Opinión

Existe una frase muy vieja: “De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno”. Y esto es aplicable a muchos productos fílmicos que pretenden vendernos una imagen bonitosa de nuestra cultura, aunque se quedan en la superficialidad propagandística sin abrevar en la fuente profunda de las costumbres populares. Pero este no es el caso de Nelson Carlo de los Santos y Cocote.

La travesía de esta película la llevó a festivales como San Sebastián, Toronto, Rotterdam, Mar de Plata, Locarno y al Festival Global de Cine Dominicano, que le sumó el último galardón obtenido, el de Mejor Opera Prima de Ficción, siendo profeta en su tierra.

Cocote se centra en la historia de Alberto, un jardinero evangélico que trabaja con una familia acomodada y que regresa a su pueblo natal para asistir al sepelio del padre, asesinado por un influyente cacique local. La despedida al difunto incluye cultos religiosos que chocan con las creencias religiosas de Alberto.

Nelson Carlo de los Santos se hace cargo del montaje, el guion y la dirección, acudiendo a Vicente Santos, Judith Rodríguez, Yuberbi de la Rosa, Pedro -Pepe- Sierra, Isabel Spencer y José Miguel Fernández, quienes sostienen en buena forma la columna actoral de un film que apuesta a la coralidad expresiva.

La singularidad de Cocote se inicia con su nombre que alude al cuello o cabeza de los seres humanos y de los animales, un dominicanismo lingüístico por donde inicia la identificación cultural de esta obra con las raíces profundas de las creencias y prácticas de los dominicanos.

El sur tambien existe

El realizador se aleja de ciertos lugares comunes dentro del cine dominicano para centrarse en los sucesos de una vida cotidiana escrutada con ojo crítico por este joven cuyo bisturí disecciona con precisión la realidad de unos sectores que contradicen la imagen que mucha gente quiere dar de un país con más diversidad de la que se quiere admitir.

La fe transformada de Alberto (Vicente Santos), es parecida al pensamiento de muchos estamentos sociales criollos, que se visten de ideas exóticas negando rotundamente lo que sus ojos ven y lo que sus oídos escuchan. El ser dominicano se nutre de todas las culturas que han confluido en este pedazo de tierra, y excluir una de esas culturas, es vivir incompletos y negarnos a nosotros mismos.

El proceso evolutivo del personaje encarnado por Vicente Santos es una vuelta a sus orígenes despojado de la religiosidad excluyente de determinados cultos evangélicos o de un cierto catolicismo oficial. No puedes huir de tu cultura porque sus tentáculos terminaran alcanzándote tarde o temprano.

La enorme presencia de Yuberbi de la Rosa en el personaje de Patria, hermana de Alberto, es sintomática de la visión que el realizador imprime a la película, apostando por integrar actores académicos y personas sin esa formación en estas lides quienes hacen prácticamente de sí mismos, aunque salpicados por el estilo dramatúrgico integrador aplicado por Nelson Carlo.

Los personajes interpretados por Judith Rodríguez, Vicente Santos, Pepe Sierra, Ricardo Ariel Toribio, Yuberbi de la Rosa, Isabel Spencer, Eneroliza y José Miguel Fernández, se funden con los demás elementos como un coro de voces que apuntalan la arquitectura dramática con efectividad.

Violencia, música y cotidianidad

En Cocote todo está al servicio del discurso estético del realizador y no de ninguna propaganda o glorificación personal. Esa aproximación a la violencia desde una perspectiva con gran raigambre en el pensamiento popular, nos recuerda la línea seguida por el realizador brasileño Glauber Rocha, enunciador de la Estética de la Violencia.

La fotografía de Roman Kasseroller nos acerca y nos aleja de esa compleja historia sin querer convertirse en protagonista, porque la efectividad visual está conseguida a golpe de hacernos ver sin dejarse notar. Kasseroller es un testigo a color y blanco y negro que se funde con el conjunto.

Esa música que acompaña, que protagoniza y que se expresa en la película, es un actor importante porque la religiosidad o determinados eventos de la cultura popular no pueden contarse sin ella. La música en esta obra no es un simple mecanismo ilustrativo o para enmascarar fallas, sino un elemento expresivo imprescindible.

Nelson Carlo de los Santos ha elaborado en Cocote un relato místico y violento de la dominicanidad profunda, apelando al uso riguroso de elementos fílmicos. La pantalla nos confronta con una imagen de nosotros mismos, un espejo en movimiento que nos refleja y nos critica a la vez.

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