Opinión

El fundador del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), Juan Bosch, fue un lector exhaustivo de las Sagradas Escrituras. De las enseñanzas inagotables de la Biblia le nació la motivación para producir obras imperecederas como David : Biografía de un Rey (Antiguo Testamento) y Judas Iscariotes: El Calumniado (Nuevo Testamento), las cuales son fuente de debates académicos dentro y fuera del país.

Salomón fue el hijo predilecto de David, y aunque no llegó a ser el inspirado músico- poeta y guerrero que fue su padre, se acepta universalmente que llegó a superarlo en sabiduría. De conocimiento común es el relato que cuenta la manera en que resolvió la disputa de dos mujeres por la maternidad de un niño, cuando ni siquiera se podría sospechar que legaríamos a contar con las pruebas de ADN y los novedosos hallazgos de la genética de la sociedad actual.

El Rey sabio se limitó a sugerir que el niño fuera partido en dos mitades iguales, de manera que cada madre recibiera una de las partes. Una de las mujeres se opuso a la salida del monarca, prefiriendo que el niño fuera entregado a su rival antes que verlo convertido en un cadáver escindido. Salomón no vaciló en disponer que el niño fuera dejado en las manos de esta última, convencido de que era la madre verdadera.

En este año preelectoral, con un gobierno de aceptación popular encabezado por el Presidente Danilo Medina y un PLD como organización cimera ante los dominicanos, con el liderazgo del ex presidente Leonel Fernández, no es necesario que aparezca un Salomón del Siglo XXI para saber quiénes se colocan en la posición de la impostora y quiénes en la de la madre verdadera, donde el niño no es otro que la unidad de la organización, secreto de todos sus triunfos desde el 1996 hasta la fecha.

Así como partir el niño en dos significaba la muerte de la indefensa criatura, insertar elementos divisionistas en el cuerpo del PLD conduce a la derrota, y quién sabe a qué otros resultados funestos para el más eficaz instrumento partidario con que cuenta en estos momentos el pueblo dominicano para mantenerse en el camino de la institucionalidad, el progreso y la soberanía nacional.

En esta República Dominicana preelectoral no hay inocentes. Todo el mundo sabe que lo único que puede dividir al PLD y las fuerzas que le han apoyado en los últimas décadas es un intento de modificar la Constitución para establecer la reelección presidencial, experiencia que ya dividió en el 2002 al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), obnubilado por la aceptación que tuvo su presidente Hipólito Mejía, ganador de las elecciones congresuales y municipales de ese año.

En el año 2000, dentro y fuera del PLD llegó a pedírsele al entonces Presidente Fernández que buscara modificar la Constitución para repostularse, lo que fue desoído por el gobernante. Igual actitud asumió en el 2012, dando paso, como en la primera vez, al hoy Presidente Medina.

El liderazgo social y religioso del país, junto a instituciones que velan por la salud jurídica, legal y constitucional de la Nación, han hecho pública su oposición a modificaciones constitucionales con el único objetivo de adaptar la Carta Magna a objetivos políticos coyunturales. En manos de los principales líderes del PLD, desde la primera magistratura del Estado y desde la presidencia de la organización, está la decisión definitiva, manteniendo la unidad y cerrándole la puerta a cualquier motivo de división protagonizado por quienes, como la madre impostora de los tiempos de Salomón, les daría un bledo ver la entidad fundada por Bosch partida en dos pedazos.

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