Hablan los hechos

Ante el descrédito internacional por el atropello militar contra República Dominicana, pequeño país vecino en el Caribe, el presidente de los Estados Unidos Lindon B. Johnson puso como condición indispensable para retirar las tropas interventoras la participación del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y su líder de entonces Juan Bosch participaran en las elecciones convocadas para el 1 de junio de 1966.

Era evidente que Johnson buscaba dejar instalado en el país un gobierno a imagen y semejanza de los intereses norteamericanos, pero con todas las prerrogativas legales y constitucionales que otorga el voto del pueblo depositado en las urnas.

Johnson, que al inicio de los acontecimientos en el país del 1965 había comentado en pésimo español que al parecer el asunto no era más que “una revuelta de tígueres dominicanos”, terminó aceptando su equivocación.

Decenas de libros de autores locales y extranjeros se publicaron analizando la invasión norteamericana, entre los que se destacan La Crisis Dominicana, del estadounidense de origen italiano Piero Gleijeses, en las que la imagen de la potencia del norte queda bastante deteriorada ante los pueblos del hemisferio.

El autor norteamericano atribuye la agresión del gobierno de su país a la República Dominicana a una especie de paranoia anticomunista producto de la Revolución Cubana encabezada por Fidel Castro, por el temor a que ese tipo de régimen se estableciera en otra nación caribeña.

La investigación de Gleijeses le sirvió como tesis doctoral para graduarse en el departamento de ciencias Políticas y Relaciones Internacionales del Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, Suiza, y la misma destaca con documentos sacados de la misma biblioteca del presidente Johnson que con la intervención los Estados Unidos actuaron con torpeza y “prisa poco elegante”.

El informe del embajador norteamericano Tapley Bennet sobre el descalabro de las tropas contrarias a los constitucionalistas, demuestra Gleijeses, se produjo a las 5:16 de la tarde del 28 de abril de 1965, y una hora y 23 minutos después comenzó la ocupación militar.

Una edición más reciente de La Crisis Dominicana, con amplios detalles sobre los esfuerzos de los militares constitucionalistas y los dirigentes del PRD por el retorno al poder del Presidente Bosch sin elecciones fue publicada por Gleijeses más recientemente, pero con el nuevo título de “La Esperanza Desgarrada”, describiendo lo que fue el punto de partida para la época sangrienta que se conociera como “Los Doce Años de Balaguer”.

La obra reconoce a dominicanos que actuaron con dignidad y que no fueron serviles ante el aplastante poder militar de los Estados Unidos, como fue el caso del presidente Bosch y otro como don Antonio Guzmán. Este último prefirió no aceptar la primera magistratura del Estado a cambio de permitir encarcelamientos, destierro y asesinatos de sus compatriotas.

También pone su índice acusador frente a personajes como Héctor García Godoy, quien aceptó las indignas condiciones rechazadas por Guzmán, a cambio de ser presidente provisional de la República.

En la actualidad, Gleijeses se desempeña como profesor de la Escuela de Altos Estudios Internacionales de Johns Hopkins University, de Washington, desde donde conserva un recuerdo de respeto y admiración por el pueblo dominicano.

Participación electoral por el retiro de las tropas yanquis

Las condiciones en que Bosch y el PRD aceptan participar en las elecciones del 1 de junio de 1966, sin ninguna posibilidad de triunfo porque así lo había dispuesto el poder norteamericano, son detalladas por el doctor Franklin Almeyda Rancier en su libro El PLD y las Fuerzas Sociales (Testimonio sobre su origen y Desarrollo), resaltando la delicadeza de aquella decisión, con la que estaba en juego el destino de la nación.

Refiriéndose al la intervención dice el autor que “para darle término a aquel exceso y abuso militar y violador de todas las normas y convenciones internacionales, los Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos (OEA) pusieron como condición que el PRD y el profesor Juan Bosch debían participar en las elecciones que como farsa fijaron para el primero de junio de 1966, como única salida de superar aquel tollo”.

Comenta que “fueron momentos de impotencia y a su vez la gran fortaleza moral y de dignidad en el profesor Juan Bosch, quien hizo saber al país que realizaría todos los esfuerzos necesarios para manejar aquella situación”, en momentos que lo prioritario para los intereses dominicanos era “sacar las tropas y recuperar la soberanía republicana, por lo cual debía ser una actuación de habilidad e inteligencia”.

El ex rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) destaca que Bosch trató la disyuntiva en que se encontraba la Nación invadida en alocuciones radiales, muy especialmente en su discurso transmitido por el programa Tribuna Democrática del PRD el 18 de marzo de 1966.

Almeyda Rancier transcribe textualmente algunos de los párrafos memorables: “El miércoles 16 de este mes de marzo, visitaron nuestra casa, que es la de ustedes, los embajadores norteamericanos Elldworth Bunker y William Tapley Bennett. El primero es el embajador de los Estados Unidos ante la Organización de Estados Americanos, la OEA, y se encuentra en este país nuestro actuando como miembro de la Comisión Especial de la OEA…”.

Más adelante explica: “El embajador Bunker nos visitó para explicarnos cuáles eran los planes de la OEA en la República Dominicana y el embajador Bennet le acompañó para decirnos que el gobierno norteamericano respaldaría totalmente esos planes de la OEA son que se celebren elecciones en este país, el primero de junio de este año, y que esas elecciones fueran completamente libres”.

La obra destaca que Bosch hizo saber a los comisionados, de acuerdo con las explicaciones del discurso, que las “elecciones del primero de junio son una salida necesaria para la OEA y para los Estados Unidos”, que “se metieron en camisas de once varas”, desde el momento en que “intervinieron en problemas internos dominicanos violando todas las leyes internacionales y, cuando la segunda (OEA) cooperó en esa intervención, violando sus propias bases legales”.

En una manifestación histórica del concepto de Dignidad Nacional, el presidente Bosch explicó en su discurso citado en el libro: “Las elecciones pues, son la única salida para la OEA y para los Estados Unidos. Pero el problema de la OEA y de los Estados Unidos es su problema; y el problema de los dominicanos es otro. Puede ser que lo que les convenga a la OEA y a los Estados Unidos sea lo que nos convenga a nosotros; pero también puede ser que lo que les convenga a ellos no nos convenga a nosotros”.

De manera que, el papel a jugar por el PRD y su líder fue aireado entre los dominicanos, incluso se llegó a proponer que el candidato fuese el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, quien no estuvo de acuerdo, y finalmente la organización decidió participar en los comicios consciente su dirigencia de que marchaba hacia “un matadero electoral”, sacrificio que juzgó pertinente con tal de que las tropas yanquis abandonaran el territorio dominicano.

Bosch y Balaguer: candidatos en desigual competencia

Para nadie era un secreto que el gobierno de los Estados Unidos, presidido por Jonhson tenía en Joaquín Balaguer, candidato del Partido Reformista, todas sus preferencias, contra Bosch, del PRD, por quien había enviado cuarenta y dos mil soldado a la República Dominicana para evitar que volviera a ser Presidente del país.

Dadas las circunstancias señaladas, el candidato Bosch prácticamente no pudo hacer su campaña, como se estila, con recorridos y mítines por todo el país, mientras su rival se movía de pueblo en pueblo protegido por una extraordinaria protección militar.

No se descarta que el candidato reformista, cuyo emblema era un gallo colorado, no corriera también peligros en su campaña, pero lo cierto es que los riesgos eran mayores para el representante del partido del hacho prendido y el buey que más halaba, con las tropas interventoras y el gobierno más poderoso de la tierra en contra.

Se recuerda que en la oriental ciudad de La Romana Balaguer llegó al caer la noche y fue recibido bajo tiros. “Cuando uno de sus ayudantes militares le sugirió no entrar a la ciudad, firmemente le respondió: Usted puede quedarse, pero yo sigo, pues si yo no soy capaz de llegar a esta ciudad por esas pequeñeces, tampoco podré gobernar el país”, refiere el doctor Víctor Gómez Bergés en su libro Balaguer y yo: La Historia.

También narra un incidente ocurrido en Río San Juan, al Noreste del país, cuando al pronunciar “el discurso número diecisiete de ese día y sube a la mesa tribuna que le habían preparado, el peso de los acompañantes la derribó: Balaguer cayó y rodó por el suelo frente a la alarma general”.

“Todos pensaron que si se había golpeado en la caída, no podría hacer uso de la palabra; sin embargo, pidió otra mesa, para desde ella dirigirse al pueblo, pero en esta ocasión no permitió que nadie subiera a la misma, y desde allí se dirigió a la multitud enardecida y doblemente entusiasmada, para escuchar, casi al filo de la media noche, uno de sus acostumbrados e impactantes discursos”, comenta el autor.

En ese ambiente tenso, con los resabios propios de una nación que vivió la guerra civil y se mantenía invadida, los muertos de campaña rondaron el centenar. Así llegaron los dominicanos al primero de junio, fecha de realización de las elecciones “libres”, mediante la cual se legalizó el triunfo del candidato preferido de los yanquis, abriendo el ciclo histórico que se conoce como el de “los Doce Años de Balaguer” desde 1966 a 1978.

Balaguer fue juramentado como Presidente de la República el 1 de julio de 1966, junto a su compañero de boleta Francisco Augusto Lora, vive presidente.

El 21 de septiembre de 1966 se retiraron definitivamente del territorio nacional los últimos batallones de las tropas interventoras. Aunque no pudieron ganar las elecciones montadas por el gobierno de los Estados Unidos y la OEA, Bosch y el PRD lograron el objetivo que se habían propuesto, que era el completo desalojo de las fuerzas de ocupación de la República Dominicana.

Una nueva era comenzaba para el partido blanco y su líder, con grandes contradicciones y divisiones, que terminarían dando origen al Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

últimas Noticias
Noticias Relacionadas