeto de estudio.

La gran explosión del conocimiento y la ciencia, se sostuvo primero por el genio de Isaac Newton, cuando escribió sus “Elementos de la filosofía”, que es el tratado que usa Voltaire para desarrollar las ideas que dieron origen al llamado “Siglo de las Luces” en Francia.

No pasó mucho tiempo para que se pasara de las ideas filosóficas al cuestionamiento del régimen político, que se sostuvo en lo que los ilustrados llamaban la “época oscura” de la edad media, dominada por la superstición, los dogmas, la ignorancia y las creencias religiosas sin fundamento, que eran las armas que usaban las monarquías para mantenerse en el poder.

La revolución de las ideas

La revolución francesa en 1789 fue la culminación del cuestionamiento a lo que se llamó el “antiguo Régimen”, donde se aceptaba la autoridad del monarca como una delegación de la divinidad.

El absolutismo monárquico se sostenía sobre la ignorancia y superstición, que ya cuestionaban los pensadores de la Ilustración, entonces lo lógico y racional era que estas ideas derivaran hacia un cuestionamiento político, y Francia con su revolución, fueron el detonante de la sustitución de esta forma de gobierno.

Todo esto era el resultado de la evolución de las bases económicas sobre las que se sostenía el sistema monárquico y el surgimiento de una nueva clase de propietarios, que se ubicaban en ciudades que comenzaban a crecer en forma imparable, que es la llamada burguesía.

El empuje de las ideas que cuestionaban la autoridad divina de los reyes, y por lo tanto la necesidad de su sustitución por un régimen diferente, donde los que detentaban los medios de producción participaran en las decisiones de gobierno, venía ganando terreno desde la Revolución Inglesa de 1689, que dio origen a la monarquía parlamentaria y la Revolución de los Estados Unidos de 1776, que creó el primer estado con un presidente electo en la historia de la humanidad.

Era cuestión de tiempo entonces, de que se sumaran los planteamientos filosóficos de John Locke, Voltaire y Montesquieu, para que tuviera lugar la revolución antimonárquica que iba a dinamitar desde sus bases el régimen sostenido sobre la voluntad divina.

Libertad, igualdad y fraternidad

Sobre las bases de reclamar la libertad que los rescatara de la opresión a que los tenía sometidos el rey, junto con la igualdad y fraternidad entre todos los ciudadanos, lo que implicaba el rechazo a una sociedad que otorgaba privilegios por el origen, se produjo la revolución que impulso los cambios económicos y políticos que marcaron el siglo XIX.

En si mismo, el lema de los revolucionarios de Francia, es la primera expresión de la organización del pensamiento filosófico para realizar una acción política, es decir, la ideología como fundamento de un gobierno.

Es por esto, que los pensadores que dieron origen a la “ciencia de la ideología”, están relacionados de manera íntima con este hecho histórico, y el planteamiento original de lo que se llamaría posteriormente “ideología” surge de los escritos de los llamados “ideólogos”, calificativo que les dio Napoleón Bonaparte cuando decidió convertirse en emperador.

Este concepto de tres ideas enlazadas y aceptadas como verdaderas por un grupo social determinado, en este caso la mayoría de los franceses, es lo que en esencia define una ideología y fue sistematizado por los pensadores que influyeron sobre las acciones revolucionarias de fines del siglo XIX.

Sus escritos dieron origen a la ciencia de las ideas y usaron el término ideología para darle sentido a la suma del objeto de estudio e identificar organizadamente los objetivos que empujan a los seres humanos a la acción política.

Primer documento estrictamente ideológico-político

En Francia también se produce el documento de declaración de ideas que dio origen a los reclamos de libertad e igualdad que serían la base ideológica de los reclamos revolucionarios que terminaron destruyendo el “Antiguo Régimen”.

En el mes de agosto de 1779, fruto de las ideas que se originaron en “La Ilustración”, la Asamblea Nacional aprobó la “Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano”, la cual en su preámbulo crea todo una estructura de planteamientos políticos, que pueden calificarse como el primer documento de corte ideológico revolucionario.

Dice lo siguiente: “Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del hombre, son las únicas causas de las calamidades públicas y la corrupción de los gobiernos, ha resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; a fin de que los actos del poder legislativo y el poder ejecutivo, al poder cotejarse a cada instante con la finalidad de toda institución política, sean mas respetados y para que las reclamaciones de los ciudadanos, en adelante fundadas en principios simples e indiscutibles, redunden siempre en el beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos”.

Y en su primer articulo la Asamblea Nacional de Francia publica la nota necrológica de los derechos sobre los que se fundamentaba la monarquía:
Artículo 1ro. “Todos los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales solo pueden fundamentarse en la utilidad común”.

¿Han muerto las ideologías?

Dando un salto histórico de dos siglos, deberíamos preguntarnos, cuanto tiene de verdad la afirmación moderna de que ya no es necesario el debate ideológico y la diferenciación política, a partir de la creencia en una serie de valores y postulados que conforman las ideologías que han dominado el pensamiento a partir de los hechos acaecidos en Francia en 1779 y años siguientes.

Decía el pensador marxista Federico Engels, “todo lo que mueve a los hombres tiene que pasar necesariamente por sus cabezas; pero la forma que adopte dentro de ellas depende en mucho de las circunstancias”.

Plantear la muerte de las ideologías es una posición política en sí misma, que lleva al extremismo reaccionario tanto de izquierdas como de derechas.

Si no existe la bandera ideológica, si las ideas políticas ya no pueden diferenciarse una de otras, esto daría paso al “salvador populista” del siglo XX, que rescata a las “masas irredentas” sin base teórica y sin rumbo fijo, pero que lleva al desastre a los pueblos que osan seguir el regreso al absolutismo y personalismo.

Es imposible que exista la política sin las ideologías, porque desde su origen, esta palabra engloba las ideas, creencias y valores del fenómeno humano, es decir, es consustancial con la existencia misma de la interacción humana.

Una ideologia es un concepto del mundo, son maneras diferentes de entender el ejercicio de la libertad, la justicia, el equilibro entre la libertad y la autoridad de las leyes, y como se deben aplicar a los ciudadanos para una buena convivencia.

Es una visión de la organización del Estado, los limites del concepto de democracia, las formas de participación popular, la responsabilidad social, el derecho de propiedad, y todos los elementos que constituyen el funcionamiento de un estado.

Las ideologias políticas y las acciones que se realizan a nombre de ellas, son la justificación de la existencia misma de los estados, por lo que el análisis de las mas conocidas será objeto de nuestro próximo artículo.

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