La Corte Interamericana de los Derechos Humanos avanza en la ruta del descrédito. Una vez más, su prejuiciado proceder lleva a este organismo a evacuar una sentencia condenatoria contra la República Dominicana por alegadas expulsiones sumarias de ciudadanos haitianos y dominicanos, cuyo dispositivo traspasa los límites de sus funciones, asumiendo una postura a todas luces injerencista que atenta contra la soberanía nacional.
Con una ligereza que espanta, los jueces de ese tribunal reclaman a una nación soberana violentar sus propias leyes, incluyendo la Carta Magna, incitan a la confrontación entre los poderes del Estado y promueven el nocivo y peligroso ingreso ilegal de ciudadanos extranjeros por la frontera dominicana, al amparo de una desacreditada gestión preservadora de los derechos humanos.
Vale la pena recordar que esta inaceptable sentencia constituye una reiterada actitud discriminatoria y prejuiciada por parte de ese organismo contra la República Dominicana, en la que ha imperado el trasiego de intereses locales y foráneos comprometidos con causas antinacionales.
Reclamar del Poder Ejecutivo desconocer disposiciones como las establecidas en la Constitución de la República sobre el otorgamiento de la nacionalidad dominicana, como los mandatos de la Sentencia 168/13 del Tribunal Constitucional, constituye una grosera e inaceptable intromisión en los asuntos internos de nuestra nación.
La República Dominicana, templada en su soberanía, como acontece con las demás naciones libres e independientes del mundo, tiene y tendrá legítimo y absoluto derecho a dotar de la nacionalidad dominicana a quien entienda cumpla con sus disposiciones en ese sentido y del mismo modo disponer de la expulsión de cualquier ciudadano que ingrese o procure permanecer ilegalmente a su territorio.
Son actitudes prejuiciadas, destempladas y atentatorias contra los derechos soberanos de naciones como la República Dominicana, las que han llevado a varios países de la región latinoamericana a abandonar ese espacio por considerarlo desnaturalizado en sus funciones.
Insistir en posturas desconsideradas y aberrantes como las contenidas en su odioso dispositivo, no hacen más que empujar a todo un pueblo a reclamar de sus autoridades salir de lo que aparenta una dañina y peligrosa encerrona.