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En la mañana del domingo 9 de noviembre, entregó su alma al Señor quien fuera el tercer obispo de esta Arquidiócesis de Santiago de los Caballeros, Mons. Juan Antonio Flores Santana. El deceso ocurrió a las 11:55 a.m., en el Hospital Metropolitano de Santiago (HOMS), donde se encontraba recluido desde hacía varios días. Según el diagnóstico médico, la muerte se debió a fallas multiorgánicas. El Arzobispo Emérito, de 87 años de edad, venía padeciendo desde hace tres años de diversos problemas de salud. El pasado lunes había sufrido una caída que le ocasionó una fractura en la cadera derecha. A raíz de esta caída, le fue practicada una operación en el mencionado centro de salud el pasado jueves. Fue atendido por los doctores Miguel Contreras, César Jiménez, Julio César De León, Santiago García, Elaine Diná y Aldo Bencosme.

Sus restos serán expuestos a partir de este lunes 10 desde las nueve de la mañana en la Funeraria Blandino. Allí estarán hasta el mediodía. A las tres de la tarde serán trasladados a la Catedral de La Vega, de la que fue Obispo desde 1966 hasta 1992. Allí se tendrá una Misa a las 4 de la tarde. El sepelio y la Misa Exequial tendrán lugar el martes 11 de noviembre a las 3 de la tarde en la Catedral de Santiago. Previamente, serán expuestos a partir de las 10:00 a.m., en dicha Catedral.

Juan Antonio Flores Santana nació en Bocas de Licey, Tamboril, el 3 de julio de 1927. Fue ordenado presbítero el 12 de julio de 1953. Sucedió a Mons. Panal como segundo Obispo de La Vega en 1966. Ocupó dicha sede hasta ser nombrado, en 1992, tercer Obispo de Santiago de los Caballeros, en sustitución de Mons. Roque Adames. En 1994 es designado como primer Arzobispo de Santiago. Estuvo al frente de la Arquidiócesis cibaeña hasta 2003.

Al momento de su deceso, residía en la Casa Sacerdotal Santo Cura de Ars, de Matanzas. Aun prestaba diversos servicios pastorales, donde se le requería. Se caracterizó por su celo pastoral, sus dotes intelectuales y espirituales, su incansable espíritu de trabajo y, sobre todo, su gran amor a la Iglesia, a la Eucaristía y a la Virgen María. Sus últimas palabras fueron “Jesús me está llamando y la Virgen me acompaña”.

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