La premeditada provocación el martes pasado al cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez en procura de desviar la atención a la más acendrada tradición religiosa, la Semana Santa, se inscribe dentro de las acciones orientadas a sabotear a los órganos fácticos que sustentan el Estado y la sociedad dominicana.
Las acciones son recurrentes desde hace unos años por parte de cientistas sociales, profesionales y académicos y comunicadores adscritos a la sociedad civil que actúan con el beneplácito de opositores políticos y sectores conservadores, nacionales y extranjeros, que se han quedado sin entidades políticas locales con suficiente crédito en la población para alcanzar el poder o influir de manera decisiva en esos órganos fácticos.
Y que ya se ha dicho, se inspiran y reciben recursos de estructuras de poder locales y extranjeras donde también reciben soporte en órganos oficiales norteamericanos que operan para tal fin y en forma dedicada en la península de La Florida.
Desde que el Partido de la Liberación Dominicana se enseñoreó sobre el resto de las organizaciones políticas, ha sido descarnada y bestial la campaña de desmérito contra los partidos políticos y sus líderes, contra la nacionalidad dominicana, contra la alta dirección de la Iglesia Católica, contra todo el sistema de administración de Justicia, contra las Fuerzas Armadas y la Policía y, más recientemente, contra el patricio Juan Pablo Duarte y batallas históricas como la del 30 de Marzo que selló la liberación del yugo haitiano.
Todos los que conocemos la coherencia y claridad de miras del Cardenal López Rodríguez sabíamos que reaccionaría molesto si en medio de la Semana Mayor se le asediaba con preguntas alejadas de la liturgia.
Pero ése era el propósito, pues a sabiendas de que ratificaría su oposición a la reelección presidencial, lo que se buscaba era el titular con que los medios de comunicación implicados en la conspiración contra la nación elevaban el tema político del momento a principalía por sobre la tradición cristiana.
En el caso del diario HOY, que cumplió perfectamente su cometido, se trata de un “palo de doble mérito”, pues su dirección protestante no desperdicia pifia, real o prefabricada, de los oficiantes católicos para prestigiar las confesiones evangélicas. Listín Diario advirtió la tratativa y concentró su información en el programa litúrgico.
Desde hace décadas, las entidades patronales han mantenido a la población bombardeada con documentos a la nación y discursos de sus principales líderes poniendo en dudas la autoridad de las entidades partidarias para disponer de políticas de desarrollo, tributarias y fiscales sin compartirlas con ellos o dejarlas a la libre acción de las fuerzas del mercado, una especie de neoliberalismo sin control. Estas entidades han encontrado un socio eficiente en la sociedad civil, que en vez de representar a los excluidos de los órganos fácticos, lo que procura es suplantar a los partidos y a sus líderes.
El evidente fracaso del neoliberalismo y la revisión hacia atrás de todas las políticas de privatización pura y simple en todas partes, ha debilitado esas posturas, pero la profusa campaña prendió en sectores de clase media que no pueden escapar de estructuras impositivas regresivas en deterioro de sus salarios y en un amplia gama de la juventud que sale de las aulas universitarias y no encuentra empleos.
En contrapartida, la burocracia ligada a los partidos en el poder disfruta de mejores oportunidades de trabajo y mayor remuneración dada su alta responsabilidad en la aplicación de políticas públicas, lo que las hace blanco fácil de las críticas opositoras.
Quizá el peor daño de estos grupos, que por ventura son minoritarios, es que no reparan en consecuencias en procura del poder, y también buscan subvertir la conciencia patria.
Ahora atacan los símbolos de la nacionalidad dominicana, con tal de abrirle paso a la haitianización de la sociedad, con el doble propósito de satisfacer el objetivo de Estados Unidos y de otras grandes potencias de mantener bien lejos esa población depauperada y beneficiar la grey opositora para tenerla como reserva votante en futuros comicios. De ahí su firme resistencia a la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional.
La aventura antinacional llega al punto de que un siquiatra y político, el doctor César Mella, diagnosticó que el patricio Juan Pablo Duarte tenía una personalidad “esquizoide”, pero que, además, tenía un comportamiento histórico “asexual”.
La agresión no para ahí, puesto que el 30 de marzo recién pasado, la comentarista Ana Mitila Lora comentó junto a Juan Bolívar Díaz los actos oficiales de ese día que presidía el Presidente de la República, y con evidente sorna y mirando de reojo a su interlocutor refirió lo que llamó “heroica” en interrogante, batalla, precisamente con la que se selló la independencia nacional del invasor haitiano.
O sea, ya ni los símbolos patrios están a salvo de quienes quisieran poner en duda la existencia de nuestra nación.
Para ellos, y verdaderos “tontos útiles” que se les unen, esto es una “caricatura de país” que no tiene fuerzas armadas y policía eficientes y fiables, las mismas que están destinadas a guardar la frontera y mantener el orden público, no obstante los bajos salarios y reducido avituallamiento.
La justicia para ellos es un trasiego, una especie de mercado público en la que se negocian sentencias, porque la que añoran es la justicia cuyos jueces eran nombrados por los políticos y caciques del pueblo, lo mismo que por las grandes corporaciones financieras que disponían hasta de bufetes de abogados que redactaban y remitían sentencias a los jueces con absoluta discrecionalidad y en preservación de sus intereses. Ahora sólo preservan Ongs especializadas en derecho para presionar a todo el sistema judicial e interpretar las leyes aconveniencia.
El liderazgo del PLD está advertido de tan deshonrosas acciones, y si bien ha obrado con indiscutible maestría para “torear” las componendas antinacionales, incluso dándoles oportunidad a sus actores para que tengan algún grado de operatividad oficial, debe tener conciencia de que su adhesión es fementida y los tienen identificados (a ellos y al partido) como el enorme obstáculo que debe ser derribado a toda costa.