Washington, (Servicios especiales de Vanguardia del Pueblo) La orden para publicar las fotos sobre abusos contra prisioneros en Iraq y Afganistán vuelven hoy a dirigir el dedo acusador contra el Gobierno de Estados Unidos y su cuestionable protagonismo durante la autoproclamada cruzada global contra el terrorismo.
El viernes, un juez federal determinó que el Gobierno debe hacer públicas las imágenes que en 2004 conmocionaron al mundo y evidenciaron malos tratos por parte de militares estadounidenses contra presos y presas desnudados a la fuerza, amenazados con la violación o sometidos usando objetos como un palo de escoba o una linterna.
El veredicto del juez del distrito estadounidense Alvin Hellerstein ofrece dos meses al Gobierno, que desde hace una década se resiste a la publicación de las imágenes, para decidir si apela antes de que puedan difundirse.
La Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) mantiene una batalla legal desde hace años para hacer públicas las instantáneas, a fin de que el Gobierno asuma responsabilidades.
El Departamento de Defensa estudia el fallo y presentará cualquier futura respuesta ante el tribunal, indicó el teniente coronel Myles Caggins III, portavoz de la institución.
No está claro cuántas fotografías más podrían existir. El Gobierno ha dicho que tiene 29 imágenes relevantes de al menos siete ciudades distintas en Iraq y Afganistán, y se cree que quizás podrían haber cientos o miles más, indicó Hellerstein en un fallo en agosto.
El Gobierno esgrime que publicar las fotografías podría provocar ataques contra las tropas y personal estadounidense en el extranjero.
En 2004, la prisión iraquí de Abu Ghraib se hizo tristemente famosa luego que un periódico estadounidense sacara a la luz fotos donde se mostraban varias formas de tortura que infligían los uniformados norteamericanos a los presos, a quienes mantenían encapuchados, desnudos, atados a las rejas y humillados sexualmente.
Entre las fotos que causaron indignación y mancharon la moral de Washington figuró una en que la soldado Lynndie England tiraba con un cordel del cuello de un prisionero como si fuera un perro.
También circularon imágenes con presos obligados a masturbarse delante de las guardias y a simular o mantener relaciones sexuales entre ellos, amen de las pirámides humanas que fueron obligados a formar desnudos.
Aunque la entonces jefa de Abu Ghraib, la general Janes Karpinski denunció que el maltrato de reclusos obedecía a órdenes de la cadena de mando, impuesta por militares procedentes de la base estadounidense de Guantánamo, eso fue negado por las máximas instancias.
Las sanciones a los autores de las torturas fueron risibles y resultó significativo que las dos mujeres figuraron entre los chivos expiatorios, England con una sentencia a tres años de prisión y Karpinski degradada a coronel.
Tras estos episodios, otras denuncias de torturas a secuestrados en vuelos secretos de la CIA en Europa y trasladados a prisiones clandestinas en varios países pusieron de manifiesto que a pesar de la indignación causada, Abu Ghraib no era una excepción en los métodos de los guardias estadounidenses.