Hablan los hechos

Tal y como se había vaticinado, los miembros de la OPEP no alcanzaron un acuerdo para reducir la producción de petróleo en su reciente reunión celebrada en Viena, Austria. Los países del Golfo Pérsico, con Arabia Saudita a la cabeza, se impusieron frente a naciones como Venezuela e Irán, que abogaban por un recorte en la producción para elevar los precios.

Previo al encuentro, el hoy presidente saliente de la organización que agrupa a los países responsables del suministro de la tercera parte del petróleo que se consume en el mundo, Abdalla Salem El-Badri, reconoció que la caída que han estado experimentando los precios del crudo desde junio pasado es el resultado de una estrategia para dejar fuera del mercado el shale oil o petróleo de esquistos, producido por Estados Unidos con la ayuda de la tecnología del fracking, principal responsable de la actual sobre-oferta en el mercado.

Quedan despejadas de tal forma las sospechas de Venezuela e Irán, que acusaban a Estados Unidos de propiciar el desplome de los precios con fines geopolíticos.

La estrategia de la OPEP, trazada por Arabia Saudita con el apoyo de países como Emiratos Árabes Unidos y Kuwait, apuesta por mantener su posicionamiento en el mercado desestimulando las inversiones en la extracción de crudo de mayor costo. Se trata de países con alto grado de eficiencia en la extracción de crudo, que al propio tiempo disponen de abundantes reservas monetarias como para soportar precios bajos por un buen tiempo sin mayores traumas.

Distinto es el caso de naciones como Venezuela, Irán y Nigeria, a los que el descenso en los precios les está produciendo serios malestares en la economía, lo que, a su vez, explica su propuesta de recortar la producción para mejorar los precios, que fue rechazada de plano en la reunión de Viena.

Los países del Golfo entienden que esa estrategia, que funcionó en el pasado, estimularía a los productores norteamericanos que, conforme a las tendencias que se observan actualmente, terminarían arrebatándoles su actual predominio en el mercado.

Como explicamos en un artículo anterior, Estados Unidos se ha convertido en tiempo record en un gran productor mundial de petróleo gracias a la tecnología del fracking, lo que le ha permitido ir bajando poco a poco sus importaciones. Según todas las predicciones, este país podría cerrar la brecha entre importaciones y exportaciones (actualmente las exportaciones de petróleo están prohibidas, con la excepción de Canadá, nación a la que el suministro ha crecido en cerca de un 500 por ciento en el último año) para el 2019 y convertirse en un exportador neto de petróleo para el 2020.

Ahora bien, la pregunta que de inmediato se impone es, ¿resistirán los productores norteamericanos la guerra en su contra?

Según El-Badri los actuales precios dejan fuera del mercado a la mitad del petróleo de esquistos, que necesitarían un barril entre 90 y 100 dólares para poder mantenerse. El especialista sostiene que, sin embargo, no será sino el próximo año cuando la bajada comience a afectar seriamente al shale oil, debido a que sus productores se protegieron previendo un escenario como este.

Conforme a un estudio de Bloomberg, una parte del petróleo producido con la técnica del fracking, que cuantifica en medio millón de barriles diarios, dejaría de ser rentable por debajo de los 75 dólares (el precio del petróleo de referencia de Estados Unidos, el West Texas, se mueve hoy entre los 72-76 dólares).

Por su parte, el informe “Energy 2020: out of America”, publicado recientemente por el Citibank, presenta un cuadro mucho más halagüeño para los productores estadounidenses. Conforme a este estudio, aunque los precios del West Texas cayeran por debajo de los 75 dólares, el crecimiento de la producción podría seguir manteniéndose elevado durante varios años. Incluso, sugiere a las autoridades norteamericanas levantar la prohibición a la exportación del denominado oro negro para competir con la OPEP, una decisión que de adoptarse tendría como efecto inmediato nuevas y significativas caídas en los precios.

No obstante el optimismo del citado informe, la preocupación en la industria petrolera de Estados Unidos es real. En 1986 se produjo una guerra similar que expulsó del mercado a los productores norteamericanos. En ese entonces Arabia Saudí se propuso recuperar la cuota de mercado que había perdido debido al crecimiento de la producción estadounidense, propiciando un desplome del precio del barril de petróleo que pasó de 32 dólares en diciembre de 1985 a 10 dólares en marzo de 1986.

Aunque Estados Unidos mejora cada día los niveles de eficiencia de su industria petrolera y obviamente su capacidad de respuesta es superior a la de 1986, cuando la guerra decretada por el reino saudí le tomó por sorpresa, es evidente que aún está lejos de poder competir con los países del golfo, donde extraer un barril de petróleo cuesta entre 10 y 25 dólares.

Desde luego, es mucho lo que está en juego. Las inversiones en la industria petrolera son tan cuantiosas como los recursos que moviliza diariamente. Nadie cederá su posición sin hacer resistencia. Y todo indica que la guerra será larga.

La decisión de la OPEP de mantener su actual producción a sabiendas de que la misma sobrepasa en un millón de barriles diarios el objetivo de los 30 millones que se había propuesto, lo que junto a la enorme producción de shale oil añadida por Estados Unidos explican las actuales caídas de los precios, abre las puertas para una guerra de precios. A partir de la referida decisión los productores se sienten libres para intentar apuntalarse en el mercado siguiendo su propia estrategia.

La posibilidad de que los precios del producto sigan bajando es alta. Arabia Saudí ha hablado claro sobre su estrategia en un esfuerzo por lograr la comprensión de los demás productores, aún de aquellos que coyunturalmente saldrían seriamente afectados, porque, una vez alcanzados sus objetivos, será necesario un acuerdo para retornar los precios a los niveles por todos deseados.

La recién electa presidenta de la OPEP, en rueda de prensa ofrecida al término de la reunión celebrada en Viena, dijo que “el petróleo por debajo de los 75 dólares es un problema para todos”. Además de una seria advertencia a los países no miembros de la organización que están aumentando su producción, estas palabras son un llamado a la búsqueda de una solución conjunta al problema.

Pero un acuerdo en tal sentido no luce tan fácil de alcanzar, como lo demuestra el hecho de que la guerra no es sólo contra el fracking, sino también a lo interno de la OPEP. El combate será intenso y prolongado, a menos que ocurra un milagro. El mundo, pues, tendrá petróleo barato, al menos por un tiempo.

últimas Noticias
Noticias Relacionadas