Brasilia (Servicios especiales de Vanguardia del Pueblo) Brasil cierra 2015 con un escenario complicado, debido a una adversa coyuntura política que agravó más la difícil situación económica y mantiene el gobierno federal con niveles bajos de popularidad.
Los intentos de partidos de oposición de usar cualquier artimaña para derrocar a la presidenta Dilma Rousseff, reelecta en 2014 en las urnas, generaron un clima de tensión y disputas verbales durante casi todo este año.
El fin de los altos precios de los denominados commodities, en especial del petróleo, afectó la entrada de fondos, así como el enfrentamiento al escándalo de corrupción en Petrobras perjudicó igualmente las inversiones.
La mandataria brasileña denunció la implementación por parte de la oposición de una política de “cuanto peor, mejor”, destinada a generar un ambiente de descontento y malestar general para facilitar su abrupta salida.
Los problemas económicos propiciaron asimismo la implementación de medidas de ajustes fiscales, de recortes de fondos y alzas de impuestos que disgustaron a la ciudadanía, lastimada además por la depreciación del real frente al dólar estadounidense y la desmedida alza de la inflación.
Para la jefa de Estado, las acciones impulsadas constituyen un «remedio amargo» que garantizará un resultado positivo en corto plazo.
Pese a estas medidas, la actividad económica brasileña registró en octubre último una caída del 0,63 por ciento en comparación con el mes anterior, lo cual corrobora la prolongada recesión del país.
Según el Banco Central, de enero a octubre el Producto Interno Bruto mostró un descenso del 3,69 por ciento, mientras el acumulado en los 12 últimos meses hasta septiembre pasado revela una contracción del 3,16 por ciento.
La economía lleva tres trimestres consecutivos en contracción, lo cual motivó la pérdida de nación segura para los inversores, luego que la agencia de calificación de riesgo Fitch rebajara su nota soberana a la categoría especulativa.
El descontento popular fue aprovechado asimismo por partidos de oposición, en especial los de la Social Democracia (PSDB) y Demócratas (DEM) para sacar provecho y culpar al ejecutivo y Rousseff de la adversa situación.
Con la caída de los ingresos, el desempleo se disparó hasta alcanzar el 7,5 por ciento de la población activa.
A pesar de reportarse una mejora en 0,4 puntos porcentuales con respecto a octubre pasado, se trata de un indicador alto, teniendo en cuenta que la desocupación en diciembre último se ubicó en el mínimo histórico de 4,3 por ciento, según el Instituto de Geografía y Estadísticas.
En opinión de analistas, los despidos comenzaron con la recesión y se prevé que la tasa de parados podría llegar al 10 por ciento el año próximo.
La subida de la inflación y la devaluación de la moneda frente al dólar generaron asimismo una pérdida del poder de compra de los brasileños, lo cual afectó el consumo e influyó de manera negativa en el mercado.
A modo de ejemplo, las ventas durante el periodo de navidad descendieron un 6,4 por ciento en comparación con igual período de 2014, lo cual constituyó el peor resultado en los últimos 13 años, según entidades especializadas.
Esta situación propició asimismo una disminución en casi un 70 por ciento de la aceptación popular del gobierno y que principales gremios y movimientos sociales demandaran un cambio en la política económica.
Durante 2015, los sindicatos y grupos sociales y populares salieron a las calles en más de una ocasión para defender la democracia y rechazar las tentativas de derrocar a Rousseff, pero se opusieron también a los planes de ajuste y de recortes de fondos.
En este contexto y en medio de una agudización de las disputas entre el ejecutivo y la Cámara de Diputados, el líder de esa casa, Eduardo Cunha, aceptó un pedido de juicio político contra la jefa de Estado, presentado por varios abogados y partidos de oposición.