Opinión

En toda la dimensión del existir del Partido de la Liberación Dominicana, nunca habíamos transitado episodios tan peligrosos para el mantenimiento de la unidad partidaria, la armonía y la confraternidad interna. Para muchos estudiosos de la política, el deterioro de la disciplina, la mística y las relaciones interpersonales de los dirigentes de los partidos que gobiernan por muchos años los Estados donde realizan proselitismo, es algo natural. Es una posición que va acorde con el devenir en el ejercicio del Poder, a través de sucesivos gobiernos, aún estos mandatos gubernamentales sean de distintos líderes del partido. En otras palabras, los partidos se deterioran en el ejercicio del Poder.

He visto con preocupación, como a partir de las elecciones del año 2008, nuestra organización inicia un proceso de lucha interna que ha traído como consecuencia el uso de armas política nunca antes utilizadas en el partido en el ejercicio del Poder del Estado, y he observado cómo nos agredimos mutuamente, para beneplácito de los enemigos de todos nosotros. Son enemigos de todos los que formamos parte del staff partidario por el hecho de ser peledeístas, no solo de los que han sido acusados en todo el transcurso de los gobiernos morados.

Lastimosamente, nos hemos venido acusando y hemos armado al mundo mediático que nos adversa, con nuestros argumentos acusatorios contra nuestros propios dirigentes y hasta hemos alimentado sus arsenales con supuestas “pruebas” en contra de compañeros y compañeras, alimentando el morbo y fortaleciendo la maledicencia digital. Hoy el PLD está viviendo sobre una multiplicidad de conflictos acallados, los que están acumulando odios sigilosamente ocultos, los que pueden traer como consecuencia lamentables episodios futuros. Desde las 34 cabezas del Partido debe “oírse cantar al gallo dentro del cascaron del huevo” como advertía Juan Bosch.

El último episodio de estas acciones se escenificó en una sinrazón inexplicable en el contexto político actual, se trata de acusar al Secretario General del Partido de gobierno y al Senador por Monte Plata de “haber ofrecido, y vendido, el proyecto de Ley de Aduanas, que crearía un marco legal nuevo para la Dirección de Aduanas.” Es inaudito que ocurran estas cosas en un partido como el que construimos con tanto esfuerzo mutuo, incluyendo al denunciante y a los denunciados, sin que ocurra nada para dilucidar internamente estos conflictos y en cambio apliquemos la política del Avestruz y conformarnos con una excusa, tal y como ocurrió. Nos mueve a preocupación, porque hemos sido víctima junto a otros de la falacia, el contubernio y la mentira; hemos sufrido junto a nuestra familia la difamación y hemos visto maltratar nuestro buen nombre y nuestra honra, sin que se nos haya preguntado ni a nosotros ni a los que nos acusaron sobre la objetividad de la prueba. Es por eso que debemos enfrentar y sancionar internamente, acercándonos a la verdad lo más que podamos y si hay que sancionar compañeros, debemos hacerlo con responsabilidad histórica, en homenaje a la memoria de Juan Bosch.

De que valen las excusas, cuando en el mundo de la comunicación se torna indeleble toda basura enarbolada contra personajes de la vida pública. A mi que no me pidan excusas, estas no tienen valor en el mundo de la imaginación del pueblo y mucho menos en el mundo de las redes sociales.

Excusarse es un acto que enumera razones y causas para limpiar el camino propio de alguien, que en forma ligera, calculada por conveniencia política o alevosamente nacida de la mediocridad, la envidia o la vileza, se escuda o se protege para despojarse de eventuales culpas. Es una acción cínica, que cumple un requisito social no moral; ella constituye un pretexto provechoso, que trata de evitar consecuencias, en un repliegue inteligente del victimario.

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