En la historia reciente, la República Dominicana no ha conocido gobiernos más respetuosos y garantes de los derechos de las personas, que los salidos de las entrañas del Partido de la Liberación Dominicana.
El que encabeza el Presidente Danilo Medina, es la muestra más reciente de ello, aunque, para fortuna del país, podemos asegurar que no será el último, al menos por todos estos años, con lo cual igualmente está asegurado hacia el futuro el derecho de la gente a expresar lo que piensa y siente, dentro de los razonables límites de los buenos modales y con el debido respeto hacia los demás.
Por eso, a nadie extraña la reacción de las autoridades del gobierno peledeista frente a las expresiones de odio de que se quejan reconocidos comunicadores dominicanos, y que atribuyen a intolerancia de personas que no coinciden con sus actitudes sobre los temas migratorios, y particularmente los relativos al territorio contiguo.
Los organismos a quienes corresponden esa responsabilidad, han iniciado las investigaciones pertinentes, y desde las más altas instancias se han asegurado las mayores garantías para que estas personas puedan seguir en sus actividades habituales, sin mayores inconvenientes.
Todos deberían entender que la libertad de expresión es una prerrogativa que debemos cuidar con el mayor celo, y que el ejercicio de cualquier derecho tiene que estar normado, en primer lugar, por el propósito del hacer el bien, y que no existe la libertad para dañar.
Si lo hubieran entendido así los cabecillas de los gobiernos precedentes a los del PLD, la sociedad no hubiese perdido a destiempo y de manera atroz a personalidades del periodismo como Orlando Martínez, Gregorio García Castro, y otros comunicadores, dentro de la larga lista de asesinados o desaparecidos durante los regímenes reformistas.
Tampoco hubiesen padecido atropellos, vejaciones y graves amenazas gente respetable como el señor Luis Yanguela, Marino Zapete, los periodistas Julio Martínez Pozo y Euri Cabral, el economista Rafael Camilo y muchos otros hostigados durante el regimen perredeista de Hipólito Mejía, sólo por hacer públicos sus pareceres sobre asuntos de interés general.
Procede repudiar los asomos de intolerancia de particulares como un llamado a la reflexión de todos los ciudadanos y ciudadanas para que cuidemos el régimen de libertades que hasta ahora hemos logrados, y que debemos seguir perfeccionando, para que amenazas como la comentada no vuelvan a repetirse, y mucho menos los crímenes y atropellos del pasado.
El PLD, en los gobiernos encabezados por el doctor Leonel Fernández, ha producido la mayor cantidad de iniciativas encaminadas asegurar la transparencia de la administración pública, y darle a los ciudadanos, aunque no sean periodistas o dueños de medios de comunicación, la posibilidad de expresarse sin temor a ninguna represalia oficial, a tal punto de darle rango constitucional a la Libertad de Expresión.
Ese mismo presidente peledeista ha sido el más insultando, el más calumniado con el sólo propósito de privar al PLD de uno de sus mejores cuadros en el desesperado afán por impedir que el partido del Profesor Juan Bosch siga mejorando la vida del pueblo dominicano mediante un trabajo que hoy nadie puede soslayar, aunque algunos pretendan parcelarlo a su mejor acomodo, tal como hicieron con el país cuando pudieron y que anhelan volver a disponer de lo que aun está fuera de sus dominios.
En este país, todos, incluyendo los extranjeros de cualquier nacionalidad, pueden decir lo que les venga en ganas, hasta a las puertas del mismo Palacio Nacional y, aunque a veces las expresiones desbordan los linderos de las buenas costumbres y del debido respeto a la dignidad personal, en los gobiernos del PLD se cuenta con la suficiente consciencia y ecuanimidad para responder sin afectar los derechos por los que históricamente hemos luchado, dentro del marco de la ley y únicamente cuando la maledicencia ha traspasado los límites de lo tolerable.
Solo el PLD puede decirlo.
Otro aspecto que sin lugar a equivocación eviencia el avance democrático del PLD, es el desarrollo de diversos proyectos políticos encabezados por dirigentes de la organización morada, con gran profusión propagandística en todo el territorio nacional.
No sólo son los compañeros que en alguna demarcación quisieran ser respaldados a un cargo electivo en distritos municipales, ayuntamientos, para las cámaras legislativas, sino también a la Presidencia de la República, aunque formalmente el partido no ha pautado el proceso para las escogencias.
Ni el presidente de la República, ni el Presidente del PLD han abierto la boca para reclamar a los compañeros la extemporánea promoción electoralista como tampoco han definido posición frente al venidero torneo nacional, pese a que abundan los peledeistas en público activismo en torno a ellos, o a otros dirigentes.
El partido morado es una organización distinta, donde la democracia tiene un significado muy diferente al de otras entidades en constante mutación, donde la opinión ajena con frecuencia es recida como la peor ofensa.