Fuente: Ecoticias
País/Región: Siria
Una sequía sin precedentes que asoló Siria en 2006-2010 probablemente fomentada por el cambio climático causado por el hombre puede haber ayudado a impulsar el levantamiento sirio de 2011.
Los autores explican que la sequía, la peor que se ha registrado en la región, destruyó la agricultura en la fructífera región del norte de Siria, desalojando a los agricultores hacia las ciudades, donde la pobreza, la mala gestión del Gobierno y otros factores crearon el malestar que explotó en la primavera de 2011.
Desde entonces, el conflicto ha evolucionado en una compleja guerra multinacional que ha matado al menos a 200.000 personas y ha provoado millones de desplazados. «No estamos diciendo que la sequía provocó la guerra –matiza el coautor Richard Seager, científico del clima en el Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia, Estados Unidos–. Decimos que sumada a todos los otros factores de estrés, ayudó a lanzar las cosas por encima del umbral en un conflicto abierto. Y una sequía de esa gravedad fue mucho más probablemente inducida por el hombre en esa región».
Un creciente cuerpo de investigación sugiere que el clima extremo, incluyendo altas temperaturas y sequías, aumenta las posibilidades de violencia, desde ataques individuales hasta guerras a gran escala. Algunos científicos estiman que el calentamiento global causado por el hombre aumentará los conflictos futuros o sostienen que puede estar ya haciéndolo. Y artículos periodísticos recientes y otros informes han vinculado la guerra en Siria, Irak y otros lugares, en parte, a cuestiones ambientales, especialmente la falta de agua.
El nuevo estudio, cuyos detalles se revelan este lunes en un artículo que se publica en ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’, combinando datos del clima, sociales y económicos, es tal vez el primero en analizar tan minuciosa y cuantitativamente estas cuestiones en relación a la guerra actual.
La reciente sequía afectó el llamado Creciente Fértil, parte de Turquía y gran parte de Siria e Irak, donde se cree que la agricultura y la ganadería comenzó hace unos 12.000 años. La región siempre ha sfurido cambios climáticos naturales, pero mediante el uso de estudios existentes y su propia investigación, estos expertos mostraron que desde 1900, el área ha sido objeto de un calentamiento de entre 1 a 1,2 grados centígrados y una reducción del 10 por ciento en las precipitaciones de la estación húmeda.
Los autores de este trabajo mostraron que la tendencia coincide perfectamente con los modelos de calentamiento global de influencia humana y, por lo tanto, no puede atribuirse a la variabilidad natural. A su juicio, el calentamiento global ha tenido dos efectos: en primer lugar, parece que ha debilitado indirectamente los patrones de viento que llevan aire cargado de lluvia desde el Mediterráneo, reduciendo las precipitaciones durante la temporada de lluvias de noviembre a abril.
En segundo lugar, las altas temperaturas han aumentado la evaporación de la humedad de los suelos durante los veranos generalmente calientes. La región experimentó sequías importantes en los años 1950, 1980 y 1990, pero 2006-10 fue fácilmente la peor y más larga desde que comenzaron los registros fiables. Los investigadores concluyen que un episodio de esta severidad y duración habría sido poco probable sin cambios a largo plazo.
Otros investigadores han observado la tendencia a la sequía a largo plazo a través de todo el Mediterráneo y han atribuido al menos parte de ella al calentamiento provocado por el hombre; como un estudio anterior de la Dirección Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático ha predicho que el ya violento Oriente Medio se secará más en las próximas décadas a medida que avanza el calentamiento inducido por el hombre.
Los autores del estudio señalan que Siria se volvió especialmente vulnerable a otros factores, como el simple crecimiento demográfico –de 4 millones en 1950 a 22 millones en los últimos años. Además, la familia gobernante al-Assad animó a la exportación de cultivos de alto consumo de agua, como el algodón. La perforación ilegal de pozos de riego agotó drásticamente las aguas subterráneas que podrían haber proporcionado reservas durante los años de sequía, apunta el coautor Shahrzad Mohtadi, estudiante graduado en la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de Columbia, que se encargó de los componentes económicos y sociales de la investigación.
Los efectos de la sequía no se hicieron esperar: la producción agrícola, por lo general un cuarto del producto interior bruto (PIB) del país, cayó en un tercio. En el muy perjudicado nordeste, los rebaños de ganado fueron prácticamente destruidos; los precios de los cereales se duplicaron, y las enfermedades relacionadas con la nutrición entre los niños registraron un aumento espectacular.
Nada menos que 1,5 millones de personas huyeron del campo a la periferia de las ciudades que ya estaban tensas por la afluencia de refugiados de la vecina guerra en Irak. En estos suburbios inmediatos caóticos, el régimen de Assad hizo poco para ayudar a las personas dotándolas de empleo o servicios, según Mohtadi, por lo que fue en gran parte de estas áreas donde comenzó el levantamiento. «Los rápidos cambios demográficos fomenta la inestabilidad –señalan los autores–. Si fue un factor principal o sustancial es imposible saberlo, pero la sequía puede tener consecuencias devastadoras cuando se acompaña con preexistente vulnerabilidad aguda».