«Dios en eso es bueno conmigo, me da una sana dosis de inconciencia. Voy haciendo lo que tengo que hacer». Papa Francisco concedió una larga entrevista a Elisabetta Piqué, corresponsal en Roma del periódico argentino «La Nación» y autora del libro «Francisco, vida y revolución». Durante 50 minutos, en su departamento en Santa Marta, Bergoglio respondió a muchas preguntas. Esta es una síntesis de la entrevista.
«No es un proceso parlamentario, sino que es un espacio cubierto, protegido para que el Espíritu Santo trabaje. Y necesita dos cualidades claras: coraje para hablar y humildad para escuchar. Y eso se dio muy bien. Es verdad que hay posturas más para un lado, o más para otro. Pero en un plano de búsqueda de la verdad. Usted me puede preguntar “¿pero hay algunos que son completamente tercos en sus posturas?”. Y, sí, alguno habrá. Pero eso no me preocupa. Es cuestión de rezar para que los convierta el Espíritu, si es que hubo algunos de esos. Lo que sí se sintió es una búsqueda fraternal de cómo enfrentar problemas pastorales de la familia. La familia está recontra baqueteada, los jóvenes no se casan. ¿Qué pasa? Después, cuando vienen a casarse, que ya están conviviendo, creemos que con tres conferencias los preparamos para el matrimonio. Y eso no basta porque la gran mayoría no son conscientes de lo que significa el comprometerse para toda la vida. Benedicto lo dijo en el últimos año dos veces, que habría que tener en cuenta para la nulidad matrimonial qué fe tuvo esa persona cuando se casó. Si era una fe general, pero sabía perfectamente lo qué era el matrimonio, como para conferírselo a la otra persona? Y eso es una cosa que debemos estudiar a fondo y cómo ayudar… ».
«El sínodo fue un proceso y así como la opinión de un padre sinodal, era de un padre sinodal, así también, un primer borrador, era un primer borrador, donde se recogía todo. Nadie habló de matrimonio homosexual en el sínodo, no se nos ocurrió. Lo que sí hablamos es cómo una familia que tiene un hijo o una hija homosexual, cómo lo educa, cómo lo lleva, cómo se ayuda a esa familia a llevar adelante esta situación un poco inédita. O sea que en el sínodo se habló de la familia y de las personas homosexuales en relación a sus familias, porque es una realidad que a todo rato encontramos en los confesionales: un padre y una madre que tiene un hijo o hija así».
«Siempre hay temores, pero porque no leen las cosas, o leen una noticia en un diario, un artículo, y no leen lo que decidió el sínodo, lo que se publicó. ¿Qué es lo que vale del sínodo? La relación post sinodal, el mensaje post sinodal y el discurso del Papa… Yo no tengo miedo de seguir este camino, que es el camino de la sinodalidad. No tengo miedo porque es el camino que Dios nos pide. Es más, el Papa es garante, está ahí para cuidar eso también».
«¿Qué hacemos con ellos, qué puerta se le puede abrir? Y fue una inquietud pastoral: ¿entonces le van a dar la comunión? No es una solución si les van a dar la comunión. Eso sólo no es la solución, la solución es la integración. No están excomulgados, es verdad. Pero no pueden ser padrinos de bautismo, no pueden leer la lectura en la misa, no pueden dar la comunión, no pueden enseñar catequesis, no pueden como siete cosas, tengo la lista ahí. ¡Pará! ¡Si yo cuento esto parecerían excomulgados de facto! Entonces, abrir las puertas un poco más. ¿Por qué no pueden ser padrinos? “No, fijate, qué testimonio le van a dar al ahijado”. Testimonio de un hombre y una mujer que le digan “mirá querido, yo me equivoqué, yo patiné en este punto, pero creo que el Señor me quiere, quiero seguir a Dios, el pecado no me venció a mí, sino que yo sigo adelante”. ¿Más testimonio cristiano que ése? O si viene uno de estos estafadores políticos que tenemos, corruptos, a hacer de padrino y está bien casado por la Iglesia, usted lo acepta? ¿Y qué testimonio le va a dar al ahijado?¿Testimonio de corrupción?».
«Y él hace hipótesis, él no propone nada propio, busquemos. ¿Qué sucedió? Algunos teólogos se asustaron frente a esas hipótesis y eso es esconder la cabeza. Kasper lo que hizo fue decir busquemos hipótesis, es decir, él abrió el campo. Y algunos se asustaron. Y se fueron a ese punto: nunca la comunión. Sí la espiritual. ¿Y decime: no hace falta estar en gracia de Dios para recibir la comunión espiritual? Y por eso la comunión espiritual fue la que menos votos tuvo en la relatio synodi porque no estaban de acuerdo ni unos ni otros. Los que la sostienen, porque era poco, votaron en contra, y los que no la sostienen y quieren la otra, porque no vale».
«Conozco la estadística que dieron en Aparecida, es el único dato que tengo. Evidentemente hay varios factores que intervienen en eso, externos a la Iglesia, por ejemplo, la teología de la prosperidad, por poner un ejemplo, inspira muchas propuestas religiosas que atraen gente. Pero luego la gente queda a mitad de camino. Pero dejando afuera lo externo a la Iglesia, me pregunto ¿cuáles son las cosas nuestras, dentro de la Iglesia, que hacen que los fieles no se sientan satisfechos? Y es la falta de cercanía, y el clericalismo. La proximidad es el llamado hoy al católico, a salir y hacernos próximos de la gente, de sus problemas, de sus realidades. El clericalismo, se lo dije a los obispos del Celam en Río de Janeiro, frenó la madurez laical en América latina. Donde los laicos son más maduros en América latina es precisamente en la expresión de la piedad popular. Pero organizaciones laicales siempre estuvieron con el problema del clericalismo. Yo hablé de esto en la Evangelii Gaudium».
«Uno sí me dijo una vez “sí claro, esto del discernimiento qué bien que hace, pero necesitamos cosas más claras”. Y yo le dije “mire, yo escribí una encíclica, es verdad, a cuatro manos, y una Exhortación Apostólica, continuamente estoy haciendo declaraciones, dando homilías y eso es magisterio. Eso que está ahí, es lo que yo pienso, no lo que los medios dicen que yo pienso. Vaya ahí y lo va a encontrar y está bien claro, Evangelii Gaudium es muy clara”».
«La palabra la dijo usted. La resistencia ahora se evidencia, pero para mí es un buen signo, que las ventilen (las resistencias), que no las digan a escondidas cuando uno no está de acuerdo. Es sano ventilar las cosas, es muy sano… Considero resistencias como puntos de vista distintos, no como cosa sucia. Tiene que ver con decisiones que por ahí tomo, eso sí. Claro, hay decisiones que tocan algunas cosas económicas, otras más pastorales… No estoy preocupado, me parece todo normal, porque sería anormal que no existieran puntos divergentes. Sería anormal que no saliera nada».
«El proceso es lento. El otro día tuvimos una reunión con los jefes de dicasterio y se presentó la propuesta que hicieron de juntar los dicasterios de Laicos, Familia, Justicia y Paz. Y hubo discusión ahí, cada cual expresó lo que le parecía, y ahora esto vuelve al G9. Es decir, la reforma de la curia lleva mucho tiempo, es la parte más compleja… Se va haciendo de a pasitos… Lo de la economía, está yendo bien. Y la reforma espiritual es lo que en este momento me preocupa más, la reforma del corazón».
«Puede ser, no sé. Al frente de los dicasterios o de la secretaría va a estar la gente más apta, sea hombre, mujer, o matrimonio… Arriba, en un dicasterio como la Congregación para la Doctrina de la Fe, el de Liturgía, o en el nuevo que juntará a Laicos, Familia y Justicia y Paz, siempre va a estar al frente un cardenal. Conviene que sea así por la misma cercanía con el Papa como colaborador en ese sector. Pero ya los secretarios de dicasterio no tienen por qué ser obispos, porque un problema que hay acá, cuando uno tiene que cambiar un secretario-obispo es ¿dónde lo manda?».
«antes de venir acá, me estaba retirando. O sea, cuando volviera a Buenos Aires, había quedado con el nuncio de hacer la terna ya, para que a fin del año pasado asumiera el nuevo arzobispo. O sea que tenía la cabeza enfocada a los confesionarios de las iglesias donde iba a ir a confesar. Incluso estaba el proyecto de pasar dos o tres días en Luján, y el resto en Buenos Aires, porque Luján a mí me dice mucho y las confesiones en Luján son una gracia. Cuando vengo acá, tuve que volver a empezar con todo esto nuevo. Y una cosa que me dije desde el primer momento fue: “Jorge no cambies, seguí siendo el mismo, porque cambiar a tu edad es hacer el ridículo”. Por eso he mantenido siempre lo que hacía en Buenos Aires. Con los errores, por ahí, que eso puede suponer. Pero prefiero andar así como soy. Evidentemente eso produjo algunos cambios en los protocolos, no en los protocolos oficiales porque esos los observo bien. Pero mi modo de ser aún en los protocolos es el mismo que en Buenos Aires, o sea que ese “no cambies” me cuadró bien la vida».
«Tengo mis achaques y a esta edad los achaques se sienten. Pero estoy en manos de Dios, hasta ahora puedo llevar un ritmo de trabajo más o menos bueno».
«El cardenal Burke un día me preguntó qué iba a hacer, ya que aún no había sido confirmado en su cargo, en la parte jurídica, y estaba con la fórmula de “donec alitur provideatur” (“hasta que se disponga otra cosa”). Y le dije “deme un poco de tiempo porque se está pensando en una reestructuración jurídica en el G9 y le expliqué que todavía no había nada hecho y que se estaba pensando”. Y después surgió lo de la Orden de Malta y ahí hacía falta un americano vivo, que se pudiera mover en ese ámbito y se me ocurrió él para ese cargo. Y se lo propuse mucho antes del sínodo. Y le dije “esto va a ser después del sínodo porque quiero que usted participe en el sínodo como jefe de dicasterio, porque como capellán de Malta no podía”. Y bueno, me agradeció mucho, en buenos términos y lo aceptó, hasta le gustó me parece. Porque él es un hombre de moverse mucho, de viajar y ahí va a tener trabajo. O sea que no es cierto que lo eché por cómo se había portado en el sínodo».