Fuente: IPS
Ante la devastación que causó el ciclón Pam, que este mes golpeó a cuatro estados insulares del océano Pacífico, entre ellos Vanuatu, sus gobernantes reiteran la urgente necesidad de tomar medidas globales para alimentar el fondo para el clima, fundamental para construir la resiliencia y frenar los retrocesos en materia de desarrollo.
El presidente de Islas Marshall, Christopher Loeak, declaró: “Los mejores científicos del mundo y lo que vemos a diario nos dicen que sin una acción urgente y transformadora de los grandes contaminantes para reducir las emisiones y ayudarnos a construir resiliencia, nos encaminamos hacia un mundo de constantes catástrofes climáticas”.
Los avances de la comunidad internacional en el cumplimiento de las promesas de financiación también pueden decidir el desenlace de la 21 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que se realizará en París en diciembre.
“Es tranquilizador ver que muchos países, entre ellos algunos estados en desarrollo muy generosos, avanzan en sus promesas de capitalizar el Fondo Verde para el Clima”, dijo a IPS el ministro de Asuntos Exteriores de Islas Marshall, Tony de Brum.
“Pero necesitamos conocer cómo los gobiernos planean aumentar su contribución en los próximos años para asegurarnos que se cumpla la promesa de Copenhague de reunir 100.000 millones de dólares al año para 2020”, remarcó, refiriéndose a la 15 Conferencia de las Partes (COP 15) de 2009 en la capital danesa.
“Sin esa garantía será muy difícil que París sea un éxito”, añadió.
En las islas del Pacífico habitan unas 10 millones de personas en 22 estados y territorios, 35 por ciento de las cuales viven en la pobreza. El impacto del cambio climático puede llegar a costarle a la región hasta 12,7 por ciento de su producto interno bruto (PIB) para fines de este siglo, estima el Banco de Desarrollo Asiático.
La región solo es responsable de 0,03 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero sufre las peores consecuencias del recalentamiento global.
Las autoridades regionales han denunciado la injusticia que padecen los pequeños estados insulares en desarrollo (PEID) enfrentándose a las naciones más ricas, las mayores emisoras de dióxido de carbono, para que implementen políticas que limiten el aumento de temperatura global por encima del límite de dos grados centígrados.
En Islas Marshall, donde más de 52.000 personas viven en 34 pequeñas islas y atolones en la parte norte del océano Pacífico, el aumento del nivel del mar y los desastres naturales ponen en riesgo a las comunidades, principalmente concentradas en áreas costeras bajas.
“Los desastres climáticos del año pasado se devoraron más de cinco por ciento de su PIB y la cifra va en aumento. Trabajamos para mejorar e incluir la adaptación en nuestra planificación nacional, pero las emergencias nos siguen haciendo retroceder”, se lamentó el canciller de Islas Marshall.
El país sufrió una severa sequía en 2013 y, el año pasado, también grandes marejadas que anegaron las localidades costeras y dejaron a cientos de personas sin hogar.
“Al igual que otros pequeños países vulnerables, hemos tenido grandes dificultades para acceder a los grandes fondos multilaterales. El Fondo Verde para el Clima debe evitar los errores del pasado y priorizar proyectos que sean beneficiosos para las comunidades locales”, insistió Brum.
Las prioridades en Islas Marshall incluyen reforzar y restaurar la zona costera, la infraestructura resiliente al clima y la protección de sus fuentes de agua dulce.
La ayuda bilateral también es importante, pues los PEID recibieron el mayor volumen de asistencia para la adaptación climática por persona de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) entre 2010 y 2011. La región recibió dos por ciento de la asistencia otorgada a la adaptación, la que totalizó 8.800 millones de dólares.
Seis por ciento de la asistencia de la OCDE a los países insulares del Pacífico procede de Australia; otros de los grandes contribuyentes son Nueva Zelanda, Francia, Estados Unidos y Japón.
Pero en diciembre, el gobierno australiano anunció un importante recorte en su presupuesto para la asistencia extranjera de 3.700 millones de dólares para los próximos cuatro años, lo que probablemente impacte en la ayuda climática a la región.
“No necesitamos más informes y estudios de viabilidad de consultores. Lo que necesitamos es construir nuestra capacidad local para hacer frente al cambio climático y mantener la capacidad aquí”, remarcó Brum.
En la diminuta nación de Kiribati, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores expresó su preocupación por la “limitada capacidad local”, un problema que “se atiende mediante la provisión de asistencia técnica a través de consultores que vienen y se van sin capacitar a nuestra población de forma adecuada”.
Kiribati, que comprende 33 atolones bajos, donde viven unas 108.000 personas, podría llegar a sufrir un aumento del nivel del mar de hasta 0,6 metros y un aumento de la temperatura del aire de 2,9 grados centígrados para 2090, según el Programa de Ciencia del Cambio Climático del Pacífico.
El país sufre olas cada vez más grandes cada año, pero apenas puede permitirse la erosión costera con una densidad de población de 15.000 personas por kilómetro cuadrado en algunas áreas.
La isla de Tarawa, donde está la capital, tiene unos 450 metros de ancho sin posibilidades de mover los asentamientos tierra adentro.
Como a largo plazo están en riesgo áreas habitadas, en el futuro, los fondos para el clima deberán atender el desplazamiento de personas, observó la cancillería de Kiribati.
“La reubicación obligada por el clima y la migración forzada son inevitables para Kiribati, y ya lo está planificando. La asistencia debe concentrarse en este asunto, pero se deja de lado solo porque es una necesidad futura y hay urgencias más visibles y presentes”, apuntó.
Con vistas a la cumbre de París, donde debe aprobarse un nuevo tratado climático universal y vinculante, las autoridades de Islas Marshall creen que para contener el recalentamiento planetario y todo el mundo sobreviva se necesita un trabajo colaborativo.
“Si los fondos para el clima en el acuerdo de París se caen, también lo hará nuestra respuesta al cambio climático”, sentenció Brum.