Hablan los hechos

Las élites del Partido Republicano no saben cómo parar el avance de Donald Trump en el proceso interno para escoger al candidato presidencial de la organización. Lo llaman payaso, imbécil, ridículo, estafador…Las descalificaciones han sobrado, pero el multimillonario neoyorquino que se entretiene hoy intentando llegar a la presidencia de su país como si se tratara de hacer rentable una empresa, sigue avanzando hacia su objetivo, ridiculizando a propios y extraños y sacudiendo de paso la política estadounidense como quien a palos desempolva una alfombra.

Mitt Romney, el candidato republicano en los comicios del 2012, en inusuales declaraciones, lo tildó de farsante, mientras que su ex compañero de fórmula y actual presidente de la Cámara de Representantes, Paul Rayan, lo acusó de desfigurar los ideales tradicionales del partido. Por su parte, John McCain, el candidato presidencial del 2008, dice que el magnate de la inmobiliaria es un político “peligroso” y Bobby Jindal, exgobernador de Luisiana, sostiene que éste sería el mejor regalo para Hillary Clinton, que se perfila hoy como probable candidata del Partido Demócrata.

El establishment republicano se inclina por el actual gobernador de Florida, Marco Rubio. Pero a quien la gente prefiere es a Donald Trump, quien ha logrado imponerse en 11 estados, mientras que Rubio solo ha podido ganar en uno. En segunda posición figura Ted Cruz, hijo de inmigrantes cubanos y actual senador por el estado de Texas, que ha logrado ganar en seis estados.

El Partido Republicano vive hoy una grave crisis de identidad. Algunos analistas recuerdan que una situación semejante no se veía en el partido rojo desde 1964, cuando los conservadores lograron doblegar al sector más moderado impulsando como candidato al ultraconservador Barry Goldwater, quien venció por estrecho margen a Nelson Rockefeller. El ala de izquierda de la organización boicoteó la candidatura de Goldwater por considerar que sus ideas sobre cómo hacerle frente a la Unión Soviética terminarían provocando una tercera guerra mundial. Goldwater, senador por Arizona, perdió las elecciones presidenciales en todos los estados menos en seis frente a su rival Lyndon Johnson, quien lo acorraló políticamente presentándolo como un belicista promovido por el Ku Klux Klan.

Goldwater fue el que sentó las bases para el avance de la corriente conservadora que combinó las ideas del liberalismo económico con el más ferviente anticomunismo y que terminó haciéndose mayoritaria dentro del Partido Republicano. En 1980 esa corriente llevó al poder en Estados Unidos a Ronald Reagan.

Trump es también un hombre conservador. Es a él a quien en esta ocasión apoya el Ku Klux Klan. Al menos eso es lo que parece desprenderse de las declaraciones de Dave Duke, el polémico exlíder de esa organización racista, quien pidió ser secretario de Estado si el magnate republicano llega a la Casa Blanca. Aunque no se sabe con exactitud cómo piensa Trump sobre muchísimos asuntos claves, dos pronunciamientos han alarmado a las élites republicanas: que se llevaría bien con Putin y que no cuenten con él para misiones de paz porque solo intervendría donde se pudiera “sacar algo” o donde estén amenazados los ciudadanos de Estados Unidos. Trump se considera un hombre con las manos libres y eso inquieta a las grandes corporaciones.

Sin embargo, el establishment partidario, atrapado entre Trump y Ted Cruz, afronta dificultades para definir su rumbo por las dificultades para construir un liderazgo alternativo. A Trump habría que detenerlo sin apartarse de las reglas tradicionales que han normado la vida interna de la organización. Lo contrario equivaldría a una conspiración para liquidar al candidato más popular, lo que incrementaría la ira contra todo lo que proviene de Washington y afectaría sensiblemente al partido.

Trump respondió a los ataques de los jerarcas republicanos amenazando nueva vez con una candidatura independiente, luego de lo cual Ted Cruz y Marco Rubio se apresuraron a decir que apoyarían al multimillonario en caso de que este gane las primarias. Tener que hacer semejante declaración debió ser un trago muy amargo para dos aspirante a la candidatura presidencial que han atacado despiadadamente a Trump. El riesgo de que el pánico de las élites provoque una estampida dentro del partido se hizo visible tras el apoyo público ofrecido a Hillary Clinton por el ideólogo de los neoconservadores estadounidenses Robert Kagan, quien considera imposible salvar al partido de Donald Trump, pero sí al país.

Después de su desempeño en el “supermartes” y el “supersábado”, y tomando en cuenta lo que dicen las encuestas, Trump se encuentra firme en la primera posición, si bien teóricamente Ted Cruz aún tiene chance. Obviamente, necesita un empuje que según algunos analistas pudiera obtener con una eventual retirada de Rubio y Kasich de la competencia. Así piensa el propio Cruz, quien ya hizo el planteamiento argumentando que “mientras el campo siga dividido, esto le da a Donald una ventaja”.

En el campo demócrata la situación luce despejada. La militancia del partido del burro tiende a cerrar filas en torno a Hillary Clinton, algo que a la vista de los analistas luce inexorable. De ahí que muchos comiencen a colocarse en el escenario de un enfrentamiento entre Trump y quien sería la primera mujer candidata a la presidencia de los Estados Unidos.

Clinton tendría a su favor el apoyo de un partido unificado y el de un presidente cuyo nivel de popularidad ronda hoy el 50%. Le favorece también el mejor desempeño de la economía, la disminución del desempleo y el sólido respaldo que demostró tener en el “supermartes” entre los hispanos y la comunidad afroamericana.

Sin embargo, su liderazgo se ha mostrado muy inestable, hasta el punto de que el hasta hace poco desconocido Bernie Sanders, que se maneja sin el apoyo económico de los grandes financiadores de las campañas, logró desencajarla con sus novedosos planteamientos progresistas. Doña Hillary supo sobreponerse introduciendo cambios en su discurso para neutralizar los ataques de su oponente. Los jerarcas del partido la apoyan y eso le garantiza la mayoría de los superdelegados a la convención nacional.

Donald Trump, por su parte, tendría que ingeniársela para unificar a su propio partido. Por eso, luego de su victoria en el “supermartes”, comenzó a presentarse como el hombre que unifica, argumentando que había recibido mayoritariamente el voto de todos, negros y blancos, bien formados y sin formación, jóvenes y viejos, evangélicos y de otras religiones. El multimillonario asegura que sus aspiraciones fueron apoyadas mayoritariamente hasta por los hispanos, que se presumen resentidos por sus acusaciones contra los mexicanos.

Actualmente existen en Estados Unidos 27 millones de hispanos, de los cuales se pronostica que acudirían a votar unos 13 millones. De ahí que el político multimillonario esté mandando señales ya de que está dispuesto a introducir cambios en su discurso a fin de mejorar sus relaciones con los inmigrantes hispanos. Por ejemplo, ha dicho que considera correcto recibir en Estados Unidos a los más preparados.

De ser Trump su rival en las elecciones de noviembre, Hillary, con alta tasa de rechazo y un discurso algo cansado, se las vería con un adversario hábil, impetuoso y sin escrúpulos. Como empresario, este personaje poco convencional que representa hoy la novedad en la política estadounidense, ha tratado a todos los políticos de la nación y conoce sus debilidades. Su especialidad es explotarlas al máximo, procurando ridiculizar a su oponente y acaparar la atención de todos.

Los medios de comunicación están felices con Trump, a quien persiguen dondequiera que se meta para aprovechar sus ocurrencias. La incorrección política del precandidato vende y sube el rating de las televisoras, admitió el principal ejecutivo de la cadena CBS, Les Moonves.

“Nunca he visto nada como esto, será un gran año para nosotros. Lo siento, es algo terrible de decir pero suéltate, Donald, sigue así”, dijo Moonves.

La técnica del reality show funciona también en la política. Al menos en Estados Unidos. Las primarias republicanas registran record de participación gracias a este personaje singular.

Las encuestas dicen que Hillary le ganaría al multimillonario, aunque por un margen muy estrecho. Y que perdería si el contrincante fuera Ted Cruz. Pero las elecciones son en noviembre y el panorama, obviamente, puede experimentar cambios significativos. No obstante, existen muchas razones para pensar que la competencia será muy reñida si el Partido Republicano logra mantenerse compacto.

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