No obstante los 55 años de edad que tiene la revolución socialista cubana, Cuba presenta al día de hoy grandes retrasos y atrasos en áreas vitales de la sociedad.
Aquella frase lapidaria y memorable del papa Giovanni Paolo II, que tuvo un eco universal, de que “Cuba se abra al mundo, y que el mundo se abra a Cuba”, tiene tanta actualidad hoy como en aquel momento en el que el Papa la pronunció en el mismo corazón de La Habana.
En otras palabras, hay la necesidad inaplazable de que Cuba se abra al mundo a los fines de que sus gentes y sus instituciones, pero sobre todo sus gentes, reciban los latidos vivificantes y tonificantes de la modernización que revoluciona el mundo a pasos agigantados.
Esta desconexión respecto de la modernización que vive el mundo no es culpa propiamente de la revolución socialista cubana en sí, sino que los fallos y los problemas han estado en las estrategias escogidas y aplicadas, es decir, hay un fallo estructural de fondo en cuanto a la visión de largo plazo.
Los cubanos no solo ideologizaron el marxismo, sino también la misma revolución, consumiéndose en la celebración, exaltación y exageración de sus virtudes y de sus bonanzas, lo que significa que no utilizaron el marxismo como método universalmente válido para el estudio y el análisis objetivo, crítico, realista y práctico de los procesos sociales, viendo y auscultando sus fortalezas y sus debilidades y las posibilidades materiales y espirituales de desarrollo futuro.
Nunca se pensó que la URSS, uno de los dos imperios que se repartían el mundo, podía derrumbarse o desplomarse cómo ocurrió a principios de los 90 del siglo XX. Y ese desplome inesperado, fugaz y estrepitoso dejó al descubierto las grandes carencias, pobrezas y miserias de la revolución socialista o del proyecto socialista cubano, que fue posible, materialmente hablando, su sostenibilidad durante tanto tiempo, desde 1960 hasta 1992, gracias a la sombrilla protectora que representó la URSS para dicho país.
La sostenibilidad económica y financiera del proyecto socialista cubano no hubiese sido posible durante tanto tiempo sin los enormes subsidios que recibió Cuba de la URSS en ese dilatado período de la historia contemporánea.
Desaparecida la sombrilla protectora, afloraron a la superficie los problemas económicos, financieros y sociales que Cuba tenía latentes en su seno en todo ese trayecto histórico.
Claro, en un mundo bipolar como fue el que se construyó en el contexto de la Guerra Fría no era posible construir un proyecto de liberación nacional fuera de ese mundo, y lo más natural e inteligente era cobijarse bajo el árbol frondoso de la URSS.
¡Y qué bien que ese proyecto de liberación nacional en las mismas narices de Estados Unidos fuera gestado y dirigido por un genio de la política mundial y el más universal de los políticos latinoamericanos, el doctor Fidel Castro Ruz!
Es indudable que la llegada del comandante Hugo Rafael Chávez Frías, líder de la nueva izquierda latinoamericana, a la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela le permitió un respiro a Cuba en su vía crucis.
Pero hoy esos programas de cooperación, y sobre todo PetroCaribe, son insostenibles, financieramente hablando, en el corto plazo, dada la caída vertiginosa del precio del petróleo en el mercado mundial y los grandes y gravísimos problemas económicos, financieros, sociales e institucionales que tiene actualmente la República Bolivariana de Venezuela.
¡La sombrilla protectora que Venezuela ha representado para Cuba, en los últimos 15 años, comienza a diluirse en estos momentos!
En un momento histórico trascendente precisamente se produce el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba con miras a restablecer las relaciones diplomáticas, proceso en el que cada nación y su estado mantienen la identidad. Cuba no es ni sería el primer país socialista en el mundo en tener relaciones con la potencia global del Norte de América.
Hay que subrayar que cada nación asiste a ese reencuentro diplomático con estrategias, fines e intereses diferentes: la estrategia de Estados Unidos es la geopolítica del dominio imperial en América y en el Caribe. La de Cuba, la de seguir impulsando el desarrollo independiente, la defensa de la soberanía y la igualdad entre los Estados y la lucha indeclinable por la justicia social, por la equidad, contra la pobreza y la exclusión.
Pero no hay posibilidad de que en el corto plazo se levante el torturante, lastimoso y espinoso problema del embargo o del bloqueo que Estados Unidos impuso a Cuba desde 1961, debido al control mayoritario que el Partido Republica tendrá del Senado y de la Cámara de Representantes a partir de enero de 2015.
De todas maneras las corrientes modernizadoras y los recursos podrían llegar a Cuba a través de las corrientes del comercio, de la inversión extranjera, de las comunicaciones, etc., y, por consiguiente, de la tecnología y de los efectos de la innovación a través de la difusión.
La modernización en el mundo de hoy no es posible al margen de la ciencia, de la tecnología y de la innovación. Es más, un proyecto de liberación nacional en esta etapa del desarrollo de la humanidad no es posible al margen de la internalización y el aprovechamiento de los frutos de la tercera revolución industrial del conocimiento y de la información.
¿Pero cómo un país socialista puede acceder a la inversión, a la tecnología y a la innovación que se dan con mayor fuerza en los países ultradesarrollados y desarrollados de la Tierra? China Continental es el modelo a seguir para hacer acopio y acumular los resultados y los frutos más elevados del desarrollo moderno.
Entonces Cuba está compelida a adoptar un modelo mixto que sea socialista en lo político y en lo social, pero que las relaciones de producción y de propiedad se rijan por la economía de mercado. Si se quiere el sistema debe ser abierto en lo económico, aunque sea cerrado en lo político. Pero cerrado en lo político no quiere decir que Cuba sea hostil a reformar y modernizar su sistema político en el momento que lo estime posible y conveniente.
Los chinos, a diferencia de los cubanos, tuvieron una visión de largo plazo correcta, la cual comenzaron a aplicar desde principios de los 70 cuando restablecieron las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, siendo Richard Nixon presidente de esa nación. A partir de ese momento China Continental comenzó a aplicar su esquema de economía de mercado en el contexto de su modelo mixto, convirtiéndose en recipendiario de grandes inversiones provenientes de los países capitalistas desarrollados, y esto la convirtió, a su vez, en destinatario de los conocimientos científicos y de la tecnología más avanzada del mundo.
Ese modelo ha sido tan exitoso que China Continental es desde hace un tiempo una de las grandes potencias económicas del mundo, compitiendo de tú a tú con Estados Unidos en el mercado mundial y en la propia economía de esa gran nación de Norteamérica. Tanto ha crecido y se ha desarrollado China Continental en términos capitalistas, sin dejar de ser socialista en lo político y en lo social, que Estados Unidos está endeudado hasta la coronilla, siendo su más grande deudor, con esa poderosa nación del Sudeste asiático. En fin, China Continental con el modelo que tiene ha logrado llegar a la modernización plenamente, lo que se expresa en la pujanza y fortaleza de su economía, de sus instituciones y de su sociedad en sentido general.
Pero Cuba, cuya dirección política ha decidido aplicar el modelo chino, debe hacerlo de una manera crítica, porque Cuba no es China Continental, ni China Continental es Cuba, es decir, tiene que examinar y aplicar crítica y creadoramente dicho modelo, viendo sus limitaciones y sus alcances en razón de que son dos naciones con historia, cultura, costumbres, valores, tradiciones y recursos diferentes, decantando lo que hay de universal en el modelo chino respecto de sus particularidades, dado que estas últimas no pueden ser exactamente las mismas en ninguna otra nación. Y saber que China Continental es un coloso mundial en términos de su territorio, de su población y de su mercado interno.
A un país socialista, cualquiera que sea, le es dable llegar a la modernización en el contexto de la globalización aplicando una estrategia correcta, entroncada con una visión también correcta, objetiva y crítica de la historia y del porvenir, tanto hacia adentro como hacia afuera.
¡Enhorabuena, Cuba!