Teniendo la lección aprendida, República Dominicana enfrentó nuevamente un poderoso vendaval, saliendo airosa.
El huracán María, tan peligroso como su anterior Irma, pasó próximo a nuestro territorio en el atlántico causando serios daños en la agricultura, viviendas, carreteras y puentes afectando seriamente el país y su economía.
Fruto del esfuerzo de las autoridades y del comportamiento ciudadano, no se registraron víctimas, excepto dos casos de personas que actuaron de forma desaprensiva.
En verdad se ha avanzado bastante en el despliegue de las labores preventivas, en la mitigación del desastre y en el nivel de consciencia ciudadana.
A minutos de desactivarse la alerta, en persona, el jefe del Estado, Presidente Danilo Medina, se trasladó en helicóptero a los lugares más impactados, palpando los daños causados, escuchando a los damnificados y comprometiéndose con la ayuda temprana y la solución de las destrucciones causadas por el fenómeno de la naturaleza.
Posterior al recorrido convocó a los funcionarios de las instituciones públicas que deben intervenir para resarcir los daños y coordinó en conjunto los pasos a dar para se cumpla el compromiso asumido.
Esta disposición del mandatario se entendió desde el mismo momento en que decidió delegar en el canciller de la Republica el discurso que le correspondía pronunciar, como jefe de Estado y de gobierno, en la Asamblea General de las Organización de las Naciones Unidas.
“No quiero dejar ningún cabo suelto. Quiero estar ahí”, dijo el Presidente al ser abordado por los periodistas en la sede de ONU en donde participó en una reunión conjunta con otros jefes de Estado abordando el tema de los daños de los huracanes. Minutos después ya estaba montado en un avión que lo trajo de regreso a su país.
Estando aquí estuvo en contacto directo con los organismos especializados y atento a los detalles, incluso aquel día (jueves 21 septiembre), que desde las primeras horas de la mañana comenzamos a recibir los efectos del viento y las fuertes lluvias.
De referencia las destrucciones en Dominica, Martinica, Guadalupe y Puerto Rico, que sirvieron de apoyo para la adopción de decididas medidas con el fin primordial de proteger vida.
Se ha avanzado en la cultura del cuidado cuando se anuncia una tormenta o un huracán, adoptándose medidas aceptadas por la población y si exceso.
Opiniones desafortunadas
Por lo anterior es que se ha considerado desafortunadas dos criticas aisladas a la decisión del gobierno central de suspender las labores en los sectores público y privado el día jueves.
Causó sorpresa la opinión del director del periódico Diario Libre, Adriano Miguel Tejada, juicioso comentarista, a quien le pareció excesivo parar todo el país, la suspensión de labores, cuando según sus afirmaciones, todos los boletines meteorológicos señalaban una ruta casi unánime por la región Norte. “Evidentemente, se debían tomar todas las precauciones, pero ¿cerrar todo el país?” se preguntó.
Ese día, después de las cinco de la tarde, la furia de los vientos de tormenta se sintieron en la capital, tumbando árboles, remeneando letreros, mientras las calles céntricas de anegaban por las copiosas lluvias caídas. Solo imagínese las consecuencias de las salidas de cientos de personas de oficinas, industrias, escuelas y universidades en medio de un temporal. Nos lleva a firmar que valió la pena la decisión de la Presidencia de la República.
Si bien el jurista y comunicador emitió su opinión con todo su derecho y en pleno ejercicio de sus libertades, no lo hizo el médico siquiatra que receta en horas del mediodía en una reconocida radioemisora de la capital, de real cobertura nacional.
Sin duda alguna su simpatía política partidaria le obnubiló llegando a la exageración de catalogar la suspensión de labores como un acto de clientelismo político. Bárbaro.
No queremos ver uno de sus pacientes acudiendo a su consultorio buscando explicaciones a sus tormentos por las tantas descargas eléctricas que se sintieron aquella tarde, declarada no laborable o por el ruido ensordecedor de los fuertes truenos, o quizás el daño que le pudo ocasionar a uno de esos pacientes salir a la calle estimulado por su médico y consejero.
En verdad que este profesional de la conducta humana requiere autoanalizarse antes de emitir conceptos tan aventurados, que desdicen de su trayectoria de buen profesional.
Más vale precaver
Una tormenta o huracán se define como una concentración anormal de nubes que giran en torno a un centro de baja presión atmosférica, allí se generan vientos convergentes que rotan en sentido contrario a las manecillas del reloj a grandes velocidades.
Sus daños principales son por descarga de lluvia, viento, eléctricidad, altos oleajes y marea de tormenta. En la primera fase de dice que es una Depresión Tropical, cuando aumentan la fuerza de sus vientos llega a la categoría de Tormenta Tropical y luego a Huracán, el cual tiene cinco categorías, según la escala creada por los científicos Saffir-Simpson
El poder destructivo de cualquiera de las modalidades de los ciclones, obliga a que se tomen medidas especiales de seguridad, que es lo que ha hecho el gobierno mediante sus instituciones y en especial el efectivo Centro de Operaciones de Emergencias (COE), su personal especializado y los miles de voluntarios en todo el país.
Desacreditar las acciones preventivas; procurar restar veracidad al trabajo Meteorología, por simple diferencia política con el gobierno termina siendo un acto pernicioso que, en caso de los fenómenos naturales descritos pudiera provocar decenas de muertos, heridos y desaparecidos.
Recordemos siempre el refrán, que es sabiduría popular “más vale precaver, que tener que lamentar.