Opinión

La cultura cristiana celebra en estas fechas la natividad del Niño Jesús en un humilde pesebre en la ciudad de Belén, hace dos mil años, un evento que ha influenciado a toda la sociedad a escala planetaria.

Sea usted religioso o ateo, las celebraciones de fin de año tienen el sello de la Navidad, y aislarse de ella es poco menos que imposible a menos que te conviertas en un Grinch social.

La publicidad machaca incesantemente todos los medios de comunicación que se convierten en portavoces, algunas veces delirantes, de una Navidad que ha perdido mucha de su inocencia original.

El mundo se tiñe de rojo y verde, y entre Santa Claus, el Niño Jesús, los pastores, la virgen María, José y los Reyes Magos, transcurre un mes de fiesta, regalos y algunas veces, de buenos deseos.

El cine, que no es ajeno a ninguna manifestación del espíritu humano, saca partido artístico y comercial a la Navidad, montándose en el tren celebrativo, no necesariamente con una actitud inocente o a crítica.

La parafernalia de viajes, compras de juguetes, el espíritu navideño ha inspirado a los guionistas para escribir historias de buen corazón, de niños medio sicópatas, padres estresados comprando obsequios o ejecutivos fríos y calculadores atacados por espíritus que los hacen recapacitar, entre montones de temas que solemos ver en nuestras pantallas.

Plácido (1961), dirigida por ese genio del humor acido que es Luis García Berlanga, narra las desventuras navideñas de un humilde trabajador para poder abonar la primera cuota de su vehículo con el cual se gana la vida.

El humorista Cassen hace el papel de Plácido Alonso, acompañado de José Luis López Vázquez, el malvado inmisericorde y de Manuel Alexandre que interpreta al cuñado de Plácido.

Película triste, crítica sobre la comunicación entre las personas y desnuda la falsa amabilidad de la época navideña, mostrando que los malvados no cambian fácilmente en este oleo social de la sociedad española.

Plácido tuvo una gran repercusión internacional, valiéndole a Berlanga la nominación al Oscar como la Mejor Película de Habla No Inglesa, además de varios premios españoles.

Scrooged (1988), en español Los Fantasmas de Navidad Visitan al Jefe, es una cinta dirigida por Richard Donner y actuada por Bill Murray acerca de un despiadado ejecutivo de la televisión que solo cree en las encuestas, mal hermano, maltratador de empleados, en fin, una lacra social que solo cambia cuando es visitada por los espíritus navideños quienes le hacen ver en la monstruosa persona en que se ha convertido.

Detrás del ambiente de fabula navideña se esconde un no tan velado ataque a los procedimientos usados por los ejecutivos de las empresas, quienes atentos a la productividad, olvidan los valores humanos en su afán de hacer crecer a sus empresas, pues para ellos no existen amigos, ni familia ni nada, solo las ganancias.

Bill Murray nos entrega a un Francis Xavier Cross que padece las mismas alucinaciones de Ebenezer Scrooged, Murray borda su papel con gran realismo, en una de las mejores interpretaciones de su carrera.

La maldad y la picardía que desborda Home Alone (1990), o Mi Pobre Angelito, como se tituló en español, la convierten en una de mis favoritas para disfrutar en Navidad, porque de inocente, esta película no tiene nada.

El pobre niñito olvidado en casa por sus padres (Macaulay Culkin), se transmuta en el terror de los dos ladrones que intentan desvalijar la vivienda familiar (Joe Pesci y Daniel Stern).

Quien busque la inocencia, la buena fe de infancia, no la encontrará en esta película, pues lo único angelical es el rostro de Macaulay. Después de ahí prepárese para ver una cadena sin fin de golpes, lamentos y desventuras, sufridas por la incompetente pareja de ladrones.

El cine refleja la Navidad en sus diferentes vertientes, con los cambios naturales que se producen en todas las épocas. Si hace muchos años se veían historias sacadas de libros de superación personal, en la actualidad refleja la atomización familiar, el aislamiento y la influencia de la tecnología en las costumbres.

Una celebración de 2,000 años de antigüedad cambia, y por fuerza el cine que documenta la Navidad cambia con ella, evolucionando y colocándose a la par de esas transformaciones sociales.

El cine converge en la Navidad, escenificando el nacimiento del Niño Jesús y las celebraciones de los cristianos año tras año, midiendo su influencia en una sociedad decorada en verde y rojo para visionar sus historias en la sala oscura.

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