La historia de los intentos por coartar la libertad de expresión esta llena de escamoteos, tachones, ralladuras y miles de formas obtusas para no permitir difusión de las opiniones que molestan al poder.
El arte y sus representantes suelen llevarse muy mal con los fuegos de artificio que los estamentos gobernantes implementan para cegar de la realidad a la población en general.
Los discursos artísticos preferidos son aquellos que endulzan las dificultades y magnifican la baja estatura moral de dictadores o pichones de amantes del absolutismo político. Los armoniosos sonidos de las loas es el único arte que tiene cabida en ese sistema anti-democrático.
Algunas teorías bien intencionadas afirman la imposibilidad de desarrollar una obra artística valida en un sistema que no ofrece libertades para pensar, y nada más falso que eso, pues la historia del arte esta llena de ejemplos que desmienten estas aseveraciones, desde el arte egipcio y el griego, hasta nuestros días.
Para quienes trabajan con imágenes en movimiento, la censura no deja de ser un inconveniente, un obstáculo más a salvar que puede servir de insumo para agudizar la creatividad del cineasta.
Sean los nazis con sus modelos de proporciones y discursos perfectos o Will H. Hays imbuido del puritanismo norteamericano tradicional, a estos esforzados burócratas puede atribuírseles cualidades muy destacadas pero no inteligencia a la hora de intentar acallar las voces de los artistas.
¿O no se supone que los elegidos para coartar expresividades gozan de grandes conocimientos y gran agudeza analítica? Parecería que si, pero no lo es. Estos censores buscan elementos visibles de la transgresión a la moral y las buenas costumbres, o al discurso político oficial pero no son especialmente expertos en metáforas o los lenguajes artísticos más sutiles, de ahí su ineficacia para con ciertos filmes aparentemente inocuos.
Las fijaciones que delatan a estos burócratas van desde las películas más escabrosas como El Último Tango en París (1972), El Imperio de los Sentidos (1976), o más recientemente, Nymphomaniac (2013) en el plano sexual. Para los que tocan el tema político están La Batalla de Argel (1976), Apocalypse Now (1979), o La Entrevista, The Interview (2014), para mencionar solo unas cuantas.
Si bien esas formas aparatosas y burdas usadas hace muchos años ya no están vigentes, métodos mucho más perversos como las categorías solo aptas para adultos, que le impiden el acceso en las salas a las grandes masas de público, provocan significativas pérdidas económicas y de audiencias.
Los censores, como todo en la vida, evolucionan y se adaptan a los usos sociales de la actualidad, pero ojo, esto es solo apariencia; esos pensamientos y maneras conservadoras solo esperan la oportunidad de manifestar su talante tal como son, para en nombre de las buenas costumbres de la mayoría, tratar de impedir cualquier obra fílmica que ataque sus intereses.
Los grandes directores que han trabajado en sistemas que restringen, filtran los discursos estéticos, desarrollan vías expresivas mas sofisticadas para narrar las mismas verdades y pasarlas delante de las narices de los herederos del tribunal de los santos oficios.
Cineastas como Tomas Gutiérrez Alea, Andrei Tarkovski, Luis Buñuel o Michael Moore, enfrentan similares dificultades en la elaboración y difusión de sus obras, no siempre bien entendidos por mas de acuerdo que estén con el sistema en que viven, es que las críticas, aún sean del mismo bando, nunca son bien recibidas; y ahí están los burócratas del control de las ideas para colocar las barreras que contengan, aunque sea un poco, esas críticas.
Peor lo pasan los cineastas iraníes como la familia Makhmalbaf, Bahman Ghobadi, Abbas Kiarostami o cualquiera que desafié las rígidas reglas de los Ayatolas y su gobierno teocrático. ¿Cuáles son esas reglas? Según la versión del islam que se maneja en el país de los persas, una mujer debe cubrirse casi completamente para no exponerse a las miradas lujuriosas de los hombres. Esa es la norma social, pero cuando están en la intimidad de la casa ellas se quitan el velo. Para el cine, esos censores ha determinado que en las escenas de la casa se siga usando velo, porque lo consideran una actividad pública, y aplican esa regla absurda a las películas, como resultado muchos cineastas se han negado a filmar en interiores para no falsear la realidad.
El deseo de limitar los discursos cinematográficos trasciende las ideologías y las religiones, pues el interés del que detenta el poder será siempre querer escuchar opiniones que vayan de acuerdo con el pensamiento dominante.
La manifestación intolerante puede disfrazarse de pensamiento democrático para justificar poder coartar la libertad discursiva en nombre de la mayoría. Una de las mayores formas de censura es la corrección política, ese cáncer que amenaza con secar nuestras fuentes creativas usando como escudo el respeto a las individualidades o las culturas.
Las líneas maestras de un filme pueden cambiar por la eliminación de un párrafo, un personaje, una canción o un cuadro, elementos que parecen mínimos pero de una gran importancia en la narrativa fílmica; sustraerlos puede descarrilar completamente una película. De ahí lo dañino de la perversa labor del censor.
Hoy en día, las líneas de la censura se han difuminado convirtiéndose la proveniente del sector oficial en una de tantas, entre la confederación de intereses comerciales, religiosos, políticos que mas que censurar presionan para dirigir tu obra hacia los límites de su discursos. Aún mayor peligro comporta la autocensura, el limitar los contenidos para no irritar a los poderes fácticos.
El censor de nuestra época no es el burócrata político que en nombre de esa política de estado impide la difusión de un contenido, ahora se afinca mas en esos mencionados factores económicos que permean los nuevos valores sociales.
A través de la historia la censura se ha ocupado de coartar la libertad de expresión, ayer en nombre del Estado y hoy en defensa de los intereses económicos, presionando el contenido de los filmes hasta llevarlos en muchos casos a erigirse en voceros de este o aquel conglomerado.