La Habana La vocación patriótica y humanística, cualidades que marcaran su vida, se observa en José Martí (1853-1895) desde los textos escritos en la adolescencia y primera juventud, signados por el amor a la patria y la libertad.
Hijo de súbditos españoles, el valenciano Mariano Martí y Navarro, sargento primero del Real Cuerpo de Artillería, y Leonor Pérez Cabrera, de Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, aquel niño excepcional nació en La Habana, el 28 de enero de 1853.
José Martí creció en un ambiente de pocos recursos económicos, bajo la mirada amorosa de la madre y la recta moral del padre, así como la influencia de su maestro Rafael María de Mendive (1821-1886), en cuyo hogar era asiduo visitante.
Preso a los 16 años, desterrado poco después, toda su obra estuvo siempre al servicio de Cuba con un amor desgarrador pues pasó en el exilio casi todo el tiempo.
Martí trasciende su época por la valía de su creación literaria, ideario ético-revolucionario y vocación bolivariana; llamó Padre al Libertador Simón Bolívar y Madre a América, Nuestra América, según sus históricas palabras. «De América soy hijo -declaró-, a ella me debo.»
Héroe nacional de la independencia patria frente a la metrópoli española, notable poeta, orador, periodista, escritor, maestro, traductor y diplomático, José Martí reúne todos los atributos para ser considerado el más universal de los cubanos.
Escribió para numerosos periódicos y revistas hispanoamericanos y de Nueva York, crónicas, reportajes, ensayos, prácticamente todos los géneros periodísticos y literarios, incluidos la crítica de arte; fue un gran pensador de Nuestra América.
Según registran sus biógrafos, aprendió las primeras letras en una escuela de barrio, a los nueve años acudió al colegio San Anacleto de Rafael Sixto Casado, en 1862, fecha de su primera foto conocida.
Luego asistió a la Escuela de Instrucción Primaria Superior Municipal de Varones, dirigida por Mendive, y al Colegio San Pablo, fundado por éste en 1867, e incorporado al Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana.
El pupilo tuvo en Mendive un padre espiritual que sentó las bases de sus principios éticos y su identidad nacional.
Este poeta y educador dejó huella profunda en el adolescente José Julián a quien enseñó desde 1865 a 1869 el camino de la prosa y la poesía y los sentimientos patrióticos.
Para «premiar de alguna manera su notable aplicación (notas sobresalientes) y buena conducta», el 27 de agosto de 1866 solicitó su ingreso en el Instituto, con el compromiso de costearle los estudios de Bachiller por carecer de medios económicos el padre Mariano Martí.
El estallido de la primera guerra independentista, el 10 de octubre de 1868, cambió la vida de Martí, un adolescente de 15 años, quien siguió la opción que con hermosas palabras expone en Yugo y Estrella, uno de sus famosos versos libres escritos a la edad de 25 años y publicados en 1882:
«Dame el yugo, oh mi madre, de manera / Que puesto en él de pie, luzca en mi frente / Mejor la estrella que ilumina y mata».
Sus sentimientos se desbordaron en el soneto Âí10 de octubre!, publicado en los primeros meses de 1869, en el periódico manuscrito Siboney, de los estudiantes de segunda enseñanza de La Habana.
En enero de 1869 expresa su clara simpatía por la revolución, en los periódicos «El Diablo Cojuelo» -auspiciado por su amigo y condiscípulo Fermín Valdés Domínguez – y el suyo «La Patria Libre», apoyado por Mendive, publicados ambos en La Habana.
Diversos diarios y folletos proliferaron a raíz de una engañosa libertad de prensa promulgada por el gobernador y capitán general Domingo Dulce para disuadir a los independentistas.
Cuando es arrestado Mendive , cada día acompaña a la esposa de éste, Micaela Nin, a la prisión del Castillo del Príncipe.
Casi niño Martí ingresó en la cárcel el 21 de octubre de 1869; fue condenado a seis años de presidio político en 1870, como parte de la ola represiva del poder colonial.
Alrededor de un año llevó grilletes y trabajó en las canteras de San Lázaro, cerca del actual Malecón habanero.
Al dorso del retrato que envío a su madre, el preso 113, de la Primera Brigada de blancos, escribió unos versos que signaron su vida:
Mírame, madre, y por tu amor no llores: /Si esclavo de mi edad y mis doctrinas, / Tu mártir corazón llené de espinas, / piensa que nacen entre espinas flores.
El 19 de enero de 1869, el Diablo Cojuelo publicó un artículo de fondo escrito por Martí, en el cual plantea una definición entre Yara o Madrid, la Revolución o las demandas de los fracasados reformistas criollos.
En tono burlón comenta la situación, las actitudes de los conciliadores y la libertad de imprenta «que -dice- no es tan amplia que permita decir cuánto se quiere, ni publicar cuanto se oye».
Pone de ejemplo: «Si viniese a Cuba un Capitán General que burlándose del país, de la nación y de la vergüenza, les robase miserablemente dos millones de pesos; y corriesen rumores de que este general se llamaba Paco o Pancho, Linsunde o Lersinde, a buen seguro que mucho habría de medirse usted, lector amigo, antes de publicar noticia que tanto ofende la nunca manchada reputación del respetable cuanto idóneo representante del Gobierno Borbónico en esta Antilla».
«Y esto lo digo -concluye- para que a mí como a los demás nos sirva de norma en nuestros actos periodiquiles».
El gobernador saliente Francisco Lersundi Ormaechea (1817-1874) fue sustituido el 4 de enero de ese año por el general Dulce; cualquier parecido salta a la vista. Su poema dramático Abdala apareció el 23 de enero en el único número de «La Patria Libre» -escrito expresamente para esta publicación-; el héroe que le da nombre encarna los sentimientos del joven Martí, y Nubia, lugar donde se desarrolla la historia, es Cuba. Martí adelanta sus pensamientos políticos en varias escenas del drama:
«Por la patria morir, antes que verla / Del bárbaro opresor cobarde esclava»; «El amor, madre, a la patria / No es el amor ridículo a la tierra, / Ni a la yerba que pisan nuestras plantas; / Es el odio invencible a quien la oprime, / Es el rencor eterno a quien la ataca»; «Nubia venció. Muero feliz: la muerte / Poco me importa, pues logré salvarla…/ Oh, qué dulce es morir cuando se muere / Luchando audaz por defender la patria».
Dos trabajos medulares produjo durante la deportación en España (1871-1874), antes de regresar en 1875 a su patria americana: El presidio político en Cuba (1871) y La República Española ante la Revolución Cubana (1873), suficientes para incluir a este cubano de solo 20 años entre los pensadores latinoamericanos.