Opinión

En su libro la anatomía del poder, el economista John K. Galbraith llega a la conclusión de que “la fascinación que el tema del poder produce, radica en el número de ventanas que abre sobre la vida cotidiana”. Entiende que en esa fascinación por el poder los hombres llegan a transformar su esencia por la arrogancia ya que en él podemos reconocer cómo nos relaciona el poder con la sociedad, o nos indica las vías de acceso para su ejercicio, incidir e imponerse sobre los demás, y es “ese elemento tan fuertemente ligado a la estructura del mundo que viene a ser como el legado de la fuerza del hombre primitivo”.

Es en ese contexto que se puede interpretar que las ideas acerca de la política, la economía, la religión y el trabajo se van encontrando incesantemente reelaboradas bajo la óptica del poder, por tanto, esa es la razón fundamental mediante el cual se produce una obediencia a cualquier mandato que conduce hasta a la traición, el cambio de aptitud, surgen las ingratitudes y los subordinados son capaces de asumir una conducta poco seria en una coyuntura determinada, sin importar las consecuencias negativas para la sociedad y la economía.

Pero se trata de fuertes cambios que se producen en la mentalidad de las personas que se doblegan frente al poder y sus encantos, los cuales influyen en la forma de pensar, las expectativas y aspiraciones que acompañan a los individuos. Al respecto el profesor Juan Bosch al tratar el tema sobre “política y poder”, entiende que las ilusiones por la conquista del poder tiene un alto componente de emocionalismo en la pequeña burguesía, razón por la cual “la historia dominicana está llena de episodios en que aparecen representantes de esas capas sociales lanzándose a la conquista del poder con tan escasas posibilidades de conquistarlo que las páginas de la historia en que figuran esos episodios nos parecen, a la luz de la razón, invenciones de locos”. Por eso se quiebran las normas sin calcular el costo político de tal acción.

Es en esa locura por alcanzar o preservar el poder, que se obnubila la mentalidad de los individuos, lo hace irracional e inflexibles sin medir las consecuencias de sus actos. Pero es que siempre encuentran una justificación explicada por la insatisfacción y las ambiciones del poder desconociendo sus límites, y es aquí donde está la génesis de la dictadura.

El epígrafe de este artículo, Juegos de poder, es tomado del libro del brillante analista político de USA, Dick Morris, en el cual entiende que las “innovaciones tecnológicas abren nuevos medios de comunicación y ofrece oportunidades para convencer, persuadir y movilizar a la gente en una dirección u otra. El político que capta su potencial puede utilizar su poder para arrasar con lo que tenga por delante, para dominar o cambiar el proceso político”.

Es en el uso adecuado de la tecnología en que está descansando y definiendo el nuevo esquema del poder a raíz de la caída del muro de Berlín, la inserción de China a la economía global y el uso intensivo del Internet, lo que en la práctica ha ido creando un nuevo espacio del poder que se ha calificado como los micropoderes y que inciden en las decisiones de los grandes poderes desde el punto de vista político, así como de la economía, y este es el juego que está predominando en el mundo de hoy en donde “El regodeo (júbilo) al igual que el enojo no tienen cabida en esta estrategia”. Pero en la práctica, se ha demostrado que algunos líderes mundiales han fracasado al utilizar como estrategias en el mantenimiento del poder, hacer de este un juego riesgoso, exhibiendo falsa popularidad.

Estos cambios sobre la visión del poder, están explicados, en una alta proporción, en que este está cambiando de manos por que “cada vez es más difícil de ejercer y más fácil de perder”, tal como nos lo plantea Moisés Naim, en su libro el fin del poder, y en el cual describe la lucha entre los grandes actores antes dominantes y los nuevos micropoderes que ahora los desafían en todos los ámbitos de la actividad humana y donde la energía destructora de “los micropoderes puede derrocar dictadores, acabar con los monopolios y abrir nuevas e increíbles oportunidades, pero también puede conducir al caos y la parálisis”.

Cuando el poder entra en juego el liderazgo produce una tensión dinámica entre dónde piensa un político que debe ir a su país y dónde quieren ir sus votantes. En adición ha de pensarse en la reacción que se produce en los diferentes mercados financieros y la economía real como expresión irrefutables del poder económico. En definitiva, tal situación genera crisis de gobernabilidad que ante la ausencia de un gran liderazgo fuerte se conduce hacia los extremos, donde el poder entra en juego y la economía se deteriora.

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