Opinión

En el mundo de la innovación se habla constantemente de las ‘Tecnologías o Innovaciones Disruptivas’, término que está de moda especialmente en el ecosistema emprendedor. El concepto hace referencia a un anglicismo que considera ciertas innovaciones o tecnologías baratas, rápidas y sencillas, como sucesos que transforman un mercado progresivamente o que crean un nuevo mercado.

Un ejemplo que ilustra a la perfección este tipo de innovación es el servicio de intermediación de transporte urbano conocido como ‘Über’, un servicio que pone en contacto a taxistas con pasajeros, a través de una aplicación de teléfono inteligente. En apenas 5 años de existencia, esta innovación ha recaudado 1.5 billones de dólares en fondos de inversión y alcanza un valor de mercado de 17 billones de dólares. Su aporte “disruptivo” ha sido romper los monopolios de operadoras de taxi, disminuyendo los costos del servicio y haciéndolo más seguro y confiable; esto ha causado grandes protestas de taxistas “tradicionales” en ciudades como Madrid, Londres y París.

Clayton Christensen es el primero que acuña el término, haciendo referencia a la transformación de mercados que supusieron la computadora personal y los celulares. Christensen considera que los negocios con esta vocación “tienen menores márgenes de ganancia, inician con mercados focalizados y de menor poder adquisitivo e inician con productos y servicios sencillos, pero que pueden no resultar atractivos frente a soluciones existentes”.

Hoy en día, la posibilidad de que negocios con estas características transformen los mercados, ha crecido exponencialmente, tal y como sucedió con Über. El mercado de aplicaciones de Apple, Google y Samsung está repleto de ejemplos de esta realidad, donde cada mes aplicaciones y juegos creados por jóvenes con pocos recursos y mucha imaginación, pasan a tener ventas millonarias y a desplazar a desarrolladores de software muy reconocidos.

Los procesos colaborativos que promueve la tecnología, como el ‘Crowdfunding’, permiten que tecnologías con el potencial de crear o transformar un mercado, puedan ser desarrolladas y, en consecuencia, generar ingresos. Es un cambio sustancial en la matriz de innovación, donde el innovador ya no tiene que llevar su producto, necesariamente, a un inversionista dispuesto a financiarlo. En la actualidad, los innovadores publican su creación y piden el aporte colectivo para hacerlo realidad.

No es un secreto que la generación de ingresos en el siglo XXI se sustenta, mayormente, en la economía del conocimiento. En la medida en que la tecnología hace el trabajo que antes requería mucha mano de obra, el mercado laboral se va moviendo hacia la sociedad del conocimiento como generación de ingresos.

Nuestro país debe insertarse en ese escenario, promoviendo los ecosistemas innovadores y de emprendimiento basados en el desarrollo de la tecnología. Justo la semana pasada hemos promovido la iniciativa “Hora del Código” de la fundación Code.org, donde se promueve que personas de todas las edades dediquen una hora a programar un juego de video, y que se vea lo fácil que es crear una aplicación en lenguaje de programación. El resultado es que más de 56,000 personas, principalmente desde los Centros Tecnológicos Comunitarios (CTC) de todo el país, dedicaron una hora a esta interesante iniciativa.

Parte importante de la “disrupción”, como afirma Erika Baum en un blog, lo es el modelo de negocios. Las empresas de tecnología se han convertido en especialistas de nuevos esquemas de gestión, debido a que sus nóminas están formadas mayormente por mentes creativas que se distancian de los modelos organizacionales burocráticos y jerárquicos.

Este mundo empresarial del siglo XXI está preparado para el fracaso constante, bajo la premisa de que sólo así se puede llegar a una innovación que realmente irrumpa en el mercado con éxito. Pero para ello, las legislaciones y esquemas tributarios, promueven la innovación y protegen al innovador de la posibilidad del fracaso, permitiéndole aprender de sus errores y continuar su camino de emprendimientos.

Esto es parte de lo que puede tomar República Dominicana del concepto de “innovación disruptiva”, y aplicarlo tanto al mundo empresarial como a la gestión pública. En esto último disponemos de grandes oportunidades para aunar la política de promoción de PYMES, que ha implementado el Presidente Danilo Medina, con una política de innovación permanente, para propiciar nuestra irrupción en mercados existentes o la creación de nuevos mercados en nuestro país.

últimas Noticias
Noticias Relacionadas