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Washington, (Servicios especiales de Vanguardia del Pueblo) El presidente estadounidense, Barack Obama, condenó los disturbios de Baltimore, Maryland, y admitió preocupación por la violencia policial contra afroamericanos, pero ante todo llamó a un examen de conciencia sobre la pobreza y la desigualdad.

Una verdadera explosión social aconteció en Baltimore a raíz del funeral de Freddie Gray, un afroestadounidense de 25 años que falleció el pasado 19 de abril bajo custodia de la policía al no recibir atención apropiada tras sufrir durante su arresto graves lesiones en la espina dorsal, seccionada -según abogados de la familia- a la altura de las cervicales.

El saldo: al menos 15 policías heridos, 202 arrestos y 144 vehículos incendiados.

Se trata, en todo caso, de un momento culminante, e inexcusable -según el propio Obama-, de una larga serie de protestas que desde el año anterior se avivan cada vez que ocurre un nuevo hecho de uso desproporcionado de la fuerza por parte de la policía contra ciudadanos negros, o cuando los victimarios son eximidos de cargos criminales por la Justicia.

Desde la muerte en agosto último del adolescente Michael Brown, de 18 años, a manos de un oficial blanco en Ferguson, Missouri, las tensiones raciales al interior de la sociedad estadounidense se agudizaron en manifestaciones callejeras que a finales de 2014 alcanzaron unas 170 ciudades de todo el país.

Los hechos de Baltimore obligaron una vez más al primer mandatario afrodescendiente de Estados Unidos a reconocer, indirectamente, por supuesto, que su propio caso resulta un espejismo en una sociedad que gira en torno a un eje de poder WASP: «white, anglosaxon and protestant» (blanco, anglosajón y protestante).

Obama afirmó este martes que estamos en presencia de «una crisis que se desarrolla lentamente. Esto sucede hace mucho tiempo. Esto no es nuevo, y no deberíamos fingir que es nuevo… Esto lleva ocurriendo décadas».

Justo ayer, el jefe de la Casa Blanca llevó al primer ministro japonés, Shinzo Abe, quien realiza una visita de Estado en Washington, hasta el monumento a Abraham Lincoln (presidente, 1861-1865), figura fundamental para la abolición de la esclavitud en el Sur y vencedor en la Guerra de Secesión estadounidense.

Ambos gobernantes ascendieron las escaleras del Lincoln Memorial, sobre las que Martin Luther King Jr. defendió una utopía de igualdad en su famoso discurso «I have a dream» (Yo tengo un sueño).

Pues bien, este martes, tras reunirse con Abe en el Despacho Oval, Obama reconoció que la realidad plantea «preguntas preocupantes» debido a las cada vez más frecuentes denuncias de violencia policial contra afroamericanos.

Hizo notar que desde la muerte del joven Brown -ultimado a tiros, pese a no estar armado, por el agente blanco Darren Wilson- las protestas en distintas comunidades tienen lugar casi todas las semanas, o cada dos.

El gobernante indicó que hay que trabajar para reconstruir la confianza en la Policía y para que las agencias de seguridad se transformen, pero sostuvo que hay que ir más allá.

Creo que hay departamentos de policía que tienen que hacer un examen de conciencia. Creo que hay algunas comunidades que tienen que hacer un examen de conciencia. Pero sobre todo creo que nosotros, como país, tenemos que hacer un examen de conciencia, afirmó.

Opinó que no hay excusas para las actividades criminales, pero llamó la atención sobre lo obvio: «si tenemos comunidades empobrecidas y despojadas de oportunidades, donde los niños nacen en la extrema pobreza, (…) es más probable que esos jóvenes acaben en la cárcel o muertos en vez de ir a la universidad». Son comunidades donde «no hay inversión» y donde «la industria de las drogas acaba siendo el principal empleador para mucha gente», dijo Obama, quien abogó por cambiar esas circunstancias dándole oportunidades a esos chicos.

Desde este lunes, Baltimore vio el despliegue de fuertes dispositivos de seguridad -incluidos cinco mil efectivos de la Guardia Nacional- para conjurar las imágenes filmadas desde helicópteros que ayer dieron la vuelta al mundo.

O sea, una muchedumbre de jóvenes lanzando conos de seguridad, botellas y botes de basura contra policías, antes de romper escaparates de tiendas y saquearlos. Y mucho más.

Mientras el estado de emergencia -decretado por el gobernador de Maryland, Larry Hogan- gravitaba esta mañana sobre la urbe, los vecinos de los barrios afectados por la violencia limpiaban las calles de desechos y los niños se quedaban en casa porque las clases fueron suspendidas.

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