Como vimos en nuestra entrega anterior las ideologías creadas para dar sentido a los fenómenos económicos que se producían con el desarrollo del capitalismo, se dividían en dos posiciones extremas; por un lado los liberales que planteaban la libertad absoluta en todas las actividades humanas con un estado lo menos intervencionista posible, y por otro lado los comunistas, que pregonaron que la revolución burguesa que se estaba produciendo, era el paso previo a una revolución violenta mundial y al gobierno de los obreros y campesinos.
Es decir, la discusión política sobre los efectos de la revolución industrial, se circunscribía a continuar la explotación sin misericordia de los grupos humanos menos favorecidos, incluyendo mujeres y niños, para producir riqueza, o por el contrario construir una sociedad de iguales con una economía colectiva destruyendo en una guerra revolucionaria lo que se había construido y procediendo a su sustitución por una sociedad colectivista.
Es lo mismo que decir que existía un conflicto insalvable entre la propiedad privada e individual, que aumentaba junto al desarrollo del capitalismo, y la propuesta de propiedad colectiva contenida en las teorías comunistas.
Sin embargo, de esta contradicción surgirían dos variantes importantes, por un lado se alzó la voz de la iglesia católica, que había sido sostén importante de las monarquías y conformaba una clase privilegiada en el ¨antiguo régimen¨, mientras por otro lado un grupo de socialistas plantearon una opción moderada al autoritarismo que contenido en las teoría económica y política que planteaban los comunistas.
De aquí surgen dos escuelas de pensamiento, la democracia cristiana y el socialismo democrático, que junto con el liberalismo y el comunismo, constituyen la estructura ideológica que dio lugar a las formas de gobierno que sirvieron de sustitutivo a las monarquías, cuando se crearon nuevas formas de relaciones económicas y sociales en Europa en el siglo XIX.
Quien habló por primera vez de justicia social fue el sacerdote italiano Luigi Taparelli, en un libro titulado: ¨Ensayo Teórico del derecho natural apoyado en los hechos¨, que fue publicado en el año 1843.
Y lo hizo para describir lo que planteaba debía ser una tendencia natural para la igualdad de los hombres, ya que según su criterio la riqueza que se producía en medio del desarrollo de las invenciones y nuevas formas de producción en la revolución industrial, antes que desigualdad, debían crear una tendencia hacia la mejoría de la calidad de vida de toda la humanidad.
Taparelli es uno de los precursores de la que después se llamó ¨Doctrina Social de la Iglesia¨, ya que todos sus planteamientos se concentraban en la imposibilidad de mantener el estado de explotación humana, que se había constituido en la base de la acumulación de riqueza de parte de los capitalistas.
La justicia social como concepto político y económico, fue adoptado por la escuela utilitaria de economía, especialmente el político inglés John Stuart Mills, sin embargo es la Iglesia quien le da sostén teórico a este planteamiento de transformación de la sociedad sin que sea necesaria una revolución violenta o la sustitución y desaparición de la propiedad privada.
Después de mas de un siglo de debate, la Iglesia Católica oficialmente acuñó y definió el concepto de justicia social en la encíclica papal Gaudium et Spes (alegría y esperanza) publicada a raíz del Concilio Vaticano II entre los años 1962 al 1965.
Existe justicia social, según la Iglesia, ¨cuando la sociedad brinda posibilidades a cada persona, asociación o pueblo, de que disponga los medios necesarios según su naturaleza y condición, para poder desarrollarse plenamente; a esto se le denomina bien común¨.
El ¨bien común¨ descansa sobre tres elementos esenciales: el respeto a la persona y la dignidad de cada ser humano, el bienestar social colectivo y el desarrollo de la paz y una buena convivencia en paz para mantener la estabilidad y seguridad social.
La función del Estado se centra en la justicia social para la búsqueda del bien común.
Para llegar a estas conclusiones en el Concilio Vaticano II, la Iglesia tuvo que desarrollar una escuela de pensamiento político y tomar posiciones en el amplio debate teórico y filosófico que se produjo con los cambios económicos derivados de la revolución industrial y el desarrollo del capitalismo.
El gran debate que se producía en la Europa del siglo XIX era si prevalecería el liberalismo político, con su expresión económica capitalista o si por el contrario quienes tenían la razón eran los marxistas, que basándose en las contradicciones históricas de clase, preconizaban la revolución mundial y el surgimiento de una sociedad sin clases, un verdadero paraíso terrenal materialista.
Como respuesta al maniqueísmo teórico de estas dos tendencias, surgen los filósofos de la iglesia católica, quienes responden a la realidad de su época a través de la encíclica Rerum Novarum (Sobre las cosas nuevas), que fue dada a conocer el el año 1893 por el Papa Leön XIII.
Esta encíclica aborda directamente lo que el Papa denomina ¨El Problema Obrero¨, centro de la discusión ideológica del siglo XIX.
Durante todo el siglo XVIII y XIX lo que se producía en Inglaterra y posteriormente en algunos países europeos, eran los cambios más profundos que había visto el mundo en varios siglos, es mas, la revolución industrial, cambió para siempre la forma en que viven y se relacionan los seres humanos hasta nuestros días.
Los nuevos inventos y las grandes fabricas producían riqueza por doquier, mejorando la calidad de vida de algunos miembros de la sociedades, mientras para la oleada de nuevos habitantes de las ciudades, los obreros, la vida era muy difícil, los salarios eran bajos con jornadas laborales de 14 a 16 horas diarias, incluyendo los sábados.
Los trabajadores de las fabricas vivían hacinados en barrios insalubres alrededor de las fabricas siendo uno de los objetivos, de cualquier familia obrera, el tener la mayor cantidad de hijos que fuera posible para entregar mas fuerza de trabajo dentro de las fabricas, y por lo tanto mayores ingresos familiares.
La extrema pobreza, la falta de seguridad social, la muerte a temprana edad y la explotación intensiva de la mano de obra obrera, era el escenario ideal para que surgieran ideas que acusaran a los gobiernos liberales de la época de asociarse con los dueños del capital y así legalizar lo que ocurría dentro y fuera de las fabricas.
Para poder reclamar sus derechos, los obreros comenzaron a formar sociedades que llamaron sindicatos, que en su desarrollo dieron forma a lo que serían las ideas de sustitución del estado de cosas en que vivían por un planteamiento también radical: el marxismo.
En 1848 el grito de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, era el de ¨Obreros del Mundo Unios¨, que no era mas que el grito de guerra en contra del capitalismo.
Estos pensadores preconizaron el ascenso al poder de los obreros por la destrucción revolucionaria del capitalismo, y la implementación de lo que llamaron la dictadura del proletariado.
A todo esto le dio respuesta la Iglesia Católica en el año 1893 con la publicación de un documento histórico: la Encíclica Rerum Novarun.
El problema obrero visto por la Iglesia en el escrito del Papa León XIII, no se solucionaba con soluciones radicales ni una revolución materialista, al contrario lo que se planteaba en la Encíclica Rerum Novarum, era una visión social de la función del cristianismo a través de la Iglesia, que daba respuesta a la situación de indefensión en que encontraban los obreros.
En la encíclica el Papa se opone abiertamente a la teoría marxista de la lucha de clases y el final violento del tipo de sociedad que se había construido en la revolución industrial. Antes que el tipo de sociedad que se construye sobre las ruinas de la que existía, que era la propuesta de los marxistas, el Papa propugnaba por una solución cristiana donde se impusiera la justicia social, la ayuda a las familias mas desposeídas y la formación de sindicatos de orientación cristiana.
El Estado debe ser el protector de los trabajadores decía el Papa, sobretodo ¨cuando los patronos los aplastan con cargas inicuas y salarios de miseria. El sueldo debería ser suficiente para que el obrero pudiera sustentarse a si mismo, a su mujer y a sus hijos¨.
Según Leon XIII, las relaciones entre patronos y obreros no son necesariamente conflictivas, como lo planteaban los marxistas, al contrario, serán pacíficas si las leyes se fundan en la religión cristiana, lo que a su vez garantizará un floreciente bienestar para todos.
Por esto la Iglesia estimuló a los cristianos a la participación social y política, fomentando su participación también en los movimientos científicos y culturales sin hacer sacrificio de las normas, dogmas y comportamiento moral predicado por los católicos.
Esta posición politica de la Iglesia Católica, con la participación activa de sus miembros en diferentes movimientos y partidos de orientación religiosa, dio lugar a lo que se llama la Doctrina Social de la Iglesia, que no son mas que las ideas fundacionales del Humanismo Cristiano, expresión ideológica y política de los cristianos organizados.
Con el desarrollo de las ideas humanistas materialistas, era necesario que los pensadores vinculados al cristianismo, dieran una respuesta acorde con la concepción de existencia de Dios, creación del hombre y la naturaleza de acuerdo a su propósito, así como colocar a los seres humanos en el centro de toda obra humana.
El humanismo cristiano se opone entonces a la concepción totalitaria materialista, del marxismo y a la visión individualista de la sociedad moderna que pregonan los liberales.
La Iglesia ofrece una visión del mundo diferente, donde la dignidad humana es lo esencial, así como el desarrollo de una profunda transformación de las injusticias que caracterizan a la sociedad moderna, en un ambiente de paz y armonía.
El humanismo cristiano promueve una sociedad solidaria cuyo centro es la persona humana y sus derechos (el derecho a la vida), promoviendo la justicia social por medio del dialogo y el consenso, nunca por la guerra y los enfrentamientos.
Es el mas importante pensador con que cuenta el humanismo cristiano, en su obra cumbre ¨Humanismo Integral¨ plantea la construcción de una sociedad basada en el humanismo de inspiración cristiana.
Después de hacer un análisis antropológico crítico del materialismo marxista y el individualismo liberal, Maritain llega a la conclusión de que se puede construir una sociedad donde la protección de los valores inherentes a la dignidad humana sean el centro de atención.
¨El hombre mas que individuo, es persona¨, sostiene, ¨es un ser abierto a las relaciones con los demás hombres y con Dios. Un ser capaz de amar, un ser capaz de poseerse y de darse¨.
¨La sociedad no es solo la suma o agregación de individuos, sino una comunión de personas en las que se ha de respetar la dignidad de todo ser humano¨.
Para Maritain ¨el cristianismo tiene la fuerza verdadera para crear una auténtica y plena comunidad, donde la sociedad tenga como meta el desarrollo de cada ciudadano como persona¨.
Se declara como enemigo de todos los gobiernos de orden totalitario, no importa si responden al marxismo o al liberalismo y defiende la democracia como el sistema de gobierno a implementar.
1. La dignidad de la persona humana. Somos hechos a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto la vida de cada ser humano es sagrada.
2. Destino universal de los bienes creados por Dios. Toda la creación está destinada para disfrute de todos los seres humanos.
3. La propiedad privada. Los seres humanos tienen derecho a ser dueños de algo de lo creado por Dios y tienen la potestad de desarrollar su creatividad.
4. Opción preferencial por los pobres. Estos son los que carecen de estos bienes que son para todos y por lo tanto necesitan la ayuda para que también puedan disfrutar de lo que creó Dios para todos.
5. La subsidiaridad. Los gobiernos, los que están en los niveles mas altos de la sociedad, deben favorecer que desde los grupos sociales mas pequeños, como las familias, asociaciones se construyan las bases para la innovación y el progreso de todos.
6. La participación. Cada persona debe contribuir en libertad en construir una sociedad justa.
7. La solidaridad. Los gobiernos, los que mas tienen, deben contribuir en ayudar a los mas débiles, no sustituyéndolos, sino ayudarlos para que puedan colaborar participando en la sociedad.
1. La verdad. El ser humano y la sociedad deben motivarse en la búsqueda permanente de la verdad, no a través de los intereses personales que caracterizan a las sociedades individualistas.
2. La libertad. Esto es lo que impulsa la creatividad del ser humano: Dios nos creó libres y por lo tanto debemos luchar contra cualquier forma de esclavitud u opresión.
3. La justicia. Que cada uno tenga lo que le corresponde y tenga garantía de vivir y gestionar lo que le corresponde.
4. El amor. Que es la identificación con el otro y nos hace ser solidarios con sus carencias.
Estas son las bases sobre las que la Iglesia católica se integró a la discusión política que trataba de solucionar los problemas sociales creados por las nuevas relaciones que se produjeron como consecuencia de la revolución industrial y el desarrollo del capitalismo.
La semana próxima completaremos el cuadro de las ideologías desarrolladas en esta época, con el análisis de la socialdemocracia.