Opinión

Una mirada profunda al pensamiento seglar latinoamericano y caribeño, en el ámbito de su trascendencia universal y humanista, se nos hace difícil encontrar una obra más profunda y completa que la de Juan Bosch. Su labor literaria, histórica y política se desarrolla, fundamentalmente, en la segunda mitad del siglo XX cuando Latinoamérica, entre dictaduras y revoluciones, se abrió a la primera ola de democracias, en lo que parecía una reafirmación de sus procesos de independencia.

En ese proceso encontramos a dos figuras que enlazaron con excepcional brillantez los siglos XIX y XX como fueron el uruguayo José Enrique Rodó y el peruano José Carlos Mariátegui. Rodó fue el creador del llamado “Arielismo”, corriente ideológica basada en un aprecio de la tradición greco-latina en menosprecio al utilitarismo anglosajón, que expresaba a su vez una visión idealista de la cultura latinoamericana, como modelo de nobleza y elevación espiritual, en contraposición a la cultura de los Estados Unidos. Mariátegui fue el primer pensador marxista del hemisferio con una obra escrita conocida.

Cuando hablamos de pensamientos nos referimos a reflexiones teóricas en relación a fenómenos políticos y sociales, moldeadas por una impronta ensayística y literaria, que es justamente el caso de Juan Bosch, con una obra de contenido similar a la de José Martí, uno de sus inspiradores, pero mucho más amplia y completa.

Martí se destaca entre los pensadores latinoamericanos más universales e influyentes. Muerto a los 42 años de edad, el apóstol cubano constituye una fuente inagotable de conocimientos, cuya obra principal, además de la lírica y epistolar, fue su excepcional ensayo “Nuestra América”, uno de los libros de cabecera de Bosch.

Bolívar fue antecesor de Martí, y por igual un ejemplo a seguir en el proyecto de la llamada Patria Grande Latinoamericana. Falleció también muy joven, a los 47 años, y se destacó más por sus campañas militares que por su producción literaria, concentrada en sus históricos discursos, manifiestos, decretos, proclamas, cartas y testamentos.

En ese proceso nos encontramos con la figura de Eugenio María de Hostos, educador y luchador independentista, quien junto a Martí representó para Bosch una de sus fuentes de estudio y sobre quien escribió, con apenas 29 años de edad, uno de sus primeros ensayos, “Hostos: El Sembrador”, donde confiesa que de haberlo conocido después de 35 años de muerto, constituyó para él “volver a nacer”. Hostos, quien viviera en nuestro país y creara la Escuela Normal para educadores de tradición laica, dejó entre sus obras “El Día de América”, “Educación Científica de la Mujer” y “Lecciones de derecho constitucional. Santo Domingo: Cuna de América”.

Hay casos excepcionales de líderes que sin haber dejado muchas obras escritas, trascendieron por igual en la historia latinoamericana. Juan Pablo Duarte, por ejemplo, el padre de nuestra nacionalidad, su obra escrita se circunscribe a algunas ideas sustentadas en frases y versos, algunas de ellas lapidarias, como aquellos de que: “Nuestra patria ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera o se hunde la isla” y “Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones”.

Se puede decir que la gran obra de Duarte, ya no escrita sino de acción para la lucha y la oralidad, fue la del hombre abnegado y líder organizador de la guerra de independencia, comenzando por la fundación de la sociedad secreta La Trinitaria, el 16 de julio de 1838. Dos años después surgiría La Filantrópica para el uso del teatro y la cultura con fines de ampliar el radio de acción teórico-práctico. Entre los escritos que se conservan de Duarte, además de sus frases, están en prosa, “El primer proyecto de la constitución” y en versos “La cartera del proscrito”, “Súplica”, “Desconsuelo” y “Antífona.

Los contemporáneos a Juan Bosch fueron figuras como Juan José Arévalo, Rómulo Gallegos, Jacobo Árbenz, Víctor Raúl Haya de la Torre, Juan Domingo Perón, João Goulart, José María Figueres, Rómulo Betancourt, Salvador Allende y Fidel Castro. Ninguno de ellos desarrolló una obra tan prolija como la de Bosch, cuyo pensamiento está sustentado en la visión de un líder moderno, de ideas progresistas, donde junto a la moral y el patriotismo, se destacan la disciplina y el compromiso político para la transformación de las estructuras sociales, formando de esa manera una doctrina, una ideología política, que deben ser estudiados, seguidos y puestos en práctica por las presentes y futuras generaciones.

Los aportes de Juan Bosch en el área de la literatura y las ciencias sociales lo hacen una figura universal, con una producción escrita, traducida en todos los idiomas y objeto de debate por muchos políticos e intelectuales alrededor del mundo.

El boschismo es una doctrina, una ideología, la única doctrina política creada en República Dominicana. Y al hablar de doctrina, nos referimos también a un pensamiento, a una escuela, que en lo que respecta a la realidad dominicana, encuentran fundamentos en las más de 50 obras escritas por el pensador dominicano y universal.

El boschismo se puede conocer a través de los ensayos sobre historia y análisis de la sociedad y las obras narrativas de Juan Bosch. También por su vida ejemplar como ciudadano dominicano y del mundo. Por ser doctrina, pensamiento y teoría de carácter científico, constituye un método para el estudio y la interpretación de la historia y los fenómenos sociales, no sólo de República Dominicana, sino de Latinoamérica, el Caribe y el mundo.

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