Que el 9-11 se ocuparía también de este tipo de contaminación fue una noticia que recibimos con mucho agrado. En lo particular, tengo años alertando por todos los medios que he tenido a mano (artículos en la prensa escrita, programas de televisión, programas de gobiernos, Ley General de Medio Ambiente, reuniones, conferencias y todo tipo de foros en los que he participado), respecto a la necesidad de hacer conciencia sobre el daño a las personas, que en muchos casos de manera permanente produce la contaminación acústica o sonora, que no es otra cosa sino el ruido ensordecedor que sobrepasa la capacidad auditiva, provocando sordera y envejecimiento prematuro de los oídos. El ruido afecta también el sistema nervioso y a partir de ahí la secuela puede ser impredecible, desencadenando múltiples problemas orgánicos.
La Ley 64-00 de medio ambiente trata el tema en el Capítulo VII, que está dedicado a los asentamientos humanos. El Art. 114 establece la coordinación entre el Ministerio de Medio Ambiente, los ayuntamientos y la policía municipal, para regular la emisión de ruidos y sonidos molestos y en el Art. 115 se establece la prohibición de ruidos producidos por la falta de tubos de escape o su funcionamiento defectuoso en plantas eléctricas y vehículos, así como el uso de sirenas o bocinas, con las debidas excepciones (necesidad policial, ambulancias, bomberos y embarcaciones marinas).
La Ley 185-04 sobre prevención, supresión y limitación de ruidos nocivos y molestos, es bien específica contra la contaminación sonora. En uno de los considerandos que justifica esta Ley se advierte que la capital de la República Dominicana es la más ruidosa de la Región, ¡vaya un calificativo que deshonra!
Pero aun más, la propia Constitución de la República señala que toda persona tiene derecho, tanto de modo individual como colectivo, a habitar en un ambiente sano, ecológicamente equilibrado y adecuado para el desarrollo y preservación de las distintas formas de vida. Por desgracia, como se ve, en nuestro país el problema no parece ser de leyes sino más bien de políticas públicas y de la correspondiente autoridad que las aplique. ¿Estaremos salvando tales escollos en el caso que nos ocupa?
Para que se vea la importancia que le da la población a la contaminación por ruido, solo hay que ver la información publicada por el Sistema Nacional de Emergencias y Seguridad 9-11 en relación al programa anti-ruidos , cuando en los primeros seis días de aplicación hubo 3,307 denuncias acogidas.
Excelente la información de que de ahora en adelante serán regulados los “discolight” en el llamado Gran Santo Domingo, correspondiente al Distrito Nacional y la Provincia Santo Domingo. ¿Será verdad tanta belleza? Espero que jamás nadie tenga que sufrir las estridentes bocinas que estremecen los hogares de nuestros barrios anunciando las “buenas nuevas” de cuchumil candidatos o la presentación de la agrupación musical de moda, cuando no es uno de los propios vecinos que necesita “echar vainas” para demostrar la potencia del equipo de bocinas que posee.
Lo que no entiendo es por qué el Sistema 9-11 está limitando el programa anti-ruidos al Gran Santo Domingo. Estas denuncias, diferente a otras emergencias que requieren equipos y personal calificado para atender múltiples urgencias, puede y debe extenderse a todo el país urbano, ya que no se trata de mover un equipo especializado, sino de establecer la debida coordinación telefónica y dar el primer paso, que como se sabe es una notificación a la Policía. ¿Qué diferencia hay entre una llamada hecha al 9-11 desde el llamado Gran Santo Domingo y otra hecha desde Higuey, Barahona o Monte Cristi, solo para citar tres ciudades bien apartadas? Ninguna, una llamada es una llamada.
En cuanto al Sistema 9-11, poco importa que la notificación sea canalizada a la Policía Municipal si existe en el lugar de la denuncia o en su defecto a la Policía Nacional en el lugar que corresponda, entendiéndose que en cualquiera de los casos, como cuerpos policiales, sabrán atender y resolver dichas denuncias como manda la Ley. No obstante, conviene siempre un entrenamiento mínimo para atender las denuncias, porque la verdad es que en todas partes “se cuecen habas”, sino vean lo que le pasó a un amigo mío hace unos meses (esto es verídico):
El amigo se presentó al destacamento municipal de Jarabacoa y denunció los discolight a todo volumen y los tiroteos que por diversión de alcahuetes se originaban a diario, a altas horas de la noche, en la conocida zona de La Confluencia (donde se juntan los ríos Yaque del Norte y Jimenoa), entorpeciendo la tranquilidad y el sueño de muchos de los que han escogido este singular municipio como área de descanso o retiro. Saben ustedes con lo que le salió el sargento que le atendió? Le dijo: “Ahh, pero eso que usted dice no eh na, si usted supiera lo que pasa en Las Guázaras”. Las Guázaras es una comunidad que está después que se atraviesa la ciudad de Jarabacoa y la sección Los Quemados, en dirección a los Dajaos y la Ciénega de Manabao, ruta obligada hacia el Pico Duarte. Ante una situación como esa el pueblo acostumbra decir: “Que Dios nos coja confesaos”.