Editorial

El presidente Danilo Medina, coordinador del dialogo entre el Gobierno de Venezuela y la oposición anunció que las conversaciones que se desarrollaban en la sede de la cancillería de República Dominicana entró en una fase de receso indefinido, debido a que las partes no se pusieron de acuerdo.

Para muchos era un final que se veía venir, quizás una crónica anunciada, que no impidió los esfuerzos del ejecutivo dominicano y sus acompañantes en procura de una solución al drama humano en el que mal viven los hermanos venezolanos.

Después de varios ciclos de diálogo para concretar un pacto de convivencia democrática entre el gobierno de Venezuela y la oposición, el presidente Dominicano dejo dicho que se abre una fase de receso, lamentando que el acuerdo no se suscribiera, pero reiterando que “en cualquier momento que se quieran volver a sentar en la mesa puedan tocar las puertas de la República Dominicana, que estaremos prestos para servirle al hermano pueblo de Venezuela”.

No dijo que haya fracasado la conversación, sino recomendó a las partes ponerse de acuerdo para cambiar el panorama que se vive en la patria de Bolívar.

Desde el principio la apuesta dominicana ha sido firme a favor de la paz en Venezuela. Esa postura mantenida por el gobierno en el dialogo que ha recesado, fue sustentada también en una anterior comisión designada por UNASUR, de la cual formó parte el ex presidente de la República, Leonel Fernández, Presidente del PLD, pero al parecer no es el concepto que ha prevalecido en la administración norteamericana, que no ha disimulado su franca oposición al dialogo, como vía de entendimiento.

Otras formulas, si nos guiamos por el estilo de política exterior diseñada por el actual inquilino de la Casa Blanca, se inclinaría por la aventura que traería consigo la violencia y la agudización del drama vivido en el hermano suramericano.

República Dominicana ha cumplido con su misión de promover convivencia en lugar de la confrontación en un pueblo con el que tenemos deuda de gratitud y vínculos de hermandad en la historia compartida.

Se ha asumido una conducta acorde a los preceptos guía de una nación soberana, apegada a la democracia en la que se practica la solidaridad, rechaza la intromisión y toda forma de intervencionismo.

El presidente Danilo Medina pone el país a disposición. Pudo haberse inclinado por un bando u otro, pero ha preferido la neutralidad, porque entiende que en medio de la confusión alguien tiene que poner la primera piedra para los acuerdos, que se hacen necesarios.

El gesto del Presidente lo engrandece y hace engrandecer el país. Ahora no se ha podido. Pero más temprano que tarde tiene que haber acuerdos, porque el dialogo es la forma civilizada que usa la democracia para dirimir diferencias.

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