A partir del inicio de la década de 1990, después del derrumbamiento del muro de Berlín, la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la vigencia de un mundo unipolar, entre otros importantes cambios que se han producido en el mundo; una gran parte de los ciudadanos y ciudadanas interesados en la actividad política, ha ido perdiendo las expectativas, las aspiraciones, las ilusiones trascendentes, la confianza en poder construir sociedades justas e inclusivas, mediante el impulso de proyectos políticos que garanticen la construcción del tipo de sociedad a la que se aspiraba como resultado de procesos revolucionarios.
Frente a esa situación, es importante destacar que sin esperanzas no hay ética posible, porque, asumir y poner en práctica valores éticos implica contar con un proyecto de vida vinculado a una mejor sociedad. Las esperanzas, las ilusiones y la confianza en la actividad política deben ser mantenidas para poder ejercer una práctica de vida coherente con los principios, valores y compromisos que asumen las organizaciones políticas. Como afirmara Juan Bosch, las y los políticos, los auténticos defensores de los valores democráticos deben tener una concepción clara y firme sobre esta actividad, la cual definió como una función de servicio eminentemente moral.
El objetivo de la vida política no es tan solo asegurar la supervivencia del individuo y la sociedad, sino, básicamente, enseñar y aprender a vivir con corrección y dignidad. La asunción de valores en la política da motivos para vivir, da significado a la vida, garantiza la identidad, define nuestra calidad de vida y marca nuestra conducta en toda su amplitud y profundidad.
El propio Bosch afirmó que la conciencia moral es importante no sólo en la política, sino que es una condición esencial del ser humano. Encarna el bien, la primacía y la dignidad del ser humano que dotan al ciudadano de intencionalidad, libertad y compromiso con sus actuaciones.
Las situaciones que hoy vive el mundo no deben desilusionarnos de la actividad política, porque como dijera Juan Bosch: “Toda obra digna pasa a menudo bajo la sombra de la infamia; el que combate, sin embargo, no puede detenerse ante la infamia. Hay un camino a seguir en la guerra como en la política; el camino que desembocará un día en la unión de todos bajo un sol de libertad”.
Para Bosch “la democracia es inconcebible al margen de un andamiaje moral sobre el que se levante todo ejercicio político y administrativo”; llegando a entender que los partidos, en el marco del sistema democrático no pueden aspirar a ser seguido por el pueblo si viven a la espalda de la moral. Por tanto, los que participamos en la vida política debemos estar conscientes de que nuestras conductas y nuestras acciones están sujetas al juicio de las presentes y futuras generaciones. En consecuencia, los que asumimos esta actividad como función de servicio debemos estar seguros de que estamos arriesgando desde nuestra reputación hasta la vida como afirmara Juan Bosch.
A pesar de la pérdida de confianza de una gran parte de la población en los partidos políticos y en las y los políticos, no debemos renunciar a nuestras expectativas y aspiraciones en procura de la construcción de mejores sociedades, porque la verdad, la que Juan Bosch concibe como “la más potente de las armas cuando se encuentra en manos de los buenos” está asociada a todos los demás valores y condiciona su concreción en las realizaciones humanas.
Si la conciencia moral está presente en la práctica diaria de las y los políticos, debemos estar seguros de que esta actividad sigue siendo un ejercicio ciudadano confiable, apegado a un sistema de valores, actitudes y convicciones coherentes con los principios que se asumen en cada organización. A pesar de las críticas, muchas veces infundadas, debemos continuar trabajando con la concepción clara de que “los infundios son infundios y la verdad es la verdad, y la verdad queda fija e inconmovible, entera y pura, cuando el viento de los años, pasando entre los infundios, lo va haciendo polvo” (Juan Bosch, viaje a los Antípodas, pag. 227, Editora Alfa y Omega, Sto. Dgo. Rep. Dom. 1992).