Hablan los hechos

En su edición del sábado 12 de enero, el diario español El País publicó dos interesantes artículos sobre el asesinato en Francia de casi toda la redacción del semanario satírico de izquierda francés Charlie Ebdo a manos de yihadistas islámicos radicales.

El primero de esos artículos lleva por título “Je suis Charlie Hebdo” (“Yo soy Charlie Ebdo”) y está calzado con la firme de Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, quien no vacila en calificar como “un hecho horrible que pone los pelos de punta por su crueldad y salvajismo”.

Para Vargas Llosa el hecho “significa todavía algo más grave: querer que la cultura occidental, cuna de la libertad, de la democracia, de los derechos humanos, renuncie a ejercitar esos valores, que empiece a ejercitar la censura, poner límites a la libertad de expresión, establecer temas prohibidos, es decir, renunciar a uno de los principios más fundamentales de la cultura de la libertad: el derecho a la crítica”.

“Creo que Occidente, Europa, el mundo libre deben tomar nota de que hay una guerra que tiene lugar en su propio territorio y que esa guerra debemos ganarla si no queremos que la barbarie reemplace a la civilización”, dice.

Más adelante señala que “uno de los riesgos más graves de este horrible ataque terrorista es que va a estimular la xenofobia a los partidos extremistas que son tan peligrosos para la democracia como los fanáticos islamistas”.

Sostiene el Nobel de Literatura que “este asesinato colectivo va a ganarles adherentes a organizaciones como el Frente Nacional y a todos los grupos y grupúsculos que quisieran destruir a Europa y retroceder a los países europeos a la época de los nacionalismos intolerantes y xenófobos”.

Y concluye diciendo: “…la tragedia que vive Francia en estos días es una tragedia que nos afecta a todas las mujeres y a todos los hombres libres de este mundo quienes debemos repetir como lo están haciendo millones de franceses todos los días: “Je suis Charlie Hebdo”.

El segundo artículo al que hicimos referencia se publicó originalmente en el New York Times y es de la autoría del veterano periodista canadiense-estadounidense David Brooks, de pensamiento conservador., al igual que Vargas Llosa. Dicho artículo lleva por título “Yo no soy Charlie Hebdo”.

En sentido general, Brooks coincide con Vargas Llosa en cuanto a la inconveniencia de imponer trabas al discurso, pero considera oportuno el momento para “adoptar una postura menos hipócrita hacia nuestras propias figuras provocadoras”, haciendo en este sentido algunos señalamientos dignos de ser ponderados.

“…es inexacto que la mayoría de nosotros afirmemos `Je suis Charlie Hebdo` o `Yo soy Charlie Hebdo`. La mayoría de nosotros no practicamos de verdad esa clase de humor deliberadamente ofensivo en la que está especializada ese periódico”, dice.

Añade que “…al pensar en quienes provocan y ofenden, deseamos mantener unas normas de civismo y respeto y, al mismo tiempo, dejar espacio a esos tipos creativos y desafiantes que no tienen las inhibiciones de los buenos modales y el buen gusto”.

Según el veterano comunicador, “las sociedades sanas, en otras palabras, no silencian el discurso, pero conceden un estatus diferente a los distintos tipos de personas. A los eruditos sabios y considerados se los escucha con gran respeto. A los humoristas se los escucha con un semirrespeto desconcertado. A los racistas y a los antisemitas se los escucha a través de un filtro de oprobio y falta de respeto. La gente que desea ser escuchada con atención tiene que ganárselo mediante su conducta”.

Pues bien, reflexionando sobre ambos puntos de vista, hemos llegado a algunas conclusiones:

1.- Ciertamente, no todos afirmamos “Yo soy Charlie Hebdo”. Y que bueno que así sea, por más que nos duela- y nos duele profundamente-, el asesinato en forma salvaje y cruel de los periodistas del semanario francés. El derecho a la crítica se puede ejercer plenamente sin diatribas crueles. Aunque se le de el tratamiento de mal menor y se garanticen los espacios al discurso irrespetuoso e indecente como forma de asegurar la libertad de expresión en la forma más pura posible para todos, las sociedades deben promover el civismo como la forma sana de convivencia. En otras palabras, se puede tolerar un insulto, una ofensa, una manifestación de salvaje violencia verbal e irrespeto, pero no necesariamente aceptar semejante cosa como algo natural y deseable. Lo contrario equivaldría a degradar las normas de la decencia, del comportamiento ético.

2.- Si es cierto lo que dice Vargas Llosa, en el sentido de que el atentado contra el semanario francés sumará adeptos a los partidos extremistas franceses, como el Frente Nacional, a los que considera tan peligrosos como los fanáticos islamistas, entonces deberíamos cuestionarnos sobre el fenómeno de la creciente islamofobia que se advierte en no pocos países europeos y sobre el estímulo que semejantes sentimientos, que se traducen en formas distintas de violencia, pudieran representar para el radicalismo musulmán. Generalmente los radicalismos generan y fortalecen sus antípodas.

3.- El carácter de situación de guerra que le da el Nobel de Literatura a los recientes sucesos ocurridos en Francia y el llamado que hace éste a “Occidente, a Europa y al mundo libre” a actuar en forma contundente evoca el estado de ánimo que existió en Estados Unidos luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre, el cual empujó a los entonces líderes de la nación a dos aventuras militares producto de las cuales han muerto cientos de miles de personas, la inmensa mayoría inocentes. Los heridos y desplazados, los mutilados, huérfanos y hambrientos producto de la guerra se cuentan por montones. Y el mundo, trece años después, es más inseguro y menos libre. Para lanzar su ofensiva contra el fundamentalismo islámico se invocó la superioridad de los valores y la cultura occidentales. Ese camino condujo a excesos tan reprochables como las propias acciones terroristas cometidos en Estados Unidos. Tal es el caso, para citar un solo ejemplo, de la tortura a que fueron sometidos cientos de prisioneros, trasladados ilegalmente a miles de kilómetros de sus lugares de origen y a los que tampoco se les garantizó un juicio justo. La lucha contra el terrorismo no se ha librado con apego a la legalidad y los únicos métodos contemplados son los militares. Los objetivos geopolíticos se han impuesto a los esfuerzos por aislar a los violentos, con resultados tan desastrosos como el florecimiento del grupo terrorista denominado Estado Islámico, otrora insignificante grupúsculo perteneciente a la red Al Qaeda. Las acciones de Occidente en países como Irak, Siria y Libia alteraron seriamente el equilibrio construido por grupos con rivalidades ancestrales en un proceso de muchos años. Ahora, mientras trata de salirse del atolladero que provocó, los problemas estallan en su propia casa.

4.- La intolerancia religiosa no es extraña al continente europeo. Las actuales generaciones han presenciado el enfrentamiento en el Ulster entre los católicos, que representan el 40 por ciento de la población, y los protestantes, que son el 60 por ciento. También vimos los conflictos entre los musulmanes bosnios y los cristianos serbios y croatas de la ex Yugoslavia. De la misma forma, las diferencias religiosas entre cristianos ortodoxos orientales dependientes de Roma y cristianos ortodoxos dependientes del patriarca de Moscú han estado presentes en el conflicto de Ucrania.

Es bueno dejar establecido que la mayoría de las sociedades modernas han logrado garantizar la coexistencia armoniosa de grupos de distintas denominaciones religiosas, en base a normas que garantizan el respeto mutuo. Históricamente, las diferencias religiosas por lo general se han visto exacerbadas por las diferencias políticas.

Cuando el imperio romano se dividió en dos mitades, el Oriente y Occidente, lo propio ocurrió con el cristianismo. El patriarca de Estambul, aprovechando la decadencia occidental y el auge de oriente, pretendió erigir a Constantinopla como la capital del cristianismo. Roma se negó a acceder a tales pretensiones, que implicaban un desconocimiento de la autoridad del Papa. Como consecuencia de esto, la parte occidental, centrada en Roma, se convirtió en ortodoxa; mientras, la parte oriental, centrada en Constantinopla, se convirtió en ortodoxa.

Fue también la lucha por el poder lo que dividió a los musulmanes. Al momento de su muerte en el año 632, Mahoma había logrado unificar toda la península arábiga. El Islam, la religión fundada por este profeta, inspiró un amplio movimiento expansionista, que rápidamente cambió el mapa político de África del Norte, Oriente Medio y Asia Central. La Península Ibérica, Asia Menor, Irak; Irán, Afganistán, parte de la India y parte de Rusia se convirtieron al islamismo. Tal expansión del Islam se llevó a cabo siguiendo el principio de la guerra justa o yihad.

Aunque todos los musulmanes se sentían unidos por su fe en el Corán, que recoge la palabra de Alá revelada a Mahoma, en la práctica los separó la cuestión de quién debía suceder al profeta luego de su muerte. Así nacieron, producto de esta lucha por el poder, los musulmanes chiitas y los musulmanes sunitas, dos grupos cuyos diferencias se han traducido en un gran derramamiento de sangre que se extiende hasta nuestros días.

Las cruzadas o guerras santas fueron la reacción de occidente frente al expansionismo islámico en la edad media.
Por lo general las diferencias religiosas siguen el mismo derrotero que las diferencias políticas. Luego de los acuerdos en el Ulster, por ejemplo, terminaron las marchas religiosas desafiantes y los acostumbrados enfrentamientos entre los dos grupos religiosos mayoritarios. Con el fin de la guerra en la antigua Yugoslavia y la conformación de una nueva realidad finalizaron también los extremismos religiosos.

Las manifestaciones de intolerancia que vemos hoy en día tienen también su trasfondo político, que muchos evaden en sus análisis. Por ejemplo, Vargas Llosa exhorta a Occidente a tomar nota de que hay una guerra que tiene lugar en su territorio y que está obligado a ganar. Pero no dice una palabra de la guerra que por más de trece años se lleva a cabo en el corazón del mundo musulmán, con el saldo ya conocido. Y es ahí, justamente, donde está el problema político que hoy estimula los extremismos religiosos. Cuando se quiere combatir un problema, hay que conocer sus causas reales.

5.- Ciertamente, Europa occidental fue la cuna de la libertad, de los derechos humanos y de la democracia. Mas, la historia demuestra que la lucha por el poder y las ventajas económicas son capaces de engendrar fenómenos como los nacionalismos intolerantes y xenófobos, aún en sociedades altamente civilizadas y cultas. Habría que preguntarse, pues, ¿qué es lo que está ocurriendo en buena parte de Europa que en pleno siglo XXI se advierte un proceso involutivo, que abarca, como ya dijimos, un retorno del racismo y la xenofobia con el auge de los partidos de la derecha radical, que Vargas Llosa considera “tan peligrosos para la democracia como los fanáticos islamistas”? Habría que preguntarse, ¿por qué en Francia, que inauguró la era moderna con su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, una organización como el Frente Nacional, abiertamente xenófoba, se ha erigido como la primera fuerza política del país? Preguntémonos también, ¿cómo es que debe proceder una democracia cuando la mayoría se inclina por opciones antidemocráticas? ¿Quién es el responsable de establecer responsabilidades y mediante qué mecanismos se le debe combatir, sin violar derechos y preceptos legales?

La explicación de los extremismos hay que buscarla en la calidad del ejercicio de la política, en la forma en que se ejerce el poder y en la percepción que sobre este particular tienen distintos grupos sociales. Si la comunidad afroamericana en Estados Unidos percibe que los policías blancos abusan de los negros, veremos situaciones como las vividas recientemente en Ferguson. Situaciones como esta son susceptibles generar, a su vez, procesos de fragmentación social y de impactar negativamente en las instituciones, como quedó evidenciado con la reacción social producida por el veredicto de un gran jurado que decidió sobreseer los casos de dos policías blancos señalados como los responsables de la muerte de dos afroamericanos en hechos y comunidades diferentes, así como con la reacción de miles de policías de la ciudad de Nueva York que le dieron la espalda al alcalde en señal de protesta por las valoraciones de éste de su desempeño y el trato dado a la comunidad negra.

6.- La diferencia fundamental entre las ramas más violentas y radicales del islam político, eso que hoy se conoce con el nombre de yihadismo, y los partidos intolerantes y xenófobos en auge actualmente en Europa, consiste en los métodos utilizados para expresarse políticamente. Los primeros son terroristas y sus acciones los colocan al margen de la ley, por lo que se justifica su combate mediante los mecanismos que la propia ley contempla. Los segundos son entidades legales, que hacen uso de la democracia para ganar espacio. El Frente Nacional, por ejemplo, fue la organización más votada en las últimas elecciones europeas, logrando 24 escaños en el Parlamento Europeo, equivalente a la tercera parte de los que corresponden a Francia. Sin embargo, existe un justificado temor de que, en caso de que esta organización política acceda al poder, sus concepciones ultra radicales se traduzcan en políticas de Estado, con el consiguiente daño para la democracia y la libertad. Eso fue lo que ocurrió con Hitler y el nazismo. El yihadismo y las formaciones políticas extremistas, como dice Vargas Llosa, son igualmente peligrosas. Pero las sociedades democráticas tienen que convivir con los segundos, tratando de cerrarles el paso con métodos democráticos. Algo parecido ocurre con el periodismo deliberadamente irrespetuoso. Debemos tolerarlo, pero jamás compartirlo, sobre todo cuando se ejerce de manera sistemática. Se trata de una práctica susceptible de afectar los derechos fundamentales de las personas y que en determinadas circunstancias hasta se podría asimilar como incitación a la violencia. Por tanto, al igual que David Brooks, quien esto escribe tampoco se puede declarar Charlie Ebdo.

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