El maridaje entre las artes suele depararnos innumerables sorpresas tanto agradables como desagradables, pues el ingenio humano produce lo bueno, lo malo y lo mediocre, no necesariamente en ese orden.
La cinematografía en su nacimiento se auxilio de cuantas artes pudo para legitimarse, pues sus orígenes científicos primero y como divertimento de feria para las clases bajas después, lo excluían de la estima en las elites culturales de aquel entonces.
Curiosa es la aproximación a la música que hizo el cine, por una vía tradicional que era musicalizando los filmes en las salas y en directo la otra menos lineal, usando las historias de la opera, sus argumentos muchos mas profundos y por lo demás conocidos, que los simplísimos guiones al uso de los directores primigenios.
Eso quiere decir que el cine no ha carecido nunca de sonido, de palabras si, pero no de música y no en todos los casos, puesto que en Japón solía acompañarse de un narrador o charlatán llamado Benshi, que describían de manera dramatizada los diálogos y las situaciones de los filmes.
El cine, la música y el sonido se dan la mano en la primera película sonora de la historia El Cantor del Jazz, estrenada con gran éxito un 6 de octubre de 1927 con Al Jolson como figura principal. Jolson era una gran figura del teatro musical.
Un gran éxito del cine musical lo es cantando bajo la lluvia (1952), inspirada por los musicales de los años 30 y 40, protagonizada por Gene Kelly y su recordada escena de baile cuando interpreta la canción que da título a la película.
Singing in the Rain ilustra las dificultades que soporto el cine en los inicios del sonoro, dado lo primitivo de las técnicas de grabación del sonido, que se incrementaban cuando de cantar se hablaba o de sincronizar música e imagen.
El musical se convirtió en uno de los géneros favoritos del público en la época que alude esta película, los 30 y 40, con Busby Berkeley que lo saco de las manos del teatro y le dio una identidad mas de acuerdo al lenguaje cinematográfico.
En los 50 y 60 descollaron grandes figuras del musical desde Elvis Presley hasta el mismísimo Gene Kelly, con directores como Vicente Minnelli y su Americano en París (1951) , y la aparición de obras icónicas como West Side Story (1961), The Sound of Music (1969) o Hello Dolly (1969) una de mis favoritas.
Al musical se le ama o se le detesta, aquí no hay términos medios, una enorme cantidad de espectadores no aguanta pasarse una hora o dos oyendo cantar a los actores, en nuestro caso la aproximación al musical se dio con obras como West Side Story, Jesucristo Superestrella (1973) y All that Jazz (1979) donde Bob Fosse se retrata así mismo en un espiral autodestructivo que le valió la palma de oro en el Festival de Cannes (1980).
Las comedias es otro genero que se une al musical para entregarnos películas tan divertidas y musicalmente suculentas como Blues Brothers (1980) y Blues Brothers 2000 (1980) llenas de jazz, blues y Rhythm and Blues que John Landis dirigió con gran acierto.
La relación del cine y la música es extensa pues cubre una de géneros y de temas que va desde lo biográfico hasta la composición en una compleja bifurcación que enriquece ambas artes.
Los compositores de música cinematográfica han pasado a ser figuras de primer orden, pues quien no ha vibrado al oir las notas de Nino Rota, Bernard Herrmann, Ennio Morricone, Toru Takemitsu o Gustavo Santaolalla para solo a unos pocos de los ilustres creadores de bandas sonoras cuya forma excede a las mismas películas que han musicalizado.
Musicalizar un filme requiere de parte del compositor estudiarse el guion, desmenuzar la historia y los personajes, interiorizar los puntos de vistas, los sentimientos, en fin exige un nivel de participación, de análisis y de compromiso ético muy cercano a la del director.
Recientemente tuvimos la oportunidad de oír algunos fragmentos de la música de la película dominicana 339 Amin Abel de la autoría de Huayna Jiménez Ronzino, quedando bastante complacido por la calidad y rigurosidad de esa propuesta musical cinematográfica.
La música inicia su recorrido con el cine desde el nacimiento de este, y los dos han establecido una relación de mucho provecho para ambas artes, constituyéndose la música para el cine como un género autónomo en la escena musical.
Bastante atrás quedaron los tiempos donde solo se le pedía un papel ilustrativo, de mero acompañante o soporte, en nuestros días un filme de cierta calidad debe contar con una musicalización de altos estándares que redondee la propuesta audiovisual.
La relación entre estas artes se salda con no pocas tensiones, fruto de la ebullición creativa de sus mentes hacedoras, pero al final, el producto de esos relámpagos estéticos nos entrega las notas e imágenes que perduran en nuestras memorias.
La música canta, baila y conmueve a un cine que enmarca las imágenes de unas sonoridades en la pantalla desbocada de los sueños o las pesadillas de las masas cinéfilas.